23 de febrero de 2015

Benito de la Morena: Un científico apasionado por la juventud y la solidaridad

Fotografía ilustrativa de la noticia

Benito de la Morena es una de esas personas que interesa conocer, ya no sólo por sus méritos profesionales, sino porque tras ellos se encuentra alguien que nunca da la espalda ni se desvincula de la sociedad que le rodea y los problemas que a ella conciernen. No parece arriesgado afirmar que, en su persona, tan vocacional es su amor por la ciencia y el medio ambiente como su vertiente más solidaria. Tras una vida dedicada a la física atmosférica como Jefe de la Estación de Sondeos Atmosféricos en las instalaciones que el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) dispone en Huelva, llega el momento de la jubilación en apenas un mes

Imagen de Benito de la Morena durante su infancia.

Imagen de Benito de la Morena durante su infancia.

Nacido en Madrid un 10 de abril de 1950, Benito de la Morena se crió como hijo único en una familia de trabajadores. Aprendió de sus progenitores el valor y sentido del esfuerzo. Su padre trabajaba en dos sitios a la vez para llevar de alguna manera un plato de comida a casa mientras que su madre tenía que hacer maravillas con el dinero en unos tiempos complicados. “Unos tiempos quizás parecidos a los que hoy están pasando muchas familias”. Su padre falleció hace unos años, mientras que su madre aún vive, incluso practicando Tai-Chi con 90 años ya cumplidos. “Tenemos madre para rato”.

Muy deportista desde siempre, su vocación profesional se despertó con el montañismo. Benito de la Morena, en esos largos paseos que acostumbraba a dar por la sierra, se dejó impresionar por el reflejo de la luz del sol sobre la nieve, la meteorología y las nubes en el cielo siendo consciente de que quería dedicar su vida a la ciencia. “Soy una persona profundamente enamorada del medio ambiente y estoy comprometido con él, pero siempre dentro de un equilibrio”. Hacía muchas marchas en solitario. “Siempre quise dormir al relente viendo el cielo estrellado”.

Incidente en el Mont Blanc

En su tercer año de carrera sufrió y superó un grave accidente en la cara norte del Mont Blanc, cumbre más alta de la cordillera de los Alpes (4.810 metros de altura). “He tenido la suerte de estar en el Mont Blanc, aunque casi me costase la vida…”. A 3.800 metros de altitud sufrió una caída y se deslizó unos seiscientos metros durante el descenso. Le dieron por fallecido y fue él mismo quien debió esforzarse durante horas para salir de allí. Estuvo convaleciente, tanto física como mentalmente, durante año y medio aproximadamente. César Pérez de Tudela, famoso montañero y periodista, incluso le hizo una entrevista por lo increíble de que siguiese con vida. “Tuve que hacer un gran esfuerzo para recuperar una mente colapsada por el impacto emocional que supuso aquel accidente. Todo aquello me hizo vivir la vida desde una reflexión muy profunda pero me enganchó incluso más a la montaña, no sólo el accidente, sino lo que es en sí la vida del montañero y todo lo que ella incluye”.

Finalmente, y tras el paréntesis obligado en su formación que le supuso el percance en el Mont Blanc, se licenció en Ciencias Físicas en 1975 por la Universidad Complutense de Madrid, realizando el doctorado en la Universidad de Granada en 1995 en la especialidad de Física Atmosférica. Cuando ni siquiera se estudiaba, Luís de Miguel, un profesor y jefe de departamento de Geomagnetismo que tuvo en el Instituto Geográfico Nacional en Madrid durante unas prácticas, le generó una creciente inquietud sobre la ionosfera, el sector atmosférico por dónde circulan todas las ondas de comunicación (radio, televisión, telefonía móvil…) y que años más tarde fue objeto de su estudio. “Mi primer trabajo en firme fue cumplir una ilusión, no ya la de encontrar un empleo, sino la de estudiar la ionosfera que tanto me interesaba. Siempre he tenido la inmensa suerte de desempeñarme profesionalmente en aquello que me gusta”.

Centro de experimentación de El Arenosillo, en Huelva  (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial).

Centro de experimentación de El Arenosillo, en Huelva (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial).

Primer contacto con el INTA

De naturaleza inquieta, antes de finalizar la carrera ya se movía en instituciones manejando diferentes opciones. Por aquel entonces le surgieron dos: el Instituto Geográfico Nacional en Madrid y el INTA en Huelva. Para sorpresa de sus más allegados, con veinticinco años, el montañero con su vida y amistades en Madrid, daba un giro radical y se marchaba a Huelva. Tras un periodo formativo, comenzó a trabajar en el INTA junto a su por entonces novia y luego mujer Lola García Andreu. “Fue un regalo de Dios. Llegué, la conocí, me encantó y también yo le debí caer bien…”. No sólo el trabajo sino también el amor decidieron. Desde entonces, treinta y ocho años de carrera profesional y los mismos de matrimonio. “Fue una etapa preciosa en la que vivíamos el día a día juntos”. Cuando habla de su esposa es evidente no sólo su amor y cariño, sino su admiración y agradecimiento a su compañera de vida en todos los aspectos. “No he sentido nunca la presión de mi mujer respecto al trabajo, sino su apoyo. Ella ha respetado siempre mis motivaciones y filosofía, pero también me ha dicho las cosas claras cuando lo he necesitado siendo de una gran ayuda. Ha sido muy fácil compatibilizar vida profesional y personal porque he tenido a mi lado una persona muy competente y comprensiva”. Va más allá y deja claro que Lola, como a ella le gusta que la llamen, es una parte fundamental e indispensable también en el día a día de su trayectoria profesional. “Cuando tengo que escribir algo, opinar o ir a una reunión de cierta importancia, normalmente hablo con ella primero. La decisión final es mía, por supuesto, pero sus puntos de vista son de gran utilidad. Siempre tengo la ayuda de su comentario y creo que es importante porque ese apoyo hace pareja”.

