Francisco José Jiménez Espejo: “Estudiamos el Mediterráneo para entender el clima de Japón”
Francisco José Jiménez Espejo -Montilla, 1977- es licenciado en Ciencias Geológicas por la Universidad de Granada -UGR-. En el año 2007 terminó el doctorado en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra -centro mixto del CSIC y la UGR-, donde analizó cómo han influido las variaciones climáticas en la evolución humana. Desde entonces, ha publicado artículos en revistas como ‘Nature’ o ‘Plos One’ y realizado estancias de investigación en la Universidad de Stanford –Estados Unidos- o la Escuela Politécnica Federal de Zúrich –Suiza-, centro por donde pasaron más de veinte premios Nobel, entre ellos Albert Einstein. En 2014 se incorpora al departamento de Biogeoquímica que la Agencia Japonesa para las Ciencias y Tecnologías Marinas –JAMSTEC- tiene ubicado en Natsushima, en la localidad de Yokosuka, Japón, donde vive junto a Tamae y Darío, su mujer e hijo de cuatro años.
– Más de 11.000 kilómetros de distancia separan Yokosuka de Córdoba ¿Qué le lleva a JAMSTEC?
– Cuando acabé la tesis doctoral en el laboratorio de la doctora Francisca Martínez Ruíz -CSIC-, solicité una posdoctoral en JAMSTEC y me la concedieron –entre 2007 y 2009-. Después regresé a España con el ‘Programa Junta para la Ampliación de Estudios’ –JAEDoc-, dirigido a la especialización de doctores. Una vez finalizado me presenté a una plaza de nuevo en Japón por cinco años de duración. Al concluir este periodo me harán una evaluación y si la supero seré científico permanente en uno de los centros más potentes a nivel mundial en cuanto a tecnologías marinas.
– Dentro del ámbito de la Geoquímica, ciencia que se encarga de estudiar las sustancias químicas que componen la Tierra, incluidas en las rocas, el suelo, los sedimentos y el agua, ¿a qué se dedica exactamente?
– En este momento reconstruimos cómo han cambiado las corrientes marinas que tienen lugar en el Estrecho de Gibraltar. Se trata de un punto donde el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo se unen y se produce el siguiente intercambio: las aguas profundas mediterráneas pasan al Atlántico, y las aguas superficiales atlánticas entran en el Mediterráneo hacia el Mar de Alborán.
– ¿Por qué son importantes este tipo de estudios en Europa?
– En primer lugar la corriente de salida del Mediterráneo afecta a la circulación del Atlántico Norte. Y éstas condicionan el clima en toda la fachada occidental europea. De este modo, si este tránsito se ralentiza o cambia afectaría tanto a las temperaturas como a las precipitaciones en países como Portugal, España o Reino Unido. Además, está relacionada con un ecosistema poco conocido pero único en el mundo como son los corales de agua fría. En toda la parte occidental de la Península Ibérica, llegando hasta Irlanda o incluso a latitudes más altas existen este tipo de especies.
– Y en Japón ¿por qué es tan relevante analizar cómo han evolucionado estas corrientes a lo largo del tiempo?
– La corriente de salida del Mediterráneo da lugar a un tipo de depósitos conocidos con el nombre de ‘contornitas’, que son lugares idóneos para capturar o formar almacenes de gas natural y petróleo. Estos configuran los principales yacimientos que se encuentran frente al Algarve y la costa onubense. Las mencionadas ‘contornitas’ registran de forma excepcional los cambios climáticos y ambientales ocurridos durante el paso de los años. Este tipo de fenómenos no son muy conocidos en territorio nipón y existe un gran potencial para su estudio. Además, España y Japón están conectados climáticamente y, por tanto, los testigos marinos hallados en el Mediterráneo nos ayudan a comprender el clima actual de Japón.
– Háblenos de sus estudios en la Antártida, donde han descubierto que su deshielo podría provocar una nueva subida en el nivel del mar ¿Qué está ocurriendo?
– Es el resultado del análisis de los registros marinos encontrados en los márgenes antárticos procedentes del Plioceno, periodo que abarca desde el final del Mioceno hasta principios del Pleistoceno -hace aproximadamente entre 5,3 y 1,8 millones de años-. Hallamos nuevos ‘testigos’, recuperados con buques de perforación en profundidades nunca alcanzadas anteriormente, que nos han permitido descubrir que la Antártida se derrite cuando se alcanzan determinados valores de dióxido de carbono y se produce un aumento global de la temperatura. Hoy día existen valores muy similares en cuanto a este gas y se espera –si no se pone remedio- que para finales del siglo XXI la temperatura pueda aumentar debido al calentamiento global, produciendo, en definitiva, un posible deshielo y subida del nivel del mar.
– ¿Qué otras investigaciones están desarrollando en este ámbito?
– Actualmente, junto a Carlota Escutia Dotti, científica del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra –IACT-, estamos intentando reconstruir cómo se ha derretido la Antártida Oriental. Hasta el momento los resultados son completamente inesperados ya que hemos comprobado que se trata de una zona muy sensible a las variaciones en el clima a escala de miles de años. Es decir, hemos identificado que un área aparentemente estable e invariable ante el cambio climático como la Tierra de Wilkes -ubicada al Sur del Océano Índico- puede sufrir un calentamiento y desestabilizarse de forma muy rápida.
– Es necesario retroceder, al menos, 300.000 años atrás para comprender los resultados de una de sus últimas publicaciones en la revista Scientific Reports donde habla sobre contaminación en cuevas prehistóricas ¿Qué hallazgos describen este trabajo?
