Las universidades, organismos de investigación y centros tecnológicos han continuado su actividad, pese a las limitaciones de la situación sanitaria. El coronavirus ha ocupado el grueso de la atención social y mediática, pero detrás de ello la I+D andaluza mantiene el pulso a los grandes retos científicos a través del conocimiento. Este 28 de febrero repasamos algunos de los proyectos en marcha en áreas de conocimiento emblemáticas para Andalucía.
Cada mañana la radio, el televisor o la pantalla del móvil se encienden con el anhelo de un mar en calma. De ver por fin doblegada la última ola. Como niños que esperan que el viento de Levante cese, tras un año de batir la arena, y así poder de una vez bajar a jugar a la playa.
Las vacunas han llegado con la promesa de reconquistar el verano, aun la nueva normalidad y pese los retrasos. Un logro de la Ciencia ante una crisis urgente, la del coronavirus, que como un tsunami ha arrasado muchas vidas en lo personal, lo laboral y lo familiar. Pero, recuperando el mantra del pasado confinamiento, esto pasará. La espuma en la orilla dejará de ser noticia y cabrá, de nuevo, mirar al horizonte.
La COVID-19 no ha supuesto un freno para la I+D andaluza. Al inicio de la pandemia, un nutrido número de investigadores asumieron el reto de arrojar luz ante la oscuridad del virus. Otros han seguido su hoja de ruta, conscientes de la necesidad de fortalecer el tejido social y productivo de la comunidad. La era poscoronavirus aguarda con mucho de los antiguos obstáculos y otros que restan por conocer.
La digitalización, la industria 4.0, la economía verde… son algunos de los sectores que generarán los mayores nichos de empleo, según el Observatorio de Perfiles Profesionales de la Universidad Internacional de Andalucía. Algo que requiere formación y un mayor conocimiento, tanto básico como aplicado, que se empeñan en adquirir las casi 25.000 personas que hacen investigación en la región, según datos del IECA.
Robots entre el cielo y el suelo
Antidio Viguria es director técnico de Aviónica y Sistemas de CATEC, siglas por las que se conoce al Centro Avanzado de Tecnologías Aeroespaciales. Su especialidad son los drones no tripulados. Durante su entrevista con iDescubre habla de vehículos autónomos capaces de supervisar sobrevolando refinerías, puentes o viaductos. Enjambres que se mueven sin colisionar con su entorno y sin necesidad de intervención humana.
De sus palabras brotan nuevas oportunidades para el tejido productivo andaluz. “Nuestro centro actúa desde una doble vía. Por un lado, avanza en mejoras para lo que sería la industria ya asentada, la de los aviones tripulados, haciendo más eficiente el proceso de montaje, fabricación o supervisión. Por otro, apostamos por los aviones no tripulados (UAV), que supone una puerta para diversificar la industria aeronáutica”, señala.
Discípulo de Aníbal Ollero, catedrático de la Universidad de Sevilla y uno de los mayores expertos mundiales en drones, Viguria cita de memoria una docena de proyectos europeos donde participa CATEC. Como AMU-LED liderado por Everis, que profundiza en la movilidad urbana y probará taxis aéreos en su Centro ATLAS (Jaén), o PILOTING, que busca soluciones automatizadas para la supervisión desde el cielo de infraestructuras civiles.
Más terrenal se muestra Alfonso García Cerezo, catedrático de la Universidad de Málaga y responsable del Laboratorio de Robótica y Mecatrónica. Se integra en el Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática, de donde ha salido tecnología clave como el ventilador ‘Andalucía Respira’, liderado por Víctor Muñoz y Carlos Pérez del Pulgar, o para llevar a la realidad el brazo quirúrgico ‘Broca’, impulsado por la Universidad de Córdoba y el Instituto Maimónides.
En concreto, su especialidad es la robótica de rescate. A través del proyecto TRUST-ROB, financiado por el Ministerio de Ciencia, avanza en máquinas inteligentes capaces de actuar de modo coordinado con bomberos, policía u otros aparatos para atender tareas de salvamento. Algo que implica vehículos autónomos en suelo y en el aire, con desafíos como la visión en circunstancias con mucho humo, la movilidad en un terreno difícil o las interrupciones de la comunicación.
Ante las oportunidades de la robótica y la Inteligencia Artificial, García, también discípulo de Ollero, ve con optimismo el potencial andaluz. “Desde los años 80, aquí existe una trayectoria continuada, tenemos científicos que son los más activos del mundo, con un eje Sevilla-Málaga notable al que también se suman personas de otras provincias”, apunta.