Desde 1976, Benito de la Morena es Jefe de la Estación de Sondeos Atmosféricos del INTA en El Arenosillo (Huelva) dependiente del Departamento de Observación de la Tierra, Teledetección y Atmósfera. La línea actual de su grupo de investigación es la observación de la atmósfera respecto al ozono, las radiaciones ultravioleta, aerosoles, radio-propagación ionosférica y contaminación. Allí, exceptuando el periodo de Delegado Provincial de la Agencia de Medio Ambiente de Huelva (1984-87), ha desarrollado sus treinta y ocho años de vida profesional que ahora tocan a su fin con una más que merecida jubilación.

En la primera década de su vida profesional destaca como gran apoyo a Juan María Cisneros, físico y primer jefe, además de su gran valedor a la hora de ingresar en el INTA. “Incluso era permisivo cuando me escapaba a Huelva para visitar a mi novia”. También al Padre jesuita Luís Alberca, que fue Director del Observatorio del Ebro, un centro en el que de alguna manera aprendió una filosofía del trabajo durante una etapa en la que estuvo formándose en prácticas, creciendo también en el plano personal y espiritual. En este sentido, confiesa haber pasado por diversas etapas en su fe religiosa, pero se considera y denomina como un creyente con los pies en la tierra que no deja de hacerse preguntas. “Me gusta hacerlas desde dentro de la Iglesia, no desde fuera”. El Padre Alberca tuvo una gran influencia en ello con sus reflexiones, puntos de vista y comentarios de esa época.

En su amplia carrera no acierta a destacar algo en concreto con lo que se sienta más satisfecho, sino que la valora en su cómputo global sintiéndose muy afortunado. “Siempre me ha gustado la creatividad. He tenido la gran suerte de desarrollar mi trabajo, en cualquier de las áreas en la que me haya encontrado, creando cosas. Digamos que he ido generando, no ilusiones, sino realidades. De lo que me puedo sentir quizás más satisfecho sea de los fracasos, porque ellos me han permitido corregir defectos y errores”. Considera un gran privilegio el haber trabajado durante tanto tiempo en lo que siempre ha querido. “En el tema de las radiaciones, por ejemplo, he tenido la gran suerte de que siempre me ha tocado innovar. El primer medidor de ozono estratosférico que hubo en España lo tenemos en ‘El Arenosillo’ y yo fui la primera persona que estuvo midiendo el ozono en España”. Al hablar de su trabajo, la pasión desborda sus palabras y se percibe un sano orgullo por todo lo que ha conseguido a base de sudor y dedicación. “Siempre me obsesionó que si emprendía una actividad tenía que intentar hacerlo lo mejor posible, no la inexistente perfección, pero sí dar lo mejor de mi. No se trata únicamente de un compromiso personal conmigo mismo sino también con los demás. Lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Compromiso con los jóvenes

Repasando su dilatada trayectoria profesional, uno puede pensar que Benito de la Morena no ha tenido tiempo para nada más. No es el caso. Siempre dispuesto a echar una mano, su pasión por la solidaridad está a la altura de su desempeño profesional. Desde hace unos años, puso en marcha “Solidaridad por el empleo”, una base de datos que coordina con Felipe Vázquez, un joven amigo telemático, creada con objeto de convertirse en un canal de oportunidades laborales y formativas para toda aquella persona en situación de desempleo, especialmente el colectivo juvenil universitario. “El problema actual es que los jóvenes han seguido unos caminos marcados por el ‘sistema’ pensando en llegar a un destino y no se llega porque quizás deberían haber sido otros diferentes más adecuados a la personalidad de cada uno, algo en lo que profundizamos poco pues la presión social y familiar es grande y agobia. Lo complicado para el joven es saber cuándo abandonar ese camino teledirigido y dar el necesario giro”.

Su fe en la juventud se deja notar en cada palabra, al igual que su latente compromiso social. “Creo en Dios y en los jóvenes. La juventud puede lograr cualquier cosa en cuanto se lo permitan”. Recurriendo a un proverbio Masai, una tribu africana, y que suele utilizar en sus conferencias, pone de manifiesto que la juventud debe poner sus normas y no dejarse solo llevar por la “experiencia” de la generación anterior. “El mundo no lo hemos heredado de nuestros padres, nos lo han prestado nuestros hijos”. En relación a esto, aboga por la lucha social pero dentro de unos límites. “Debe hacerse desde el conocimiento. El mundo realmente es de ellos y de los que vendrán luego”.

