Revista i+Descubre
La reclusión derivada del estado alarma no ha supuesto ningún freno para la actividad de la comunidad científica andaluza. En pocas semanas, desde universidades y empresas se han lanzado numerosos proyectos que ponen en la COVID-19 el foco de la I+D+I. Química, inteligencia artificial, biotecnología, psicología o robótica para paliar los efectos de una pandemia global.
Si existe una medida absolutamente eficaz para pararle los pies al coronavirus SARS-COV-2 esa es, sin duda, quedarnos confinados en casa. En ausencia de vacunas, para evitar que el virus se expanda no nos queda otra que mantenernos lo suficientemente lejos los unos de los otros. Es más, los expertos en salud pública aseguran que es la única herramienta que tenemos disponible por el momento para contener la pandemia. Respetar el confinamiento, aunque resulte duro, es un ejercicio de responsabilidad colectiva que merece la pena.
El trabajo del salinero es una tradición ancestral cerca de desaparecer. Hoy día la ciencia se afana en rescatar y actualizar esta profesión en Andalucía manteniendo su esencia y ofreciendo nuevas formas de explotación como la producción de microalgas para la depuración de agua, la fabricación de cosméticos o la gastronomía, entre otras.
"Espera lo mejor, prepárate para lo peor y acepta lo que venga", reza un antiguo proverbio inglés. Una máxima que resume muy bien el punto de vista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con respecto a la actual epidemia del coronavirus SARS-CoV-2. Sus expertos sostienen que aún no se puede hablar de pandemia, que más bien estamos ante múltiples epidemias en distintos lugares del mundo causadas por un virus que no provoca enfermedad grave ni muertes a gran escala. Pero, paralelamente, instan a que nos organicemos por si la situación empeora.
De acuerdo a los datos recopilados en la rigurosa monitorización que desde hace años llevan a cabo instituciones como el Media and Climate Change Observatory y especialistas como Rogelio Fernández Reyes, de la Universidad de Sevilla, y Gemma Teso, de la Complutense de Madrid, en España la cobertura mediática del cambio climático aumentó en 2019 un 88,3% con respecto a los datos de 2018 (a escala internacional ese aumento se ha cifrado en un 73%). A juicio de Fernández Reyes y Teso, y a raíz de la reciente Cumbre del Clima (COP25, Madrid), se ha producido un auténtico “tsunami informativo en torno al cambio climático en las televisiones españolas, un fenómeno sin precedentes en la cobertura de las cumbres monitorizadas con anterioridad. Y son los medios públicos, nacionales y autonómicos, los que aglutinan el mayor volumen de piezas informativas emitidas”.
Especies invasoras como la cotorra argentina u otras que aún no lo son formalmente como el alga asiática son ya un denominador común de prensa y espacios informativos por su incidencia en ecosistemas cada vez más amplios de Andalucía. Los científicos que desarrollan en la comunidad autónoma sus trabajos para luchar contra ellas exponen las ventajas y desventajas de cada línea de trabajo, e inciden en que, más allá de los efectos económicos que puede tener su presencia, es un afán conservacionista, no siempre bien entendido, el que guía sus investigaciones.
Editorial
La conservación de la biodiversidad es, sin duda, la mejor vacuna frente la irrupción de algunas zoonosis inéditas y particularmente virulentas. El argumento, sobre el que insisten numerosos especialistas, bien puede trasladarse de la biología a la comunicación, porque la biodiversidad (de fuentes, de medios, de informaciones) también es imprescindible para garantizar una comunicación fiable en tiempos de incertidumbre. En un horizonte tan complejo como el que nos plantea la COVID de nada sirven los planteamientos reduccionistas y maniqueos que, con demasiada frecuencia, multiplican la angustia de los ciudadanos o, por el contrario, nos invitan a una peligrosa despreocupación. La inacción, en ambos casos, es la peor consecuencia de esa mirada monolítica en la que se nos hurtan demasiados matices.