“19 de octubre de 2017. Universidad de Hawai. Atención, comunidad astrofísica internacional: avistamiento de objeto volante no identificado”
¿Nos visitan desde otros planetas? ¿Nos espían acaso desde rincones recónditos de nuestro sistema solar?
Los primeros en ver rondando La Tierra un original, desconcertante y extraño objeto rojizo y brillante de 235 metros de largo fueron los astrónomos de la Universidad de Hawai. Sorprendidos ante lo excepcional del visitante, decidieron llamarlo Oumuamua, que podríamos traducir como ‘mensajero de lejos que llega primero’. Pero, ¿cuál era su mensaje? ¿Cuán lejana es su procedencia? ¿Llegar el primero significa que detrás vienen más? ¿Qué información podía obtener de él la comunidad científica a partir de su conocimiento previo de los objetos que se desplazan en las autopistas de nuestra Galaxia?
¿Se parecía Oumuamua a algún otro objeto que se hubiera presentado antes ante ellos? No. Oumuamua era único, sin precedentes en su manera de actuar. Su trayectoria era excéntrica, su velocidad inesperadamente alta y sus reacciones todo un misterio que tiene cavilando a los astrofísicos de nuestro planeta, divididos entre los que creen conocer su origen y los que aseguran, cual guión de ciencia ficción, que se trata de una sofisticada nave espacial enviada por una civilización avanzada para investigar lo que ocurre en nuestro sistema.
Davide Farnocchia, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, y Marco Micheli, de la ESA, han defendido desde el principio que se trataba de un cometa y han justificado las variaciones en su rumbo por los gases que emanaba su superficie.
Pero no lo iba a tener tan fácil, Oumuamua jugaba al despiste; cuando un cometa pasa junto al Sol muestra claros signos de desgasificación, sin embargo, aparentemente, el objeto no identificado no se inmutó con el calentamiento solar al realizar ese tramo de su extraño viaje.
Un segundo aspecto lo alejaba de la posibilidad de ser identificado como cometa. Hasta ahora, los cometas estudiados contaban todos con una cola que Oumuamua no posee, ¿la ha perdido en el camino debido a algún impacto? ¿Es tan pequeña que se ha tornado imperceptible quizá? No se sabe ¿Y qué hay de la ‘coma’, ese halo de partículas de hielo y polvo que sueltan los cometas cuando pasan junto a una estrella? Ésta tampoco acompañó a Oumuamua por lo que los astrónomos optaron por descartar que lo fuera y pasaron a creer que podía tratarse de un asteroide, aunque tampoco se ajustara a sus características.
Todo seguía siendo un misterio, especialmente que el supuesto asteroide comenzó a sufrir una aceleración que lo hacía ir más rápido de lo previsto cuando su velocidad, en trayectoria como la que seguía debía ir aminorando según se alejaba del Sol.
Durante las primeras cinco semanas los telescopios no le quitaron ojo de encima, hasta que dejó de ser observable, sin embargo posteriormente pudieron seguir estudiándolo hasta enero de 2018 gracias a la activación del Telescopio Espacial Hubble.
En el momento de ser avistado por primera vez hacía cuarenta días que Oumuamua había pasado junto al Sol, de hecho ya estaba saliendo de nuestro Sistema Solar en el momento en el que sorprendió con una inusual aceleración. ¿Qué la estaba generando? Si se debía a la desgasificación, como argumentaban los defensores de la teoría del cometa, este fenómeno habría provocado igualmente una intensa evolución en el giro del objeto que no se produjo. Tantas preguntas seguían sin responderse y la incertidumbre abonaba cualquier hipótesis. Parte de la sociedad, siempre expectante ante la posibilidad de vida fuera de nuestro planeta, parece hilvanar en esas conjeturas la remota esperanza sobre realidades con más compleja explicación científica, como sucede en este caso.
Sea como sea y ante el desconcierto internacional entra en escena el millonario ruso Yuri Milner, convencido de que estamos asistiendo a la aparición de una nave procedente de otro planeta que viene a espiar nuestro modo de vida. Y para que los investigadores puedan seguir caminando en este sentido cede un potente telescopio capaz de detectar ondas de radio, perteneciente al proyecto que él mismo lidera llamado Breakthrough Listen. Su objetivo: poder escuchar las señales emitidas desde otras partes de la galaxia e incluso procedentes de otras galaxias.
