El alzhéimer y la mala digestión celular de una proteína
Un equipo de investigación de la Universidad de Sevilla ha determinado el motivo por el que los astrocitos, unas células nerviosas, pierden su funcionalidad al interactuar con las placas que se forman en la enfermedad de Alzheimer en estudios in vitro y en animales. A partir de este trabajo se pretende conocer mejor la enfermedad para plantear nuevas vías terapéuticas.
El alzhéimer es una de las actuales batallas que libran los investigadores, tanto en los laboratorios como en el campo clínico y a la que aún no se le ve una paz cercana. Una enfermedad de la que aún se desconoce mucho y que transforma en desconocidos a sus propios portadores.
Se hizo visible en 1906, cuando murió una enferma a la que Alöis Alzheimer había tratado como psiquiatra por presentar pérdidas de memoria, desorientación y una conducta de constante agitación. En la autopsia, pudo observar cómo su cerebro se había reducido y que casi la mitad de las neuronas habían sido destruidas por una especie de costra a las que llamó placas seniles. Más tarde descubriría que se producen por la acumulación anormal fuera de la célula de las proteínas Tau y Abeta, ambas fundamentales en la regulación de las células nerviosas.
Desde entonces han sido grandes los avances en el conocimiento sobre las causas y los efectos de esta enfermedad y cómo combatirla. Uno de los más recientes se orienta hacia el estudio de la implicación en el alzhéimer del mal funcionamiento de los astrocitos, unas células que cumplen una variada funcionalidad dentro del sistema nervioso: aportan estructura, nutrientes y protección a las neuronas, eliminan productos de deshecho y agentes patógenos, y participan en la sinapsis o transmisión de impulsos nerviosos, entre otros.
Los astrocitos son también responsables de la eliminación de las células que mueren en el cerebro mediante un proceso conocido como fagocitosis. Con ella, los astrocitos defienden al organismo ingiriendo las llamadas distrofias neuríticas, estructuras neuronales patológicas que ya no sirven, que pueden ser perjudiciales y que se acumulan alrededor de las placas seniles.
En estudios previos, se había observado que cuando los astrocitos descubren la acumulación de las proteínas Abeta en las placas seniles reaccionan para tratar de proteger al resto de células. Sin embargo, el propio Abeta provoca una disminución de sus funciones. “Se podría decir que se intoxican al comerse esta proteína. Queríamos conocer por qué se producía esto y si podíamos orientar los estudios hacia una posible diana terapéutica para el alzhéimer”, indica a la Fundación Descubre la investigadora de la Universidad de Sevilla María V. Sánchez Micó, autora del artículo.
Los resultados del trabajo realizado por un equipo de investigación de las universidades de Sevilla, Málaga, la Autónoma de Barcelona y los centros CIBERNED e ICREA han determinado que las causas de que los astrocitos no realicen correctamente sus funciones en el alzhéimer se debe, fundamentalmente, a la proteína Abeta. Así lo publican en la revista Glia, donde explican sus ensayos in vitro y en animales y proponen este estudio como una nueva puerta hacia una diana terapéutica contra la enfermedad.
Cuando Abeta causa una mala digestión
De esta manera, los expertos han desarrollado sus estudios en dos líneas. Por un lado, han analizado animales modelo de la enfermedad y, por otro, han cultivado astrocitos a los que han sometido a distintas situaciones para conocer con más detalle cómo se produce su disfunción.
En ambos casos de estudio, se han investigado astrocitos alimentados con distrofias neuríticas ricas en tau (la otra proteína que se acumula en el cerebro de pacientes de Alzheimer) y otros con distrofias enriquecidas en Abeta para analizar cómo se desarrolla la degradación del material en los astrocitos y su efecto directo en el cerebro de los animales. Así, han desarrollado el esquema completo del trabajo que desempeñan estas células según fagociten dichas estructuras, la velocidad en que lo hacen y cómo se produce la degeneración del material ingerido.
Los experimentos han demostrado que Abeta afecta no solo a la fagocitosis en los astrocitos, sino también a una clara disminución en la degradación del material fagocitado. Es decir, dejan de comer y también de digerir lo que ya han comido. Esto se produce exclusivamente cuando Abeta está presente y no con tau. Por lo tanto, la evidencia in vivo e in vitro sugiere que es esta proteína quien inhibe tanto la fagocitosis como el consiguiente proceso de degradación en los astrocitos.
Así, si el astrocito lograra degradar correctamente el material y fagocitar a la velocidad normal, podría evitar la acumulación de distrofias neuríticas e incluso del propio Abeta y, por tanto, reducir la acumulación de dichas estructuras patológicas. “Conocer cómo dejan de funcionar estas células nos da la oportunidad de comenzar una vía de estudio orientada a la recapacitación de los astrocitos como terapia para luchar contra el alzhéimer”, concluye la investigadora.
Ya se sabe qué lo origina, ahora toca continuar las investigaciones para conocer cómo evitarlo y observar si los astrocitos, cumpliendo su misión, acabarían con las placas seniles. Es un paso más en la comprensión de una enfermedad que afecta, según la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA), a 1,2 millones de personas en España. Una nueva trinchera para seguir atacando a ese enemigo desconocido que borra la memoria de sus prisioneros.
Más información en #CienciaDirecta: Identifican la causa de la disfunción de una célula nerviosa en la enfermedad de Alzheimer
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