Cádiz, Sevilla /
16 de septiembre de 2020

La turbidez del Guadalquivir, tan problema como solución

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Jorge Molina / Fundación Descubre

Un equipo de investigación andaluz ha confirmado que la poca claridad del río, considerada entre las más elevadas de los europeos, favorece el carácter de criadero del boquerón, especie de alto interés comercial. La alta densidad de materia orgánica y los diferentes niveles de salinidad en el tramo final del cauce son las principales causas. Los investigadores han detectado esos resultados al comparar las condiciones ambientales y las primeras etapas de la vida de los peces en los cuatro principales estuarios del Golfo de Cádiz.

La alta turbidez del Guadalquivir, señalada como problema por algunos trabajos científicos al limitar la fotosíntesis y la base de la cadena trófica, aporta a la vez una solución. En esos compuestos en suspensión existe materia orgánica que mantiene la alta productividad pesquera del río.

El autor del estudio Juan Miguel Miró, a la izquierda, durante uno de los muestreos.

Estudios anteriores realizados sobre el grado de turbidez del río Guadalquivir, dentro del proyecto para aumentar su profundidad y por tanto su navegabilidad, alertaron de una situación que se consideró problemática. Un reciente trabajo científico aporta otra perspectiva sobre los materiales en suspensión, al considerarlos clave en la alimentación de las fases juveniles del boquerón.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Sevilla, en colaboración con la Universidad de Cádiz, ha detectado que la turbidez de agua, la cantidad de materia orgánica en suspensión y el gradiente de salinidad favorece la cría de boquerón en el estuario del Guadalquivir. Estas conclusiones se desprenden de un estudio que ha comparado las condiciones ambientales y las primeras etapas de la vida de los peces en los cuatro principales estuarios del Golfo de Cádiz (Bahía de Cádiz, Guadalquivir, Odiel-Tinto y Guadiana).

La singularidad del Guadalquivir es tal que su productividad de boquerones resulta cuatro veces superior a la del Guadiana. “La alta turbidez provoca una mayor disponibilidad de alimento en la cadena trófica, incrementando su alta productividad y, por tanto, su capacidad como área de cría para muchas especies”, señala a la Fundación Descubre el investigador del Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla Juan Miguel Miró.

El estudio halló una densidad promedio en el interior de cada estuario de 761 larvas y juveniles de boquerón por cada 1.000 m3 en el Guadalquivir; 162 en el Guadiana; 25 en bahía de Cádiz; y 10 en Tinto-Odiel.

El Guadalquivir, según estudios previos del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA), soporta una turbidez inhabitual y entre las más elevadas de los ríos europeos. El origen, según ese trabajo, se debe a prácticas agrícolas intensivas en zonas sin cobertura vegetal, a la propia composición de los suelos de la cuenca y a la canalización del río para anular los meandros.

El estudio tomó muestras durante los veranos de 2016, 2017 y 2018.

El boquerón (Engraulis encrasicolus), una de las especies pesqueras de mayor relevancia económica, alcanza productividades en el estuario del Guadalquivir que cuadruplican a la del Guadiana. Esta desembocadura es la única comparable, dado el aporte de agua dulce. En los casos de Tinto-Odiel y bahía de Cádiz ese factor resulta escasamente relevante, informa Juan Miguel Miró.

Los científicos tomaron muestras de plancton en los 4 estuarios principales del Golfo de Cádiz durante los veranos de 2016, 2017 y 2018. Tanto aguas arriba como ya en el mar para comparar las densidades de peces y su función de cría. También se midieron variables ecológicas y morfológicas. Todas se relacionaron con las abundancias de larvas y juveniles de peces para determinar qué papel desempeña cada una.

Se trata de la primera vez que se muestrean estos estuarios con la misma metodología, idéntico periodo de tiempo y condiciones de marea similares para aportar información a la gestión de las pesquerías. “Esto cuantifica de una forma exhaustiva las variables ambientales que afectan al reclutamiento de diversas especies de larvas y juveniles de peces en los distintos estuarios del Golfo, las cuales muchas de ellas son además de interés comercial en el sector pesquero, aportando conocimientos que ayuden a la gestión”, añade Juan Miguel Miró.

Medusas

El otro gran río, el Guadiana, discurre incluso por una cuenca hidrográfica de mayor superficie que la del Guadalquivir, pero con peores resultados de cría de peces. Se debe a que el manejo de su agua, sobre todo en cuanto a embalses, impide que vierta al mar igual agua dulce. También existen en este cauce fenómenos explosivos de presencia de medusas muy superiores. Esta especie puede depredar larvas de peces y competir por el alimento con ellos, reduciendo por tanto su cantidad.

En el estuario del Guadalquivir el gradiente de salinidad se prolonga durante 40 kilómetros.

La investigación se prolongó durante cinco años y sirve como referencia para la futura evolución de los estuarios bajo un escenario de Cambio Climático Global. Un reto futuro de los investigadores es cuantificar qué cantidad de boquerones aporta cada estuario al volumen total de pescado adulto del Golfo de Cádiz. Se desconoce cuántos juveniles de cada enclave alcanzan la madurez.

Como muchos estuarios, el del Guadalquivir supone una delicada red de relaciones entre el medio físico, su fauna y flora. Los beneficios económicos de este equilibrio se aprecian directamente en forma de pesca de alto valor. La ciencia se erige como el vector necesario para actuar, o no, sin desestructurar este complejo ecosistema.

Más información en #CienciaDirecta: La turbidez del Guadalquivir potencia la producción de boquerones en el estuario


Ir al contenido