Dosis de café y ciencia que despiertan vocaciones científicas
De niño, Alberto no tenía claro qué quería ser cuando fuera mayor. Conforme crecía e iba avanzando en sus estudios, por su cabeza rondaban muchas opciones, pero ninguna de forma rotunda. Su curiosidad por obtener respuestas y su interés por el mundo que le rodeaba le hacían pensar que quizá pudiera formarse para algún día llegar a ser arquitecto. Al mismo tiempo, también se planteaba dedicarse al periodismo y contar a los demás todo lo que veía a su alrededor.
El punto de inflexión llegaría en su etapa de instituto, mientras cursaba 1º de Bachillerato. Fue ese año cuando en su centro, el IES ‘Sierra Luna’, le propusieron participar en una actividad extraacadémica, fuera de su localidad. En concreto, a más de 100 kilómetros de distancia de su casa. Aquel día, en pleno casco antiguo de Cádiz, en el Aulario ‘La Bomba’, la Fundación Descubre y la Universidad de Cádiz organizaban un Café con Ciencia, de los primeros que se celebraron nada más se puso en marcha esta iniciativa de divulgación para despertar vocaciones científicas entre los más jóvenes.
Uno de esos cafés los impartió José Piñero, entonces un joven doctorando en Física de la Universidad de Cádiz, que, a punto de leer su tesis doctoral, llevó como material de apoyo a su charla dos cosas que Alberto recuerda perfectamente: la recién presentada tesis de una compañera de departamento y un objeto con forma de piedra que nadie sabía para qué servía.
Después de contarles quién era, cómo era su día a día y alguna curiosidad más sobre su vida mientras desayunaban, Alberto recuerda que Piñero sacó de su bolsillo la piedra y la hizo girar sobre la mesa en la que tomaban café. “Giraba y giraba y como consecuencia del rozamiento y otros parámetros físicos, la piedra iba frenando. Cuando paró por completo, la puso a girar en el sentido contrario, pero esta vez no se paraba. Entonces, Piñero nos preguntó si queríamos entender por qué sucedía aquello. Su respuesta fue que nos esperaba allí (en la Universidad) en unos años”, relata Torrejón.
Aquella mañana, en la cabeza de Alberto despertaron nuevas inquietudes que hasta entonces no había tenido: entre ellas, decantarse por las Matemáticas.
Y así, dos años después de aquel Café con Ciencia que le cambió el rumbo, se mudó de Los Barrios a Sevilla, donde comenzó a estudiar el Grado en esta disciplina científica. Continuó su formación con un Máster Universitario en Matemáticas y un Doctorado en Matemáticas, en la rama de Estadística e Investigación Operativa, ambos también en la Universidad de Sevilla.
Café como alumno y una década después… café como investigador
Durante todo este tiempo, Alberto no ha olvidado su paso por ese Café y este año ha vuelto a revivir la experiencia, aunque en esta ocasión lo ha hecho desde la otra parte, como ponente. “A lo largo de este curso he tenido la suerte de participar en mi primer ‘Café con Ciencia’ como ponente, algo que nunca había imaginado. Cuando me ofrecieron participar, no me lo pensé. Yo ya conocía ‘Café con Ciencia’ porque hace 10 años también tuve el privilegio de poder asistir como alumno y sabía en qué consistía… ahora soy yo quien cuenta a los estudiantes qué es ser investigador en la Universidad”, reconoce Torrejón.
Una experiencia que califica como muy gratificante y la vez una gran responsabilidad. “Mientras hablaba con los estudiantes que vinieron al primer Café veía en ellos a muchos Albertos de hace 10 años. Espero que aprendieran y disfrutaran mucho. Yo lo hice y pude ponerme durante una hora en la piel de lo que sentiría Piñero. Una vez más, ha sido una vivencia inolvidable que me hecho recargar pilas y proponerme nuevas metas que alcanzar”, asegura.
En estos diez años desde aquel Café con Ciencia como estudiante, Alberto estudió Matemáticas, lo tenía claro. Al terminar, buscó trabajo en la empresa privada y si bien aprendió mucho de lo que hoy sabe, no tenía tan claro que ese fuera su sitio. “Siempre me ha gustado resolver problemas, responder preguntas y por eso decidí volver a la Universidad para dedicarme de lleno a la investigación”, cuenta.
Y entre algoritmos y datos, Alberto trabaja como investigador en la Universidad de Sevilla desde hace tres años. “Me dedico a formular y resolver problemas combinatorios complejos que tienen aplicaciones en diversos campos, como la logística, el transporte, la localización de recursos, la construcción de algoritmos justos, el análisis de datos, etc.”, detalla.
Apasionado de las matemáticas y la estadística, Alberto es un ejemplo con nombre y apellidos que demuestra cómo las actividades de divulgación científica pueden contribuir a despertar vocaciones científicas entre los jóvenes. En su caso, una dosis de cafeína acompañada de una piedra giratoria influyeron en que hoy día se dedica a investigar en el área de las matemáticas.
Porque siempre hay tiempo para un café, y si es con ciencia, mucho mejor.
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