08 de noviembre de 2015

Incendios forestales: La ciencia detrás del fuego

Fotografía ilustrativa de la noticia

La lucha contra el fuego comienza mucho antes de que prenda la primera llama. Frente al potencial de destrucción de un incendio existe un minucioso ‘arte de la prevención’, esto es, un programa que aúna la coordinación y acción de los equipos profesionales con la aplicación de los últimos avances científicos y tecnológicos para plantar cara desde la experiencia, la eficiencia y la capacidad de previsión

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El fuego es una reacción físico-química que se produce por la unión de tres elementos: el oxígeno del aire, el calor y la materia combustible. Para deshacer esta fórmula, en teoría, tan solo es necesario separar alguno de los componentes que la integran. En la práctica, apuntan los expertos, el proceso es más complejo, especialmente cuando se trata de hacer frente a un incendio que abarca varias hectáreas. El investigador de la Universidad de Córdoba, Francisco Rodríguez Silva, trabaja desde hace más de treinta años en la gestión de programas de defensa contra fuegos forestales. “Es impresionante la gran cantidad de energía que hay acumulada en los bosques y que se libera con el fuego”, señala el investigador, “admirado” ante el potencial de la naturaleza cuando ésta evoluciona libremente.

La lucha comienza con la prevención. Según los especialistas, es imprescindible analizar en profundidad los terrenos que pueden verse afectados por un incendio, tanto desde el punto de vista ambiental, como social y económico. Es decir, se trata de conocer las comunidades vegetales que habitan la zona y su distribución, las condiciones del suelo, el paisaje o el clima. “Estos datos ayudan a prever el comportamiento del fuego en una región y organizar los recursos y las partidas presupuestarias para actuar contra los incendios”, detalla Rodríguez. Y añade: “El análisis de las características sociales de los residentes, la dispersión entre sus viviendas e incluso su valor económico son parámetros que también ayudan a diseñar programas de concienciación y prevención más efectivos”.

Imagen de una intervención en helicóptero durante un incendio forestal.

Intervención en helicóptero.

Tecnología al servicio de la prevención de incendios forestales

Desde el Laboratorio de Defensa contra Incendios Forestales de la Universidad de Córdoba (LABIF-UCO) los expertos trabajan en la elaboración de diversos prototipos y modelos informáticos para simular y estudiar el comportamiento del fuego. “Diseñamos distintos tipos de maquetas que representan determinados escenarios paisajísticos a pequeña escala para ver cómo se propagaría un incendio en ellas y con qué velocidad”, explica. Esto permite contar con un conocimiento previo del espacio y ofrece pautas para modelar el paisaje de forma preventiva, teniendo en cuenta valores como la distancia necesaria entre las copas de los árboles para que no se contagien las llamas, la vegetación terrestre, qué árboles son más sensibles a la quema y qué especies tiene mayor poder de combustión, entre otros. “Podemos saber por dónde se propagará el fuego, la velocidad de la llama, el tamaño y los factores ambientales que intervienen en su desarrollo”, agrega.

Asimismo, en este espacio se han desarrollado diversos simuladores informáticos como ‘VISUAL SEVEIF’, una plataforma que permite estudiar de manera virtual la propagación de las llamas y el desarrollo de la combustión en un incendio, así como calcular el impacto económico del mismo en una determinada zona. Otro ejemplo es la aplicación ‘ECONO-SINAMI’, que permite identificar los recursos de los que dispone una región concreta para combatir el fuego y el coste monetario que los mismos conllevan. “Esta herramienta es muy práctica a la hora de gestionar las partidas presupuestarias que contemplan los programas contra incendios”, apunta el experto.

Estos instrumentos preventivos, sostiene el especialista, ofrecen datos imprescindibles para elaborar planes de acción efectivos. “Es muy importante planificar minuciosamente el modo de combatir el fuego; dónde, cuándo y cómo intervenir para conseguir una buena gestión en situaciones de emergencia”, destaca. En este sentido, existe un protocolo de acción a nivel internacional que determina cómo deben coordinarse los distintos equipos de profesionales implicados en la acción contra incendios, desde el punto de vista administrativo, para saber quién debe dirigir las operaciones de combate, y desde el punto de vista de la ejecución, los recursos humanos y los materiales necesarios para desarrollar acciones concretas.

De este modo, actores claves en un proceso de extinción como los bomberos forestales, las unidades de protección civil o las aeronaves que realizan las descargas de agua deben coordinarse con la precisión de un reloj. Igualmente sucede con la cadena de mando, la cual debe estar perfectamente jerarquizada y afianzada a la hora de empezar el ‘combate’. “Este protocolo es especialmente práctico cuando el incendio afecta a regiones de diversas provincias o comunidades autónomas, dado que cada una cuenta con sus propios recursos y organismos de acción”, matiza.

Imagen de una intervención con helicópteros para extinguir un incendio forestal.

Intervención con helicópteros para extinguir un incendio.

El ‘tratamiento’ para los incendios llega desde el cielo

La extinción de los incendios comienza con la descarga de agua tratada con diversos compuestos químicos desde el aire. Se trata, principalmente, de polifosfatos amónicos, unas sales que dificultan las reacciones de oxidación que gobiernan los procesos de combustión, reduciendo su potencial. El objetivo, señala Rodríguez, es aumentar su acción sobre las llamas, tanto a corto plazo, de manera que una vez aplicada sobre el fuego se evapore y desaparezca (si es lo que interesa), como a largo plazo, para que una vez utilizada permanezca y provoque un determinado efecto en la comunidad vegetal. «Generan una capa protectora para evitar que se transmita el calor hacia zonas más profundas de la estructura vegetal, limitando así el proceso de carbonización», apunta. También se usan otras sustancias como espumas, productos tensoactivos que al entrar en contacto con el agua incrementan su volumen y consiguen humectar mayor superficie, y diferentes viscosantes que ayudan a que el agua pueda mojar más superficie del terreno en menos tiempo.

A continuación, una vez vencido, el conocimiento científico del espacio afectado es esencial para evaluar el deterioro sufrido y determinar la política de reforestación y de regeneración que repare los daños causados por el fuego. “Este proceso consiste en saber qué especies son las más apropiadas para replantarse en dicho ecosistema, si hacerlo de manera inmediata o esperar a que el entorno se recupere, cómo tratar el suelo para facilitar su funcionamiento biológico o considerar otras variables ambientales como la erosión o la pérdida de suelo”, concluye.


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