– Con Guadalupe Monge, investigadora de la Universidad de Sevilla, expertos del CSIC y de otros centros extranjeros hemos analizado la bioquímica de ciertos yacimientos arqueológicos, lo cual nos ha permitido reconstruir el clima y las actividades humanas, es decir, describir cómo vivían nuestros antepasados.
– ¿Y qué le ha llamado más la atención?
– Gracias a la Geoquímica, analizamos el sedimento procedente de cuatro importantes yacimientos de la prehistoria peninsular: ‘Gran Dolina’ en Atapuerca, ‘Gorham’s’ y ‘Vanguard’ en Gibraltar y ‘El Pirulejo’ en Priego de Córdoba. Descubrimos que el hombre lleva expuesto a la contaminación desde hace unos 300.000 mil años, como mínimo, al comenzar a realizar fuegos en ambientes cerrados como son las cuevas. Además, mediante trabajos genéticos se ha descrito que los europeos, al tener mayor influencia neandertal, haber ocupado cuevas o estado más expuestos al humo hemos desarrollado determinadas modificaciones en nuestros genes que nos hacen más propensos al tabaquismo que las poblaciones africanas, por ejemplo.
– Imagínese que en este preciso instante decide que es el momento de volver a Andalucía ¿qué le gustaría extrapolar de Japón para llevarlo a casa?
– Principalmente los dispositivos y medios para prevenir tanto terremotos como tsunamis. Japón es el lugar más avanzado del mundo en este aspecto. En la costa nipona existen redes de análisis de la sismicidad y cualquier movimiento detectado en tiempo real hace que se paren los trenes o te llegue una alarma al teléfono móvil. Es alucinante.
– De profesión, científico ¿Qué valora más de su trabajo?
– Se trata de una profesión respetada y admirada en nuestro país. Tenemos buena imagen. Trabajamos para la sociedad, aportamos conocimiento. Resulta llamativo porque el dinero invertido en ciencia, en comparación con otras actividades, es ridículo. Me explico: nuestra información y descubrimientos siempre están al servicio de la sociedad mientras que las empresas guardan el conocimiento para hacer negocio. Esa es una gran diferencia. Por ejemplo, el escándalo de contaminación de Volkswagen, lo descubrieron científicos americanos con un pequeño proyecto de apenas 50.000 dólares que fue capaz de desenmascarar unas malas prácticas que estaban contaminando el aire que todos respiramos.
– En concreto, hablando de ciencia ¿dónde ha notado más los cambios en los últimos años?
– En nuestro caso específico, cuando comenzamos a colaborar con expertos como arqueólogos comprobamos que surgen otro tipo de cuestiones o puntos de vista. A partir de ahí empezamos a responder a nuevas preguntas y obtener resultados de alto impacto debido, precisamente, a ese trabajo conjunto entre disciplinas científicas.
– Recientemente ha sido nombrado presidente de la Asociación de Científicos Españoles -ACE- en Japón. Además de apoyar a los expertos residentes en el país nipón, otro de sus objetivos es servir de altavoz para dar a conocer vuestro trabajo allí. En este último caso, investigadores y divulgadores ¿estamos comunicando bien la ciencia?
– Es complicado. Hay que buscar los caminos adecuados que nos permitan llegar a la población, no esperar a que las personas vengan a nosotros. Sigo siendo también presidente de la Asociación de Arqueología de Montilla –Córdoba- y junto a otras entidades de senderismo, por ejemplo, organizamos rutas conjuntas con una serie de paradas donde se explica desde la historia de la arqueología hasta la biología o diversidad de los lugares visitados. Se trata de combinar. Es igualmente necesario empezar desde la base, por ejemplo, en estos años he dado charlas en el colegio montillano CP San Francisco Solano –donde estudié- o el Inca Garcilaso para explicar la investigación de los fondos marinos o qué es un terremoto a los estudiantes.
– Los lectores se estarán preguntando por algunas de las claves que describen la cultura nipona ¿Qué puede decir?
– Lo primero que me impactó fue el interés que los japoneses tienen por lo español en general y lo andaluz en particular. El flamenco o la gastronomía, nuestras ganas de vivir, de socializar, todo ello les encanta. También su cultura laboral, que se asemeja bastante a la clásica española donde existe mucho respeto a los mayores. El jefe de la empresa es el que más trabaja y debe dar ejemplo a sus empleados y las posiciones de poder no están asociadas a ningún tipo de privilegios. Es normal también vivir lejos del trabajo. Para mí todos los días son tres horas de tren en total.
– Asia y Occidente ¿son de verdad dos mundos tan opuestos?
– Son muy diferentes. Imagine: en Japón los bares los cierran a las nueve y en Andalucía casi abren a esa hora. Respecto a la comida, es cierto que al principio para algunas personas es un poco más difícil. Su cocina está bañada de sabores normalmente desconocidos pero que si le das una oportunidad -esto es, probarla tres o cuatro veces- los terminas situando y ya sabes en qué momento te pueden apetecer, o no. Además, es muy saludable y puedes comer en restaurantes por precios bastante asequibles. Eso sí… la fruta es bastante cara, melones a 20 ó 30 euros.
– Antes de finalizar ¿una última recomendación?
– Para los viajeros, visitar Nikko, una ciudad cercana a Tokio donde encuentras verdadera tradición japonesa –templos, arquitectura, naturaleza, etc.-; y leer a Murakami, autor japonés que merece mucho la pena.
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