Hoy, 24 de octubre, se conmemora el Día Internacional contra el Cambio Climático, una fecha para concienciar a la población sobre esta realidad que afecta a día de hoy a todo el planeta. Una variación a largo plazo del clima global capaz de afectar a la salud humana, al cultivo de alimentos, a la pérdida de biodiversidad… y, en definitiva, a nuestra actual forma de vida. En Andalucía, la comunidad científica lleva años estudiando cómo combatir este fenómeno y propone herramientas para frenar sus consecuencias.
Lluvias torrenciales que provocan inundaciones devastadoras, termómetros que baten récord registrando temperaturas nunca vistas con anterioridad, olas de calor y frío extremas, suelos cada vez más áridos por la falta de lluvia, lagunas secas que dan la sensación de que la tierra se va a romper en mil pedazos… Son las consecuencias de un problema socioambiental grave que afecta a toda la humanidad: el calentamiento global del planeta, que está acelerando el cambio climático.
La Tierra pide a ‘gritos’ otro cambio y lo manifiesta en los últimos años con fenómenos meteorológicos adversos. Una llamada de atención donde evidencia que toca adaptarse, adoptar un modelo de vida diferente ajustado a las nuevas condiciones climáticas, económicas y sociales.
Sobre el cambio climático
El cambio climático es la variación global del clima en el planeta, esto es, cambios en el estado del clima. Su origen puede ser natural, causado por procesos internos como la modulación de los ciclos solares o las erupciones de los volcanes; y también antropogénico, como consecuencia de la acción humana.
El calentamiento global no es sinónimo de cambio climático, aunque se use en muchas ocasiones tal. Este fenómeno es el resultado del aumento del efecto invernadero, un proceso en el que la radiación térmica emitida por la Tierra queda atrapada en la atmósfera debido a los gases con ese efecto (GEI). Su presencia es natural y sobre todo necesaria, pero las continuas emisiones de gases como el metano o el óxido nitroso como consecuencia de la actividad humana han propiciado a que este calentamiento del planeta se haya acelerado.
¿Qué dicen los expertos?
En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) con la función de evaluar toda información científica existente sobre las variaciones globales del clima.
Con cierta periodicidad, esta entidad elabora informes sobre los efectos potenciales del cambio climático y nuevas directrices que las administraciones deberían seguir.
Este grupo de trabajo no está solo. A él se suman los acuerdos globales como el Acuerdo de París o la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Además, la Agenda 2030 es una hoja de ruta universal que están siguiendo muchos gobiernos, entre ellos el Gobierno de España, a través de la aplicación de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El objetivo 13 Acción por el clima insta a la adopción de medidas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Para ello, tienen que priorizar las energías renovables (como la solar o eólica) frente a las de combustibles fósiles en los sectores más contaminantes.
El cambio climático en Andalucía
A nivel regional, Andalucía cuenta desde 2018 con una ley de medidas frente al cambio climático y para la transición hacia un nuevo modelo energético. En ella se establece que el Plan Andaluz de Acción por el Clima (PAAC) es el instrumento general de planificación de toda comunidad autónoma para la lucha contra el cambio climático. Para ello, utilizan los Escenarios Climáticos de Andalucía como información de referencia.
Estos escenarios climáticos regionales, elaborados acorde al 5º Informe de Evaluación del IPCC por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, se pueden consultar a través de un visor en formato web que proporciona datos sobre las precipitaciones mensuales, las temperaturas máximas y mínimas, así como el balance hídrico de las ocho provincias andaluzas.
Ciencia andaluza para mitigar el cambio climático
El cambio climático es una realidad. Lo asegura la ciencia y los continuos estudios sobre sus causas y consecuencias. Independientemente de los factores que lo provocan, sus efectos se observan a nuestro alrededor.
