Málaga, Sevilla /
06 de junio de 2022

La ‘armadura’ vegetal del tomate frente al calor y los rayos ultravioleta

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Amalia Rodríguez / Fundación Descubre

Muchas variedades de este fruto se agrietan y ablandan como consecuencia de las altas temperaturas y la radiación, impidiendo su comercialización. La respuesta la ha encontrado un equipo de expertos del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla y el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ en el grosor de la capa externa de este vegetal, que varía según la cantidad que tenga de componentes que le dan color. Así, cuanto más gruesa es esta capa, menos agua y rayos de luz entran en el producto, evitando su rotura. 

Para proteger nuestra piel del sol, el tomate contiene un nutriente llamado licopeno que actúa como un protector solar natural. Pero, ¿te has preguntado alguna vez cómo cuida este fruto de su propia piel ante el calor y la radiación del sol? ¿Cómo se escuda de infecciones de hongos, picaduras de insectos u otras adversidades? El ‘cutis’ de este vegetal también puede agrietarse como consecuencia de los efectos de las altas temperaturas y los rayos ultravioletas.

Con el fin de que no se deteriore esta membrana de la piel externa del tomate, denominada cutícula, un equipo multidisciplinar de expertos del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla y el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, ambos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha comprobado que un tipo de compuestos orgánicos que lo forman son una pieza clave en la resistencia al agrietado.

De izquierda a derecha: Susana Guzmán Puyol, José Alejandro Heredia Guerrero, Luz Divina María Gómez Pulido, Patricia Segado Haro, Fernando Gallardo Alba, Eva María Domínguez Carmona, Antonio Heredia Bayona, Ana González Moreno y Rafael Fernández Muñoz.

José Jesús Benítez, investigador del ICMS y uno de los autores de este estudio.

Tras realizar ensayos con esta capa superficial han demostrado que el bloqueo de la parte más dañina de la radiación ultravioleta, denominada UV-B, es casi del 100% en cualquier estado de maduración. La sustancia responsable de que esto ocurra es el ácido cinámico, un componente natural presente de la pigmentación de la piel del tomate.

Por otro lado, la protección frente a la fracción UV-A, la menos perjudicial y responsable entre otras del bronceado de la piel humana, crece con el desarrollo del fruto y alcanza prácticamente el 100% cuando está maduro. En este caso intervienen tanto el aumento de grosor de la cutícula como la acumulación de un pigmento denominado flavona chalconaringenina, que además, robustece la piel del fruto.

Para obtener los resultados de este estudio, la cutícula del tomate se sometió a pruebas físicas y mecánicas.

Junto a estas conclusiones, recogidas en el estudio publicado en la revista Frontiers in Plant Science, los expertos destacan el papel de la cutícula, la parte más externa de la piel del tomate, como agente protector frente a estreses ambientales como la radiación nociva, el daño térmico y mecánico y la pérdida de agua.

La cutícula sirve al tomate como una armadura vegetal que va adquiriendo más dureza conforme el fruto va madurando. Asimismo, ayuda a regular la transferencia de calor con el medio “Esta acumulación de fenoles es una herramienta muy eficaz para modular la cantidad de radiación ultravioleta que llega a los tejidos internos y constituye una estrategia de las plantas para adaptarse a los niveles ambientales de luz solar”, explica a la Fundación Descubre José Jesús Benítez, investigador del Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla y uno de los autores de este trabajo.

Ensayos con tomates cherry

Para obtener estos resultados, los expertos realizaron diversas pruebas físicas y mecánicas basadas en la resistencia y elasticidad de tomates de la especie Solanum lycopersicum L. ‘Cascada’.

En concreto, aislaron esta capa de los frutos y la sometieron a ensayos mecánicos y térmicos para determinar su elasticidad y respuesta a la temperatura. Comprobaron que el comportamiento mecánico y térmico de la cutícula depende directamente del contenido en fenoles. Con ello, se abren nuevas vías de estudio para determinar qué genes determinan los mecanismos de control de la calidad del fruto.


Así, conocedores de estas propiedades del tomate, los investigadores utilizan esta información para obtener un biomaterial a partir de la cutícula de este fruto que reúna todas sus características y lo haga tan resistente como el ‘paraguas’ natural e incorporado que lleva puesto en cualquier época del año y que lo convierte en un vegetal más resistente.

Más información en #CienciaDirecta: Los compuestos que dan color a la piel del tomate los protegen del calor y la radiación


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