Borja del Pozo Cruz, investigador: “Nueva Zelanda es un lugar perfecto para la investigación”
AL DESCUBIERTO
Borja del Pozo Cruz, natural de Sevilla (20/07/1984), ya no se puede ir más lejos. Un viaje de 19.924 kilómetros y más de 28 horas en avión ha llevado a este investigador andaluz hasta la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda. Formado como profesional en la Universidad de Sevilla, hoy día imparte clases en una de las instituciones más prestigiosas del mundo e investiga nuevas teorías para cambiar nuestro comportamiento hacia hábitos de vida cada vez más saludables.
(Pregunta): ¿Por qué la Universidad de Auckland?
(Respuesta): Necesitaba salir fuera. Crecer profesionalmente y de forma personal. Con este objetivo busqué trabajo en diferentes universidades de reconocido prestigio alrededor del mundo, entre ellas la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda. Y aquí estoy.
(P): ¿Cuál es tu función allí?
(R): Ocupo un cargo académico como Lecturer (profesor e investigador) en el Departamento de Ciencias del Ejercicio Físico y el Deporte. El 50% de mi contrato está destinado a la docencia (grado y postgrado) y el resto a investigación. Entre mis otras labores, trasversales, superviso alumnos de máster y doctorado que desarrollan sus trabajos en esta misma línea sobre hábitos de vida saludable.
(P): ¿Qué investigación desarrollas actualmente?
(R): Puede considerarse aplicada. Es decir, desarrollo diferentes proyectos en el marco de la actividad física y promoción de la salud. Tratamos de entender cómo influyen los aspectos biológicos (edad, enfermedades óseas, musculares…), sociales, ambientales o políticos en la práctica de ejercicio físico. A partir de aquí, diseñamos programas para cambiar un comportamiento reconocido como sedentario (físicamente pasivo) hacia conductas mucho más activas, ¡el deporte es medicina! Finalmente, estudiamos cómo implementar de forma exitosa estas propuestas en la sociedad. Hoy día, junto a mi equipo de trabajo, desarrollamos este tipo de investigación en personas con problemas de corazón o riñón.
(P): ¿Qué diferencias encuentras entre investigar en Nueva Zelanda en comparación con Andalucía?
(R): Varias. Nueva Zelanda está en el Hemisferio Sur y la mayoría de sus habitantes proceden de los anglosajones. De esta forma, los contrastes culturales se trasladan también al tipo de alumnado. Todo está más organizado, pero también más cerrado. Por ejemplo, 24 horas antes de cada clase tengo que subir las diapositivas al sistema virtual de enseñanza. En términos de investigación quizás la diferencia más notoria es la prevalencia de la investigación, ya que es también la base para la enseñanza.
(P): ¿Cómo es el día a día de un investigador en Nueva Zelanda?
(R): Depende del día. También de la época. En los períodos donde tengo que impartir clases, prácticamente dedico todo mi tiempo a ello (me gusta ser meticuloso). En definitiva, combino el día a día de los proyectos (y los artículos científicos) con el trabajo de conseguir más proyectos (y fondos) para continuar investigando. Además, otra parte normalmente la dedico a mis alumnos (supervisión de trabajos, explicación de análisis estadísticos o simplemente orientación profesional). Finalmente, me gusta acabar la jornada analizando o ‘jugando’ con algunos datos y escribiendo una lista de tareas para el día siguiente.
(P): ¿Tienes tiempo para desconectar?
(R): ¡La mente de un investigador nunca descansa! Soy curioso, y aunque el refranero afirma que la curiosidad mató al gato, en el caso del científico, la curiosidad puede matar un gato pero crear otro.
Desde cerca
(P): ¿Cómo fueron tus primeros días?
(R): Al principio todo era nuevo. Un verdadero reto. Desde abrir una cuenta de banco, a encontrar un piso o ¡simplemente llegar al trabajo! (admito que soy muy despistado). Recuerdo, además, que las primeras clases que impartí (frente a una audiencia de más de 70 personas) no fueron muy gratificantes. Nervios, palabras en inglés que no salían, etc. Pensaba: ¡dónde me he metido!
(P): ¿Cómo hiciste frente a estas dificultades?
(R): Poco a poco las dificultades desaparecen (por ejemplo, tomé clases de pronunciación) y dejan paso a emociones mucho más reconfortantes. Hoy puedo decir que realmente disfruto de lo que hago. Por supuesto, no exento de problemas, aunque más que problemas, siempre hablo de nuevos desafíos.