Las olas de calor que azotan muchas localidades de Andalucía demuestran los estragos del cambio climático. En Granada, la temperatura del suelo de la capital se incrementó hasta 4,4 grados. Así lo han demostrado científicos de la Universidad granadina utilizando para ello tecnología espacial, concretamente mediante el programa Copérnicus y el satélite Séntinel 3 de la ESA.
Otro efecto colateral del cambio climático son las reservas de agua. Desde embalses cada vez más vacíos hasta lagunas completamente secas. La falta de lluvias en determinadas zonas provoca una desertificación del terreno con sus consecuentes perjuicios para la biodiversidad. Y los cultivos. En este sentido, un equipo de investigación del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC) y la Universidad de Córdoba ha desarrollado un simulador con información de 4.000 estaciones meteorológicas en 91 países para calcular las necesidades de riego de los cultivos.
Por otro lado, el calentamiento del planeta provoca que especies animales y vegetales estén en peligro de extinción, otras que ya han desaparecido e incluso migraciones que afectan a su evolución.
Así lo manifiesta un estudio de la Universidad Pablo de Olavide, que ha analizado cómo la sequía influye en la población de milano real del Parque Nacional de Doñana. Pero no sólo los animales se ven amenazados por el cambio climático. También las plantas, como el azufaifo, un arbusto espinoso con forma de iglú que mantiene bajo su copa y en el suelo que lo rodea un ecosistema sano adaptable al aumento de temperaturas o la disminución de las precipitaciones. Expertos de la Universidad de Almería han comprobado que el cambio climático disminuirá la capacidad que actualmente tiene esta especie a la hora de proteger la biodiversidad en ambientes áridos.
O el pinsapo, un abeto endémico de Andalucía amenazado por el incremento de las temperaturas, la mayor duración e intensidad de las sequías y las olas de calor extremo. Un estudio de la Universidad Pablo de Olavide confirma que gracias a su genética resiste y sobrevive a estas amenazas.
Tecnología pensada para mitigar el calentamiento global
Los avances científicos y tecnológicos también proporcionan herramientas para poner freno el calentamiento global. Un ejemplo es esta app piloto en la que participa la Universidad de Granada y que identifica maderas a través del móvil para luchar contra la tala ilegal, reducir la deforestación y mitigar el cambio climático.
Otra iniciativas ideadas en Andalucía están relacionadas con el ahorro energético para paliar los efectos del calentamiento global. Concretamente, esta de la Universidad de Córdoba, se trata de un sistema de espejos que mejora la eficiencia energética de espacios con poco acceso a luz solar, pudiendo llegar a un ahorro del 65% en el consumo de energía.
El mar no está a salvo de los efectos del cambio climático. Por ello, expertos de la Universidad de Cádiz participan en FishClim, un estudio para facilitar la adaptación del sector pesquero al cambio climático. El objetivo es mejorar el conocimiento científico sobre las potenciales alteraciones que se esperan en varias poblaciones marinas de interés comercial.
Todo esto y mucho más se hace desde las universidades y centros de investigación de Andalucía, donde la comunidad científica trabaja cada día por aportar conocimiento y conocer más sobre esta realidad, al mismo tiempo que ayudar a remediar sus inevitables consecuencias.
¿Qué puedes hacer tú para frenar y paliar el cambio climático?
Muchas cosas. Desde cambiar acciones cotidianas que solemos hacer casi sin darnos cuenta hasta adoptar nuevas costumbres. Todas suman, todas son válidas, todas aportan su granito de arena.
A diario, vamos dejando una huella de carbono en casa, en la oficina, por la calle. Es decir, todas las actividades que realizamos en nuestro día a día generan un impacto en el medio ambiente emitiendo gases de efecto invernadero (GEI) de forma directa e indirecta. Podemos calcular este rastro que vamos dejando a nuestro paso y concienciarnos para reducirlo.
Además de conocer cuál es tu huella de carbono, puedes reducirla. Aquí te contamos algunas propuestas.