Cuidar la salud
En paralelo a la búsqueda de remedios para la COVID-19, la investigación biomédica sigue atendiendo desde Andalucía cuestiones como la medicina de precisión o el diagnóstico precoz y el tratamiento de enfermedades crónicas (o no transmisibles), como la diabetes, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o las neurodegenerativas. Todas ellas, según la Organización Mundial de la Salud, causantes del 63% total de muertes anuales.
La punta de lanza son los centros acreditados por el Instituto de Salud Carlos III, de los cuales cuatro se ubican en Sevilla (IBiS), Córdoba (IMIBIC), Málaga (IBIMA) y Granada (ibs). Para lograr esta certificación trabaja ya el Instituto de Investigación e Innovación Biomédica de Cádiz (INiBICA), el más joven, creado en 2016 y que reúne a 72 grupos de I+D que superaron las 300 publicaciones en el último año.
Carmen Castro, profesora titular de la Universidad de Cádiz, lidera uno de estos equipos. Su foco está actualmente en estudiar los mecanismos a nivel celular y las moléculas que están implicadas en la regeneración de lesiones cerebrales. Un trabajo que les está llevando a encontrar dianas sobre las que actuar a la hora de generar neuronas nuevas en regiones dañadas a causa de, por ejemplo, un ictus o tras un accidente.
Para ello, apuesta por sustancias químicas derivadas de plantas (en concreto, del género Euphorbia) que aplica en un doble sentido y que pueden dar pie al desarrollo de nuevos fármacos. Sus dos últimos trabajos, donde también participan Rosario Hernández Galán (UCA) y Pedro Núñez Abades (US), han estado centrados en la recuperación del cerebro tras lesiones por traumatismo y en la generación de neuronas en regiones implicadas en los procesos de aprendizaje y memoria. Algo que ocurre debido a la activación de la proteína quinasa C (PKC), implicada en el proceso de neurogénesis.
Abordando los beneficios naturales, pero desde otra perspectiva, está Wenceslao Moreda, investigador del Instituto de la Grasa (IG-CSIC). Su especialidad es el aceite de oliva, oro líquido que “es más que calorías, es salud” y sobre ello, insiste, hay que seguir creando conciencia social. Esto es así gracias a sus compuestos bioactivos, que le confieren propiedades antioxidantes, antiinflamatorias o antihipertensiva.
Una de sus líneas de trabajo incide, precisamente, en desarrollar procesos de extracción que permitan obtener un aceite de la máxima calidad y lo más enriquecido posible. Un producto donde buscan, además, llevar al mínimo los residuos y contaminantes. “Los hidrocarburos MOSH y MOAH son compuestos que están dando mucha guerra en el sector de los alimentos. Están presentes del árbol a la botella en herbicidas, en el material que se usa para recoger la aceituna… y hemos pedido un proyecto al CDTI para analizar los puntos críticos”, apunta.
Energía verde
Antonio Gómez Expósito lidera desde la Universidad de Sevilla uno de los grupos de I+D más grandes de España en el área de sistema eléctricos, capaz de simultanear una docena de proyectos de investigación. Uno de ellos se centra en las plantas de energía renovable, para las que comercializa controladores a través de la start-up Ingelectus.
El objetivo, apunta, es atender la complejidad de la gestión de una planta fotovoltaica o eólica. “Una central de ciclo combinado tiene variables de control que te permite dar más gas, más agua, en función de la necesidad. Abres o cierras la válvula. Esto no corre, por ejemplo, en un parque con 20 molinos, donde lo que tienes se asemeja más a muchas plantas diferentes”, afirma. Sobre ello, apuestan por controladores que optimicen los recursos a través de una redistribución interna.
Otro de los proyectos en los que participa es PASTORA, una iniciativa liderada por Endesa que aplica inteligencia artificial y Big Data a la red de distribución. “La red soporta cosas para las que no estaban previstas, como las placas solares en los tejados que hacen que la energía circule al revés”, explica el catedrático. Para ello, este proyecto estudia en Málaga la información de los contadores digitales para el control en tiempo real y el mantenimiento preventivo de la red.
El sello andaluz se sitúa detrás de soluciones punteras en sectores clave como la robótica, la aeronáutica, la biomedicina, la agricultura o la economía verde. Puntales para el presente y el futuro de la comunidad, que la pandemia y sus consecuencias no han hecho perder la pista.
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