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La industria olivarera es pionera en hacer del desecho una oportunidad. Utilizar los restos de poda o de la producción del aceite para el desarrollo de fertilizantes es una práctica centenaria. Ahora, un equipo de investigación de la Universidad de Jaén ha mejorado un método de análisis para el seguimiento del proceso por el que este desperdicio contaminante se convierte en nutriente para los cultivos.
Nuestra relación con los residuos que generamos sigue siendo uno de los grandes desafíos en la actualidad. La idea de un planeta convertido en una gran montaña de basura nos pone en alerta para tomar cartas en el asunto. Como nos mostró Wall-e, la película en la que Stanton presentaba la degeneración del consumismo y la pasividad ante la contaminación por parte del ser humano, cada uno de nosotros tenemos una misión concreta en el cuidado de nuestra Tierra.
La economía circular, el uso de energías renovables, la movilidad sostenible o la eficiencia energética son ejemplos de las estrategias que debemos implementar para no llegar a esa distopía que vimos con el ‘robotito’ que recogía desechos, mientras la humanidad perdía su capacidad de caminar.
Entre ellas, la agricultura sostenible persigue gestionar todos los recursos disponibles con el mínimo impacto ambiental, reduciendo los residuos y reutilizando aquellos que se producen. Concretamente, el olivar andaluz, uno de los pilares de la economía nacional según el INE, genera una cantidad significativa de subproductos, como el alperujo, que resulta de la fabricación del aceite. Históricamente, ha supuesto un gran desafío para su gestión por su carácter contaminante, ya que contiene compuestos orgánicos que, si no se tratan adecuadamente, pueden dañar el medio ambiente.
Compostaje de alperujo
El uso de este residuo se ha orientado hacia la producción de aceite de orujo, la alimentación de animales, la producción de biomasa o de fertilizante. Esta última aplicación implica un procesado natural donde el alperujo, junto a otros residuos, como los procedentes de la poda y de la ganadería, se descomponen para formar un abono nutritivo utilizado en la agricultura.
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Pilas de compostaje donde el alperujo, junto a otros residuos, como los procedentes de la poda y de la ganadería, se descomponen para formar un abono nutritivo utilizado en la agricultura.
Las pilas de compostaje de alperujo deben procesarse en las plantas para que logren una maduración precisa que favorezca su efectividad como abono y pueda aplicarse a los cultivos de manera segura. Para saber cuándo se alcanza ese punto se debe analizar el producto de manera continuada y frecuente, una práctica que suele ser costosa, tanto en recursos humanos como económicos. Ahora, un equipo de investigación de la Universidad de Jaén ha aplicado una técnica avanzada que reduce costes y tiempos en su control y permite conocer fácilmente cuándo el compost creado está listo para su uso como fertilizante.
Al permitir un mejor control del proceso y una mayor calidad del compost, se allana el camino hacia prácticas agrícolas más ecológicas y eficientes, beneficiando tanto a los agricultores como al medio ambiente. Con esta nueva técnica, presentada en un artículo de la revista Environmental Technology & Innovation, se conoce de manera precisa cuándo el compost está completamente maduro y es seguro para usar en cultivos.
La luz que ilumina el resultado
Con la implementación de esta tecnología, se podrían reducir los errores humanos y mejorar la estabilidad del compost producido. Esta técnica también puede ser especialmente beneficiosa en instalaciones de compostaje a nivel industrial, donde la homogeneidad y calidad del producto final son esenciales.
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Las investigadoras de la Universidad de Jaén: Marta P. Rueda, Ana Domínguez Vidal y María José Ayora Cañada, autoras del artículo.
Los investigadores han logrado relacionar los cambios en la materia orgánica mediante espectroscopía de fluorescencia, una tecnología que mide la luz emitida por los compuestos presentes en una muestra después de haber sido iluminados con luz ultravioleta. “Este sistema nos da información sobre las propiedades químicas de la biomasa en descomposición, lo que permite evaluar cómo cambia a medida que se degrada durante el proceso de compostaje de una manera más rápida y precisa”, indica a la Fundación Descubre la investigadora de la Universidad de Jaén Ana Domínguez, autora del artículo.
Estos componentes, que incluyen diferentes tipos de moléculas presentes en el compost, ayudan a los investigadores a entender mejor cómo los residuos se transforman en abono, y cuándo alcanzan la madurez adecuada para ser utilizado para nutrir los suelos.
El círculo sostenible del olivar
Este enfoque no solo es más rápido que los métodos tradicionales, sino que también ofrece una visión más detallada y precisa del proceso. Incluye indicadores clave de madurez del compost como:
- tiempo de compostaje
- relación carbono-nitrógeno, que influye en la velocidad de degradación de la materia o la acción de los microorganismos descomponedores.
- capacidad de intercambio catiónico, que determina su potencial para retener nutrientes esenciales y ponerlos a disposición de las plantas.
Este tipo de análisis permite obtener de manera precisa y rápida información sobre el momento óptimo para utilizar el compost, sin la necesidad de complicadas pruebas de laboratorio. De esta manera, posibilita a los productores de abono optimizar sus tiempos y recursos. “Además, al utilizar esta tecnología, los agricultores pueden estar más seguros de que el compost que aplican a sus cultivos es de alta calidad, favoreciendo el crecimiento de las plantas sin riesgos de toxicidad”, señala Domínguez.
Así, se cierra el ciclo de los materiales, transformando desechos contaminantes en recursos valiosos para la agricultura y reduciendo el uso de compuestos químicos.
Impacto en la sostenibilidad y la agricultura
El proceso de compostaje, aunque natural, puede verse afectado por factores como el clima y la cantidad de oxígeno disponible, lo que lleva a una variabilidad en la calidad del compost. “Este avance tiene un gran potencial para mejorar la sostenibilidad del compostaje a gran escala al estar más controlado todo el proceso”, añade la investigadora.
La gestión eficiente del alperujo es un claro ejemplo de cómo se pueden transformar residuos en recursos valiosos. En lugar de contaminar, este desecho se convierte en compost que enriquece los suelos agrícolas, cerrando el ciclo productivo y promoviendo una agricultura más respetuosa con el entorno.
De esta manera, el olivar no sólo sigue siendo una fuente clave de empleo y riqueza, sino que también se alinea con los principios de la economía circular, contribuyendo a la sostenibilidad de los ecosistemas locales por medio de la ciencia. Gracias a ella, podemos cumplir con mejor empeño nuestra misión de preservar el medio ambiente y, como Wall-E, ofrecernos una segunda oportunidad en un mundo más limpio y sostenible.
Más información en #CienciaDirecta: Mejoran la técnica para crear compost a partir de alperujo
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