- Reutiliza, recicla y reduce: dale una nueva vida a productos usados de papel, plástico, vidrio y aluminio para evitar que los vertederos crezcan. Si no, deposítalos en sus contenedores específicos de reciclado que verás junto a los de residuos orgánicos o en puntos habilitados.
- Reduce emisiones de dióxido de carbono: En la medida de lo posible, elige el transporte público( tren, metro, tranvía) o la bicicleta en lugar de ir en coche y así contribuirás a reducir emisiones.
- Ahorra energía. Apaga luces: apuesta por electrodomésticos eficientes y desenchufa siempre los aparatos electrónicos como ordenadores y televisores que no estés utilizando. La mayoría de estos aparatos siguen consumiendo energía incluso cuando están apagados. Apaga siempre las luces de las habitaciones que no se estén usando. Cambia las bombillas viejas por bombillas LED o de bajo consumo. Si vives en un piso, también puedes ahorrar desde la comunidad vecinal.
- Reduce el consumo de agua: cierra el grifo mientras te lavas los dientes, opta por una ducha en lugar de un baño y riega con moderación haciéndolo a primera hora de la mañana o a última de la tarde, las más idóneas para las plantas.
- Prefiere el producto local y de cercanía: siempre que puedas, consume alimentos de temporada y productos de la zona. El transporte es uno de los sectores que más emisiones genera.
- Evita el plástico: este material contamina ríos, mares, todo el entorno, y también favorece el cambio climático porque al degradarse libera gases de efecto invernadero como metano y etileno. Frente al plástico de un solo uso, existen múltiples alternativas: bolsas, envoltorios y botellas reutilizables. Además, cuando vayas a la compra, no olvides llevar tu propia bolsa.
Muchos pequeños cambios pueden suponer un gran cambio, como también enseña este vídeo de la serie “Mira tú por dónde…” producido por el CENEAM, centro de referencia en educación ambiental del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Los efectos del cambio climático también se pueden combatir fuera de casa. Los más pequeños, que serán los adultos del mañana, pueden poner en práctica, también en el cole o el instituto, con la ayuda del profesorado, medidas para reducir su huella de carbono. Para ello cuentan con este decálogo de buenas prácticas que les indica cómo ahorrar energía en los centros educativos. Y antes, para comprender qué es el cambio climático, este juego denominado ‘Efecto dominó’, les puede ayudar a elaborar de forma colectiva un mapa conceptual visual sobre el alcance de esta realidad. También desde el campo, el sector de la agricultura dispone de un decálogo de acciones para potenciar cultivos más eficientes.
Ciencia ciudadana para frenar el cambio climático
Un amplio abanico de medidas a las que se suman los proyectos de ciencia ciudadana impulsados por la Fundación Descubre y que andaluces y andaluzas realizan en sus pueblos y ciudades como una forma más de mitigar el cambio climático.
El huerto del futuro es un ejemplo de ello. Estudiantes de un instituto de Sevilla han convertido un huerto escolar en un laboratorio donde han investigado los efectos que puede producir el calentamiento global en una plantación de zanahorias.
Y de la tierra al mar. En San Fernando (Cádiz), bajo el proyecto ‘Atrapazules’, alumnado de un centro escolar ha medido la captura de dióxido de carbono de las praderas submarinas. Estas plantas acuáticas retiran de la atmósfera, de manera continua este gas que provoca el efecto invernadero, causante del cambio climático.
Estos trabajos de investigación, donde personas ajenas al campo de la ciencia participan de forma activa junto con expertos en la materia, implican a la ciudadanía a tomar conciencia de una problemática real y vigente.
Porque el cambio climático es irreversible. No obstante, gracias a la ciencia y la tecnología, que se suman y complementan a las medidas de los gobiernos y las buenas prácticas de la ciudadanía, podemos disminuir su impacto y aceptar este reto como un proceso de cambio climático, que exige una adaptación constante.
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