Almería /
15 de abril de 2024

Las pulseras de silicona, aliadas de las abejas en su labor como ‘centinelas del aire’

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Alba Madero Milla

Fuente: Fundación Descubre

Un equipo de investigación internacional liderado por la Universidad de Almería ha determinado la utilidad de este ‘captador’ para detectar la presencia de contaminantes procedentes de la combustión de combustibles fósiles, como la que producen los coches. 

En la península de Anatolia, actual Turquía, los agricultores del neolítico (9.000 A.E.C.) ya empleaban la cera de las abejas como medicina, elemento cosmético y para impermeabilizar recipientes o instrumentos, entre otros usos.

Así lo recoge el artículo ‘Widespread Exploitation of the Honeybee by Early Neolithic Farmers’, donde se define el momento en el que las abejas comenzaron a acompañar al ser humano. Este mismo estudio aborda cómo ya en el Neolítico las personas mostraban interés por la apicultura como recurso y el rol de estos insectos en el desarrollo de las sociedades agrícolas.

Propóleo de las abejas utilizado en el estudio.

En el presente, la importancia ecológica y económica de las abejas también prevalece. Ejemplo de ello, es el trabajo de un equipo de investigación internacional de la Universidad de Almería y el Instituto Benaki de Fitopatología (Grecia), que ha propuesto el uso de pulseras de plástico en las colmenas de abejas para medir la contaminación ambiental. 

Aunque ya se conocía la utilidad de estos insectos para detectar distintos contaminantes del aire, como los hidrocarburos o los microplásticos, era necesario extraerlos de sus colmenas y analizarlos en el laboratorio. La propuesta de los investigadores sirve para introducir un ‘muestreador’ o ‘captador’ pasivo en las colmenas, es decir, un dispositivo que recoja el máximo número de contaminantes posible sin tomar muestras apícolas. 

Abaratar y simplificar

En el estudio publicado en Heliyon los expertos explican que factores como el cambio climático y el empleo constante de combustibles fósiles hacen necesario que los científicos realicen evaluaciones periódicas de la calidad del aire. Por ejemplo, si hay concentraciones más elevadas de agentes contaminantes, los expertos pueden proponer intervenciones para reducirlas. Normalmente, la obtención de estos datos en tiempo real es una tarea compleja y costosa, que requiere el uso de sensores y otras herramientas que deben instalarse en distintos puntos geográficos. 

Grupo de investigadores de la Universidad de Almería en una escalera.

Equipo del grupo Residuos de Plaguicidas de la Universidad de Almería.

Para abaratar y simplificar este proceso, el grupo de investigación Residuos de Plaguicidas de la Universidad de Almería ya estableció que las abejas de la miel (Apis mellifera) sirven como biomonitores de distintos contaminantes en un radio de exploración de unos ocho kilómetros desde sus colmenas mediante la captación en sus cuerpos de estos agentes nocivos, que llevan de vuelta hasta la colmena. “Ahora proponemos otros ‘captadores’ pasivos que nos permitan identificar hidrocarburos policíclicos aromáticos (PAH, por sus siglas en inglés) y seguir utilizando las abejas como ‘centinelas del aire’, pero sin que ello implique impactos negativos en la colonia”, explica la investigadora de la Universidad de Almería María Murcia.

Cinco ‘captadores’

Los expertos probaron cinco ‘captadores’ para comprobar cuál recogía más contaminantes:

  • Pulseras de silicona.
  • Un dispositivo desarrollado en la Universidad de Almería, llamado APIStrip, que tiene la forma de una tarjeta y está impregnado de un material inocuo para las abejas, pero al que se pegan los agentes contaminantes que los insectos transportan en sus exploraciones. 
  • Polen.
  • Propóleo.
  • Las propias abejas.

Polen de las abejas de la especie Apis mellifera que recorren varios kilómetros a la redonda de la colmena en su actividad recolectora.

El estudio se llevó a cabo en Dinamarca, Austria y Grecia, donde los apicultores colocaron las pulseras de plástico y las APIStrips durante dos semanas, tras las cuales recogieron las distintas muestras que se enviarían más tarde a los laboratorios científicos. Esta labor que realizaron los apicultores se considera ciencia ciudadana, acciones que involucran al público en actividades científicas y fomentan su contribución activa a la investigación a través de su conocimiento general y sus recursos. “En este caso, su aportación recogiendo muestras fue esencial para la ejecución del estudio”, añade María Murcia.

Investigadores del Instituto Benaki de Fitopatología de Grecia que han participado en el proyecto.

De este modo, los expertos de los distintos grupos científicos colaboradores concluyeron que el método más barato e inocuo para la actividad apícola es el uso de pulseras de silicona en las colmenas, dado que no perturba el ciclo vital de los insectos ni su alimento. Así, la ciencia le ofrece un valioso aliado a las abejas para que continúen su labor como ‘centinelas del aire’ ahora, y en el futuro. 


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