Un equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC) ha confirmado los efectos de estas moléculas, las estrigolactonas, que señalizan el déficit nutricional, y atraen a microbios beneficiosos que favorecen el crecimiento vegetal.
“ […]El mundo brilla en sus cenizas como si hubiera llegado a su fin. […] Todos los animales buscan lejanas tierras y el mundo necesita hallarse en otro lugar. La Naturaleza misma enferma de sus propias dolencias, agobiada por los calores excesivos, y vive su propia muerte. Y parece como si todos los astros se centraran en uno solo…”
Así se refiere el poeta y astrónomo romano Marco Manilo (siglo I d.C.) en su obra, el Astronomicón, al equinoccio de verano, que marca la reaparición de la estrella Sirio. Los egipcios ya documentaron cómo usaban la ‘resurrección’ de este cuerpo celeste, el más brillante del firmamento, tras un periodo de ausencia para estimar cuándo se desbordaría el Nilo. Este hito marcaría el inicio de la época de cosecha.
La naturaleza tiene su propia forma de señalizar los eventos que ocurrirán a gran y pequeña escala. Del mismo modo que el resurgimiento de Sirio indicaba una época de prosperidad para los egipcios, la aparición o ausencia de ciertos microorganismos que solo pueden detectarse con la tecnología actual denota la salud de una planta.
En la actualidad, el ser humano ya no depende de las estrellas para recoger una cosecha. No obstante, sí que debe fijarse en otras señales biológicas para saber si los cultivos están sanos o requieren suplementos nutricionales que las ayuden a sobrevivir.
En esta línea se centra un equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC), en colaboración con el Grupo de Alelopatía de la Universidad de Cádiz, el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y el Instituto de Botánica de la Academia de Ciencias de la República Checa (República Checa), que ha propuesto el uso de una hormona vegetal como biofertilizante alternativo a los abonos tradicionales. Este compuesto biológico, las estrigolactonas, funciona como una alerta cuando la planta sufre un déficit nutricional. A esta ‘llamada’ acuden microorganismos del suelo para proteger y aportarle los nutrientes que necesita para estar sana.
Los investigadores proponen, por un lado, el desarrollo de abonos que empleen esta hormona para mejorar el crecimiento de los cultivos y los protejan de agentes patógenos.
Por otro lado, sugieren que su investigación publicada en Plant, Cell & Enviroment, puede emplearse para desarrollar nuevas estrategias de cultivo que reduzcan, además, el uso de fertilizantes químicos. Éstos suplen las carencias nutricionales, pero al mismo tiempo bloquean la capacidad de la planta de emitir señales de alerta e interactuar con el entorno natural y los microorganismos del suelo, como lo haría de forma natural.
Además de suponer un mayor gasto económico, el empleo de fertilizantes químicos es más nocivo para el medio ambiente, dado que degradan los suelos y pueden contaminar los acuíferos; es decir, masas de agua subterránea que puede consumir el ser humano. Por el contrario, los métodos que proponen los investigadores son más sostenibles y contaminan menos.
Emite una ‘llamada de alerta’
En este trabajo, el equipo de investigación ha analizado los beneficios de las estrigolactonas cuando la planta sufre deficiencia de fósforo y nitrógeno. Sin estos nutrientes, el vegetal reduce su crecimiento, produce menos frutos y semillas, y se debilita su capacidad defensiva ante microorganismos patógenos. Si el déficit es muy severo, la planta muere.
Las estrigolactonas tienen la capacidad de señalizar esta falta de nutrientes para que la planta responda. Al mismo tiempo, sirve como una ‘llamada de auxilio’ a la que acuden microorganismos beneficiosos del suelo, como hongos y bacterias beneficiosas. Éstos están presentes en la rizosfera -la parte del suelo en contacto con las raíces- aportan los nutrientes que la planta necesita y la protegen de agentes patógenos. “Es una relación de simbiosis, en la que la planta sirve como alimento para los microorganismos y éstos le aportan fósforo y nitrógeno para que pueda continuar desarrollándose”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Estación Experimental del Zaidín Juan Antonio López.
De este modo, parece que el poema de Marco Manilo, que habla de lo que ocurre en el mundo tras la reaparición de una estrella distante en el firmamento, podría aplicarse también a pequeña escala, a la actividad entre planta y microorganismos del suelo.
Tal y como indica el autor: “parece como si todos los astros se centraran en uno solo”, del mismo modo que los hongos y bacterias del suelo se enfocan en una planta para ayudarla a sobrevivir. Igual que los egipcios esperaban la reaparición de Sirio para saber que su tierra volvería a ser fértil. Este conjunto de señales y relaciones hacen honor al significado mismo de la simbiosis: ‘vivir juntos’.
Más información en #CienciaDirecta: Proponen el uso de una hormona como biofertilizante alternativo a los abonos tradicionales
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