Incendio en Doñana, la fatal combinación de altas temperaturas, sequía y viento
Una vez más, los efectivos del Plan Infoca demuestran su larga experiencia en la lucha y extinción de incendios forestales. 225 efectivos, 15 autobombas, 13 medios aéreos, maquinaria pesada y efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) han trabajado incansablemente para controlar el fuego originado en el entorno de Doñana el pasado sábado. Han tenido que vérselas con un incendio con una velocidad de propagación de 60 a 70 metros por minuto y una longitud de llamas que, sólo en superficie, rondaban los doce metros. La vegetación predominante en la zona está formada por bosque de pinos piñoneros, matorrales y pastos, combustible forestal que acumula mucha energía. El inicio del incendio, casi al anochecer, dificultó el trabajo de extinción de los medios aéreos. “Son una serie de factores que cuando, desgraciadamente coinciden, ni los sistemas más expertos y eficaces pueden tener respuesta inmediata. Lo primero es garantizar la seguridad de las personas”, explica Francisco Rodríguez Silva, ingeniero de Montes e investigador del Laboratorio de Incendios Forestales (LABIF) de la Universidad de Córdoba.
Las altas temperaturas que se están registrando este mes de junio son más propias, según los registros disponibles, de finales de julio y principios de agosto. “El final de la primavera y el arranque del verano están siendo desconcertantes”, indica el investigador, que añade que cada vez es más frecuente la colaboración entre especialistas en meteorología y los profesionales implicados en la lucha contra el fuego. “Los propios dispositivos de extinción cuentan con analistas especializados en interpretar este tipo de fenómenos meteorológicos. Esto permite ganar tiempo para prepararnos ante las situaciones que se puedan presentar”. Y añade, “llevamos años investigando, intentando conocer mejor el comportamiento de la naturaleza, pero claro, este trabajo científico es a largo plazo y costoso. Es necesario realizar experimentos en el propio monte. Nuestro laboratorio viene trabajando desde hace años con el apoyo logístico del Infoca en la generación de maquetas en el monte en épocas en la que el comportamiento del fuego no es tan agresivo. Esto nos permite crear modelos y sacar conclusiones”.
Para Rodríguez Silva, que lleva décadas investigando sobre incendios forestales, “la recurrencia de fuegos complejos, de mayor intensidad, es más repetida que en otras épocas. Afortunadamente, la experiencia en extinción de incendios en Andalucía es larga y ha ido generando en este años un protocolo que funciona con gran efectividad”.
La preocupante situación “obliga a investigadores y profesionales de la extinción de incendios a trabajar con mucho detalle en el conocimiento de los escenarios donde pueden propagarse los incendios con el fin de conocer con mayor grado de certidumbre cómo gestionar la seguridad de las poblaciones y, en cierta medida, cómo ordenar, de forma razonable, el combustible forestal. Elaborar cartografías temáticas previas de lo que puede ocurrir”, resalta Rodríguez Silva.
Cambio climático y gestión forestal
En cualquier caso, la vulnerabilidad del bosque de la cuenca mediterránea es creciente. Así lo considera el experto en cambio climático Hermelindo Castro, director del Centro Andaluz de Evaluación y Seguimiento del Cambio Global (CAESCG). “El bosque mediterráneo de encinas y alcornocales, como es el caso del entorno de Doñana y otras muchas zonas costeras, ha sido sustituido por enebros y sabinas, lo que representa un peligro debido a que el cambio climático va a generar, a lo largo del siglo XXI, un aumento de las temperaturas de entre 3 y 5 grados de media, y un descenso en algunos lugares de las precipitaciones del 20%”.
Este panorama de altas temperaturas y sequía prolongada va a requerir, en opinión de Castro, un esfuerzo por parte de los gestores del medio natural para poder prevenir las futuras catástrofes naturales derivadas del cambio climático y llevar a cabo una gestión más sostenible de los socioecosistemas, es decir, de los paisajes que han sido intervenidos por la acción del hombre.
A esto se suma la despoblación de las zonas rurales. “Cada vez hay menos personas que trabajen el campo. Esto hace que el monte tienda a recuperar su estadio primitivo. Esta falta de aprovechamiento de los montes, tanto públicos como privados, generan condiciones de biomasa inflamable y peligrosa que hace más vulnerable que nunca el territorio forestal ibérico”, destaca este doctor en Ciencias Biológicas.
Considera que es necesario seguir invirtiendo en dispositivos como el Infoca, en su opinión, “uno de los sistemas españoles más avanzados en la prevención y lucha contra los incendios forestales”, y no sólo en extinción, sino en materia de prevención. “Hacer tratamientos servícolas y forestales incluso utilizando el fuego contra el fuego, a través de quemas controladas, en lugares y con las herramientas adecuadas”, añade.
Para Castro, en el escenario que plantea el cambio global es necesario la combinación de tres miradas. Primera, la de los científicos que generan conocimiento. La segunda, la de los gestores que aplican este conocimiento en la gestión del medio natural. Y la tercera, la de la sociedad civil que tiene que colaborar con los dos anteriores en la adaptación al cambio global.
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