Internacional, Sevilla /
10 de marzo de 2016

Aida Platero Luengo, bióloga: “La ciencia es el motor de una economía y progreso sostenibles”

Fotografía ilustrativa de la noticia

Aida Platero Luengo –Sevilla, 1982- es licenciada en Biología por la Universidad de Sevilla. Comenzó el doctorado en el departamento de Fisiología Médica y Biofísica de la Facultad de Medicina de la misma institución, una etapa que le llevaría al Instituto de Biomedicina de Sevilla, centro donde concluyó su tesis doctoral en el año 2014, bajo la dirección de Ricardo Pardal y José López Barneo. El pasado mayo de 2015 la Fundación Biogen le entregó el ‘Premio Jóvenes Investigadores’, en el área de Neurología. Actualmente trabaja en el Instituto Salk de Estudios Biológicos ubicado en San Diego, Estados Unidos. En el laboratorio coordinado por el investigador español Juan Carlos Izpisúa Belmonte estudian nuevos métodos para obtener células capaces de crear órganos humanos en animales, regenerar cartílagos dañados o aportar algunas de las claves para revertir el envejecimiento.

Aida Platero en el laboratorio del Instituto Salk

Aida Platero en el laboratorio del Instituto Salk

– Inaugurado en 1965, en el barrio de La Jolla, junto al mar y a escasos 20 minutos de San Diego, se encuentra el Instituto Salk, uno de los centros punteros en Biomedicina y Neurociencia ¿Por qué eligió este laboratorio?

– Aunque realicé algunas entrevistas en Europa, siempre había querido trabajar en Estados Unidos. El prestigio de la ciencia en el país, en cuanto a recursos, calidad y proyección, inclinó la balanza. Trabajo en el laboratorio del investigador Juan Carlos Izpisúa Belmonte.

– El doctor Izpisúa es una institución en el ámbito de la Biomedicina, ¿cómo es su laboratorio?

– Grande, dinámico y multicultural. Está integrado, hoy día, por 25 ó 30 investigadores postdoctorales procedentes de China, Japón, México, España, India y Turquía. El ambiente es muy ilusionante. También exigente. Siempre hay diversos proyectos en marcha, ¡trabajamos mucho! –sonríe-. En mi caso, colaboro en varios.

– Cuéntenos, por favor.

– Uno de los más ambiciosos es generar, a largo plazo, órganos humanos en cerdos para trasplantes en personas. Se trata de un estudio multidisciplinar liderado por mi compañero Jun Wu y colaboramos con diferentes centros de Estados Unidos y España –Hospital Clínic de Barcelona y Universidad Católica de Murcia-, que aportan su experiencia con animales de granja. Por nuestra parte, somos especialistas en unas células ‘inmaduras’, llamadas pluripotentes, que pueden dar lugar a células de cualquier tejido del organismo.

– ¿Cuál es el origen de este proyecto?

– Nace a partir de una realidad social: existe una mayor necesidad de trasplantes que donantes disponibles. Gracias a la tecnología actual, el objetivo es emplear células humanas, introducirlas dentro del embrión de cerdo y crear los órganos que después sirvan para ser trasplantados. No obstante, es un proceso muy complicado, entre otras cosas, porque tenemos que encontrar las células humanas idóneas capaces de integrarse y coincidir con el desarrollo del animal.

Aida Platero junto a sus compañeros de laboratorio

Aida Platero junto a sus compañeros de laboratorio

– ¿En qué otras líneas de investigación están trabajando?

– El estudio del envejecimiento. Analizamos cómo funciona este proceso. En concreto, empleando modelos de ratón, tratamos de comprobar si de alguna manera somos capaces de revertirlo, aliviarlo o mejorarlo aplicando una técnica denominada reprogramación celular.

– ¿Reprogramar células para intentar frenar el envejecimiento?

– Es un proceso fisiológico complejo y multifactorial. La mejor forma de estudiarlo es paso a paso. En 2006, cuando Shinya Yamanaka descubrió por primera vez las células inducidas pluripotentes (iPS, por sus siglas en inglés), describió una nueva manera de ‘reprogramar’ células adultas para convertirlas en otras capaces de dar lugar a cualquier tipo de célula de un organismo. Estos estudios, que comenzaron con los experimentos del británico John Gurdon en la década de los 60, provocaron un estallido en la ciencia y la tecnología brutal.

– ¿Cómo han conseguido extrapolar este descubrimiento a sus propios estudios?

