Cádiz /
01 de octubre de 2019

‘Asesinatos’ en el Neolítico: así lo refleja la tumba principal de una necrópolis en San Fernando

Fotografía ilustrativa de la noticia

El yacimiento de Campo de Hockey es un poblado insular que fue habitado por una comunidad neolítica, muy volcada con el medio marino, y donde se ha podido documentar una necrópolis de fosas, de la que se han excavado un total de 59 tumbas que contenían 73 individuos. La mayor parte de las tumbas (49) eran de individuales aunque también se localizaron diez dobles y una cuádruple. Este yacimiento fue excavado en el año 2008, por la empresa Figlina, bajo la dirección del profesor Eduardo Vijande.

Investigadores de la Universidad de Cádiz (UCA), liderados por el profesor del departamento de Historia, Geografía y Filosofía, Eduardo Vijande, en colaboración con las universidades de Granada, Almería y Tübingen (Alemania), han llevado a cabo un importante hallazgo en la necrópolis neolítica de Campo de Hockey en la localidad de San Fernando, en concreto, han encontrado a dos individuos enterrados en una misma tumba, aunque en años diferentes, que presentan claros signos de haber sido víctimas de una muerte de carácter violenta.

Los resultados, publicados en la revista ‘International Journal of Paleopathology’, concluyen que ambos individuos (varones y adultos) fueron enterrados en momentos distintos hace 6200 años.

El yacimiento de Campo de Hockey es un poblado insular que fue habitado por una comunidad neolítica, muy volcada con el medio marino, y donde se ha podido documentar una necrópolis de fosas, de la que se han excavado un total de 59 tumbas que contenían 73 individuos. La mayor parte de las tumbas (49) eran de individuales aunque también se localizaron diez dobles y una cuádruple. Este yacimiento fue excavado en el año 2008, por la empresa Figlina, bajo la dirección del profesor Eduardo Vijande.

De todos los individuos analizados hasta el momento (73), solo dos presentaban heridas perimortem y ambos fueron enterrados en la misma sepultura. La tumba consiste en una fosa circular de dos metros de diámetro que fue cubierta por un pequeño túmulo de un metro de altura, formado por lajas de mediano y gran tamaño. “Lo más significativo es que estos dos individuos fueron enterrados en la tumba más monumental del yacimiento que también es la que presenta uno de los ajuares más destacados de toda la necrópolis, dentro de la modestia de los mismos. La presencia de elementos exóticos como ámbar o un hacha de silimanita (materias primas de lejana procedencia) nos indican la relevancia de los individuos inhumados en esa tumba”, en palabras del profesor Vijande.

La tumba contenía dos individuos claramente diferenciados y que fueron enterrados en momentos diferentes. De hecho, “inicialmente enterraron al ‘Individuo I’ en conexión anatómica. Pasado un tiempo, la tumba se reabrió para enterrar al ‘Individuo II’ y, para hacerle sitio, removieron los huesos del ‘Individuo I’ (excepto los pies y parte inferior de las piernas, que permanecieron in situ y en conexión anatómica). Así que depositaron al ‘Individuo II’ en conexión anatómica y los huesos que habían retirado del ‘Individuo I’ los volcaron sobre el ‘Individuo II”, como explica Eduardo Vijande.

El estudio antropológico de este hallazgo ha sido llevado a cabo por miembros del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, en concreto por los investigadores Lydia P. Sánchez-Barba, Miguel C. Botella, Inmaculada Alemán y Ángel Rubio. Los análisis macroscópicos y radiográficos de los cráneos han permitido documentar heridas en el lado derecho de ambos cráneos. Uno de los individuos presenta la fractura en el hueso frontal y el otro individuo en el hueso parietal. De esta forma, la investigadora Lydia P. Sánchez-Barba explica que “el primer individuo que se depositó en la tumba fue un hombre adulto (de 25 a 35 años) cuyo cráneo presentaba una fractura frontal en la región supraglabellar. El impacto alcanzó la mesa interna y produjo una fractura radiante desde el punto de impacto. Dicha fractura tiene forma de V y presenta una depresión en su vértice, lo que puede indicar el punto de impacto. El segundo individuo en ser enterrado era un hombre adulto (de 40 a 50 años) que presentaba dos lesiones en el hueso parietal. Un primer impacto causó una fractura larga y afilada que se extiende perpendicular a la sutura sagital, un segundo golpe, más contundente que el anterior, causó una depresión de la mesa exterior y originó múltiples fracturas lineales radiantes que se extienden desde el punto de impacto”.

Lesiones perimortem, posibles causa de las muertes.

En ambos casos, las lesiones son perimortem y pueden haber contribuido a la muerte de los individuos. “Las características de las fracturas de ambos individuos nos pueden indicar el tiempo durante el cual tuvieron lugar estas lesiones. En ambos individuos las fracturas no presentan signos de reacciones óseas sugestivas de curación, como así lo demuestran las imágenes radiográficas ya que las líneas de fractura no presentan crecimiento de hueso nuevo. Otra característica de las fracturas presentadas por ambos individuos es la depresión de la mesa exterior, que recuerda la deformación plástica característica de las fracturas sufridas por hueso fresco, además, el borde de las lesiones presenta un color uniforme. Todas estas características sugieren que estas lesiones fueron causadas perimortem, poco tiempo antes o después de la muerte de los individuos”, como aclaran desde la Universidad de Granada.

Así, una de las conclusiones a la que han llegado los investigadores es al hecho de que los individuos presentan signos de violencia interpersonal. Es más, “la etiología de las fracturas puede ser accidental (caídas) o intencional (es decir, como consecuencia de un episodio violento), aunque a menudo esto es difícil de determinar. La ubicación y el tipo de lesión pueden ayudar a determinar la causa de las fracturas. En este caso, los dos individuos examinados no presentan fracturas perimortem en el esqueleto postcraneal, lo que sugiere que las fracturas craneales no fueron producidas por una caída, ya que este hecho podría haber causado lesiones en otras partes del cuerpo. Las fracturas encontradas en la región frontal por encima de la ‘línea del ala del sombrero’, como es el caso de ‘Individuo I’, son compatibles con las lesiones por violencia interpersonal. En el caso del ‘Individuo II’, las fracturas por depresión y la presencia de fracturas múltiples en el mismo cráneo también son más compatibles con episodios de violencia interpersonal. Aunque resulta imposible determinar las circunstancias exactas que rodearon las lesiones, el hecho de que los dos individuos fueron enterrados en la misma tumba hace que el caso resulte particularmente interesante”, explica la Sánchez-Barba.

Parte de los estudios de este trabajo se han realizado gracias al proyecto del Campus de Excelencia Internacional del Mar (CEI.Mar), dirigido por el profesor Eduardo Vijande, y a un proyecto del Plan Nacional I+D, dirigido por el catedrático de la UCA José Ramos Muñoz.

 


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