Y así, en la búsqueda de respuestas llega por fin una teoría de un equipo científico de la Universidad de Harvard que pone sobre la mesa la tan esperada noticia acogida con enorme eco internacional: Oumuamua podría ser una nave espacial interestelar “una sonda artificial enviada por una civilización alienígena”, según le confiesa al propio Milner el director de departamento de Astronomía de esta prestigiosa Universidad, Abraham Loeb, quien, junto a su colega, Shmuel Bialy, hace pública su sospecha de que el objeto investigado tenga un origen artificial y estemos viendo el deshecho de una nave cuya misión ha llegado a su fin construida por una civilización avanzada con el propósito de realizar un viaje de reconocimiento interestelar.
Ya estaba en aire la gran noticia: ¡una nave extraterrestre antigua nos ha visitado! Y, como era de esperar, la tan remota posibilidad se extendía como la pólvora por los cuatro puntos cardinales. Científicos de un lado y otro de la galaxia habitada especulaban sobre los argumentos de tal planteamiento y sobre los porqués detrás de esta arriesgada teoría. Al fin y al cabo el mundo de la divulgación científica no es tan distante en sus prácticas al de cualquier otro ámbito de comunicación.
¿Acaso los científicos de Harvard buscaban protagonismo para promocionar sus trabajos sobre velas espaciales? ¿Estaba cogida con pinzas la estructura argumental de sus planteamientos o realmente había base para creer por fin en la vida en otros planetas?
Lo cierto es que tras aquella primera observación los investigadores han tenido la oportunidad de afinar más en sus hipótesis sobre Oumuamua. De hecho, durante los meses siguientes los astrónomos pudieron analizar nuevas observaciones del Telescopio Espacial Hubble, de la NASA y la ESA, de observatorios de Canadá, Francia o Hawái; de Mauna Kea en EE.UU, del telescopio VLT del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Cerro Paranal (Chile) y del Observatorio Gemini Sur en Mauna Kea.
A este respecto, Juan Luis Cano, que dirige en la Agencia Espacial Europea el Centro de Coordinación de NEO, esto es, los objetos que tienen órbitas cercanas a la tierra pudiendo ser asteroides o cometas, señala a iDescubre que, a su juicio, el caso “está bastante claro”. “Nuestro compañero Marco Micheli, que fue el primero que escribió sobre la extraña aceleración de Oumuamua en la revista Nature, expuso las claves que podían explicar esa aceleración que se estaba observando en la velocidad del objeto. Lo más plausible es que sea un objeto que viene de un sistema externo, y del cual no tenemos ninguna información de cómo se ha podido formar o de qué tipo de materiales está conformado, estaríamos sin embargo en condiciones de afirmar que se trata de un cometa, si bien con unas características de actividad peculiares”. Acerca de que no reaccionara como cometa cuando pasó junto al Sol, Cano añade que “nadie puede afirmar que no se haya producido el proceso de desgasificación en ese trayecto. Lo que nosotros creemos es que sí lo hubo pero el tipo de material que soltó no pudo ser registrado, por lo que es imposible conocer cómo fue la interacción que tuvo con el Sol. Cuando se hicieron las observaciones no se vio nada por lo que se pensaba que era un asteroide. Sin embargo, la aparición de esa pequeña aceleración sí indicaría una liberación de gas y posiblemente partículas muy finas que no fueron detectadas en las observaciones”.
Parece la explicación científica más argumentada hasta el momento, si bien admiten que no es una respuesta completamente satisfactoria para todos. Oumuamua seguirá siendo un misterio por explorar, un pretendiente que ha rondado nuestros cielos sin acabar de declarar sus intenciones. Su escarceo sí ha servido para tener a la comunidad de astrónomos de La Tierra prevenidos por si se produce una segunda visita de un objeto de sus características que permita ser observado mucho antes con toda la atención que merece. Terminó aquí sus vacaciones de verano y comenzó su marcha en junio a una velocidad de 114.000 kilómetros por hora. Ha sido un estímulo conocerlo. Hasta la vista, Oumuamua.
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