(P): ¿Qué te gusta más de trabajar en Nueva Zelanda?
(R): La relajación mental de un país y una sociedad que transmiten seguridad, tranquilidad y quietud para vivir y trabajar. En Nueva Zelanda he encontrado un lugar perfecto para la investigación dentro de un marco natural inmejorable.
(P): ¿Amas viajar? ¿Incluso a 20.000 km?
(R): Amo viajar pero sobre todo aprender. Cuando viajas aprendes. Aprendes de ti mismo, de otras personas y culturas. No obstante, no se trata de un viaje de placer o de ‘ida y vuelta’ y pienso en los momentos perdidos junto a mi familia y amistades. Al final, este sentimiento también forma parte del propio aprendizaje y crecimiento personal, y aunque añoras tiempos de complicidad con tus seres queridos también ganas otras vivencias únicas.
(P): ¿Cómo es la cultura neozelandesa?
(R): Es amigable, relajada y en cierto modo con tintes anglosajones en términos de organización o frialdad en la relación laboral (a veces). Respecto a los horarios, son internacionales. Hacemos un “lunch” (comida light) a las 12 pm y ceno a las siete de la tarde (normalmente es el plato principal del día). Su cocina, como su vida cotidiana, también es relajada.
(P): ¿Te adaptas?
Al principio me chocó este binomio comida-horario. Ahora es al revés, vuelvo a Sevilla y me cuesta adaptarme a nuestras propias costumbres. ¡Nada que no supere en pocos días!
(P): ¿Qué te ha impresionado más sobre el país?
(R): El paisaje, sin duda. Es increíble. Sales de Auckland ciudad y a 20 minutos tienes unas playas de naturaleza salvaje, enormes, extraordinarias. Recientemente visité, junto a un amigo, una isla cercana a Auckland, Mototapu Island. Tras varias caminatas, acampamos justo en la orilla de la playa. Es imposible describir la sensación de despertar allí. ¡Ese tipo de cosas hay que vivirlas! Sinceramente, tengo suerte de estar donde estoy.
(P): ¿La mejor lección que has aprendido de vivir y trabajar en Nueva Zelanda?
(R): Uno mismo es el que se pone las dificultades para avanzar y crecer. Todo lo bueno que te pasa, eres tú. ¡También lo menos bueno!
Andalucía
(P): ¿Haces gala de andaluz?
(R): Siempre. Pienso que es algo que los andaluces llevamos dentro, ¡y el acento también nos delata! Con amigos o compañeros del trabajo suelo hablar de mi cultura, de Andalucía (no sólo de cómo vivimos la fiesta, también de nuestra historia, literatura, música, alegría, trabajo y tesón que el andaluz desprende en todo lo que hace). Además, cada vez que tengo oportunidad, cocino una buena tortilla de ‘papas’ o un ‘gazpachito’. ¡Les encanta!
(P): ¿Conoces a muchos andaluces trabajando allí?
(R): ¡No muchos! En mi universidad conozco sólo a Javier Virues, un buen amigo de Chiclana, Cádiz. En mi círculo más cercano también está Paula, química, que además es de Sevilla ¡y de mi barrio!
(P): Casualidades de la vida.
(R): Andalucía es universal.
(P): ¿Recomiendas trabajar fuera?
(R): Es una opción muy buena cuando quieres afrontar nuevos retos como profesional y como persona. Conocer otras culturas y otras metodologías de trabajo favorecen mayor agilidad mental y social e incrementa, igualmente, tu capacidad de resolución de problemas. Es un valor añadido. Mi consejo es salir, explorar, conocer, crecer y decidir dónde está tu futuro.
(P): ¿Cuáles son tus perspectivas de futuro?
(R): Es una pregunta difícil de responder. Vivo intensamente el momento. Soy un investigador enamorado de su trabajo. Cada mañana me levanto con ilusión de trabajar, crear y ayudar a los demás. A la hora de definir mi perspectiva de futuro, es esa: allí donde mi ilusión siga viva y donde mi sueño de trabajar en lo que me gusta pueda ser real, allí estará mi futuro. De momento sigue aquí, en Nueva Zelanda.
(P): Mucha suerte en tu aventura.
(R): Gracias.
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