– Nuestro objetivo es evidenciar lo que ya hemos visto in vitro, es decir, si al reprogramar las células éstas pierden algunos de los marcadores relacionados con el envejecimiento y somos capaces de aminorar sus efectos negativos en un organismo vivo, en este caso, un determinado modelo de ratón que presenta una mutación genética que causa una aceleración del proceso de envejecimiento.

– En colaboración con la Clínica CEMTRO de Madrid que dirige el doctor Pedro Guillén, trabajan en la producción de cartílago humano a partir de las mencionadas células iPS. ¿Qué les motivó a iniciar este proyecto?

– Hoy día, una persona que presenta un defecto en el cartílago articular de la rodilla, por ejemplo, necesita dos operaciones. Primero, para extraer un trozo sano de este cartílago que se ‘amplifica’ en cultivo –in vitro– con el objetivo de obtener un mayor número de células que serán posteriormente trasplantadas en el defecto de la articulación. Esta técnica funciona bastante bien pero cuenta con ciertas limitaciones como la edad, la necesidad de someterse a más de una intervención o la calidad de las células que se obtienen, ya que dependiendo del deterioro o del propio individuo ésta puede ser mejor o peor.

– ¿Cuál sería su principal aportación?

– Nuestro trabajo consiste en la utilización de células iPS, las cuales obtenemos del propio paciente, por ejemplo, de la piel o de grasa -ya que ambas requieren un proceso poco invasivo-, y las convertimos en células de cartílago que puedan trasplantarse y regenerar la articulación.

– ¿Qué retos científicos restan aún por alcanzar?

– Muchos. Estamos en ello. Me interesa especialmente el campo de la regeneración. Hoy día contamos con una tecnología muy innovadora como las células iPS o la posibilidad de editar el genoma. El camino es utilizar esas herramientas para activar regeneración en tejidos que no tienen ese poder por sí mismos, y hacerlo directamente in situ, es decir, que estos se regeneren sin necesidad de trasplantar células externas en ellos. Eso sería fantástico.

– Por ejemplo…

– Para reparar algunas partes del cerebro que son dañadas durante traumas, infartos cerebrales o enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.

– Y la ciencia, ¿necesita regenerarse?

– En España hay que renovar el sistema que gestiona la ciencia. Es antiguo, estático, endogámico y no responde a las necesidades sociales del momento. Es necesario promover la ciencia y apostar por el conocimiento para conseguir una economía y progreso sostenibles, un modelo de sociedad más igualitario, justo, ecológico, autosuficiente y eficiente en cuanto a la utilización de recursos. Para ello necesitamos inversión, abogar por la investigación también como motor de la economía y progreso. La población debe exigirlo a sus gobernantes y es nuestro deber como científicos trasladarlo.

La investigadora en San Diego

La investigadora en San Diego

– ¿Existe algún tipo de estigma social aún arraigado en la figura del científico?

– Es posible. Necesitamos transmitir a la población la ilusión con la que el gremio trabaja en ciencia.

– Estudió en el colegio Hipólito Lobato y en el instituto Rodrigo Caro, ambos en Coria del Río, Sevilla. ¿Ha tenido siempre clara su vocación de científica?

– De pequeña me gustaba mucho escribir. Me encanta aprender, así que disfrutaba de todas las asignaturas: historia, literatura, física o biología. Incluso estudié ballet clásico en el Conservatorio de Danza de Sevilla. Siempre pensé que la investigación iría conmigo: es dinámica, multicultural, necesitas imaginación, aprendes cada día, viajas, tienes la oportunidad de descubrir cosas que nadie antes ha visto… ¡Y así ha sido!

– Por último, San Diego es la quinta ciudad más grande de Estados Unidos y uno de los destinos señalados por los turistas de todo el mundo. ¿Qué destaca de la costa californiana?

– Al principio el ‘choque’ fue grande. San Diego está muy extendida, constituida por barrios muy distantes entre sí y conectados por autovías. No me parecía muy cosmopolita. Cuando me acostumbré, la ciudad me ha sorprendido. Disfruto cada día. El clima no puede ser mas idóneo. Un sol maravilloso alumbra casi todo el año. Las playas son fantásticas y la naturaleza se aprecia en cada rincón. Los californianos respetan mucho el medio ambiente y saben disfrutarlo. Hay muchas actividades al aire libre. La población es muy activa y deportista.


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