La creta y el carboncillo son dos técnicas pictóricas que no se llevan bien. La creta es un material más blando y suave, ideal para crear trazos delicados y detalles finos, mientras que el carboncillo es más áspero y polvoriento, utilizado para dibujos con líneas fuertes y sombras intensas. La combinación de ambos puede resultar en una mezcla inestable, ya que el polvillo del carboncillo puede adherirse a la creta y dificultar la creación de una obra uniforme.
No obstante, los artistas más experimentados saben que en un retrato a carboncillo, la creta aporta profundidad a los fondos, a las pupilas y a los detalles más oscuros del cuadro. De este modo, una combinación aparentemente antagónica puede compartir espacio y equilibrio.
Estos dos factores son fundamentales, especialmente en el diseño de productos, cuando se combinan dos sustancias para obtener otra con unas propiedades específicas. Así lo prueba un equipo de investigación del Centro en Tecnología de Productos y Procesos Químicos (Pro2TecS) de la Universidad de Huelva, que ha diseñado un biolubricante para elementos mecánicos elaborado con este residuo agrícola y aceite vegetal. Así, consiguen productos más sostenibles que los habituales.
Biodegradable
Los lubricantes tradicionales se fabrican habitualmente a partir de productos derivados del petróleo y espesantes o aditivos no biodegradables, por lo que pueden resultar perjudiciales para el medioambiente. Esto suscita la necesidad de buscar alternativas elaboradas con otros productos renovables y biodegradables, de forma que mantengan su funcionalidad, pero con menor impacto. “Nuestro objetivo era proponer una alternativa que aprovechara y reutilizara los residuos agrícolas, en línea con la nueva política industrial andaluza, de acuerdo con los principios del modelo de economía circular ‘menos materias primas, menos residuos, menos emisiones’”, explica a la Fundación Descubre el Profesor del área de Ciencia de los Materiales de la Universidad de Huelva José Enrique Martín.
Así, los investigadores pertenecientes al Pro2tecs explica en un artículo publicado en Cellulose, que para obtener la pasta de celulosa a partir de paja y residuos de trigo, emplearon el proceso químico Kraft, que consiste en aplicar sosa cáustica al residuo y calentar hasta obtener sus fibras en una pasta semisólida. Este proceso se emplea, por ejemplo, para la elaboración del papel.
A partir de este material el equipo científico realizó alteraciones químicas y, a lo largo de un año de experimentación, obtuvieron una gama de distintas pastas con diferentes modificaciones moleculares.
Los expertos explican que la pasta modificada puede emplearse como un espesante o aditivo para desarrollar grasas lubricantes o ligantes. “En circunstancias normales, estas sustancias no se mezclarían bien. Lo que hemos hecho es mejorar su compatibilidad química para que la mezcla sea más estable y homogénea, aportando además otras propiedades funcionales”, señala el investigador de la Universidad de Huelva Manuel Trejo.
Así, los investigadores proponen alternativas sostenibles para unos productos que, habitualmente, no son renovables ni biodegradables. Asimismo, demuestran que hay mezclas que, aunque aparentemente no poseen buena compatibilidad, con el conocimiento y las circunstancias adecuadas, combinan tan bien como el carboncillo con la creta en un cuadro.
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