Respecto a sus aficiones, tiene varias con las que desconecta. Leer ocupa gran parte de su tiempo libre. “Cada etapa de la vida tiene su literatura”. Amante de los libros de divulgación pero con cierta profundidad. Ahora que llega la jubilación tiene pensado dedicarle más tiempo a la Historia, un tema que le encanta pero del que no ha podido leer tanto como querría. Escribir también se ha convertido en una de sus actividades preferidas, colaborando con algunos artículos en el Diario Huelva Buenas Noticias, en los que va desde la religión hasta la política internacional, pasando por la violencia de género, lo que nos permite una vez más hacernos una idea de su carácter inquieto y comprometido con el mundo en el que vive. El comer bien, pero no en cantidad y siempre con vino Ribera, le encanta, en lo que seguro su esposa y excelente cocinera influye cuando le prepara su plato preferido: caldo de cocido madrileño.

Luego está su particular relación con la música. Le gusta, pero dice no entenderla. Confiesa tener muy mal oído musical, a diferencia de su hijo Álvaro, ahora en Estados Unidos formándose. “Eres hijo único, aprovecha la oportunidad”. Siente pasión por él y se nota tanto en la calidez de su voz cuando lo nombra como en el contenido de sus palabras. “Está en una etapa de la vida fantástica y en estos últimos cuatro años, ahora que tiene treinta, hemos alcanzado un nivel de entendimiento que antes lógicamente era más difícil por cuestiones de la edad”.

Viajar, el deporte y tener amigos completan sus aficiones, aunque valora muy positivamente la soledad hasta el extremo de necesitarla. “Sé disfrutarla. Me gusta dedicarme a la gente, pero desde mi propia introversión. Necesito de mis momentos internos para luego transmitirme a los demás. Cargo pilas estando sólo”.

El cambio climático es uno de los tantos temas que trata habitualmente tanto en sus conferencias y charlas como en sus artículos. “Tan malo es el fanatismo conservador, como el fanatismo ambientalista, aunque ellos desde su ‘extremo’ no lo perciban, pues la razón y la inteligencia debe prevalecer siempre por encima del radicalismo”. Considera que el ciudadano de a pie tiene que concienciarse de que con actuar positivamente en su propio entorno puede colaborar, aunque su radio de acción sea muy limitado. “Lo importante es conservar la calidad de vida durante el periodo de tu existencia, no sólo la tuya sino también la ajena: la de la biosfera, los océanos, incluso la de tu vecina… Sería muy interesante si fuéramos capaces de transmitir a la gente que existe un tiempo determinado para la existencia del planeta Tierra, que no tiene absolutamente nada que ver con lo que nosotros hagamos dentro. Se trata de asumir el concepto de la ‘muerte del planeta’, algo difícil cuando ni siquiera somos capaces de asumir el concepto de la muerte de la persona”.

Insiste en lo maniatados que estamos hoy en día y deja claro que la responsabilidad es a mayor escala. “El ser humano y la especie humana tienen un periodo de vida limitado. La tecnología ha avanzado de una manera exponencial, y si lo aplicas en relación al desarrollo de nuestra capacidad intelectual, la diferencia es abismal. Nuestra capacidad intelectual se ha estancado y no evoluciona como debería” Echa en falta en nuestros días una mayor reflexión de los temas, la tan vieja como sana costumbre de meditar, charlar y debatir sobre ellos, en lo que sin duda para el científico mucha culpa recae en los medios de comunicación, en especial la televisión. “Nos manipulan en su beneficio. Aplicado al cambio climático, cada uno dice lo que le conviene. Unos queriendo defender lo indefendible y otros aprovechándose de esa situación para crear un problema”.

Para Benito de la Morena, las perspectivas de futuro no son muy halagüeñas respecto al cambio climático, no por que no existan soluciones, sino porque no interesa ponerlas en marcha principalmente por motivos económicos. “El problema radica en que existen una serie de prioridades en el planeta muy diferentes a las que a ciertos sectores sociales les interesa. Es un problema de la especie humana, la única que tiende a su auto-aniquilación”.

Imgen de Benito de la Morena, junto al pintor onubense José María Franco, en la Cofradía Internacional de Investigadores.

Imgen de Benito de la Morena, junto al pintor onubense José María Franco, en la Cofradía Internacional de Investigadores.

Divulgador y docente

En su vertiente académica, también ha aprovechado el tiempo con creces. Intenso divulgador de la ciencia y conferenciante, es Académico Numerario de la Academia Iberoamericana de la Rábida en Huelva. En el futuro más inmediato, tras su jubilación en el INTA el mes que viene, proseguirá además con la Subdirección del Máster de Sistemas Aéreos controlados de forma remota (RPAS) durante al menos dos años y que imparte en la Universidad de Huelva, un proyecto que le genera gran ilusión y entusiasmo. “La gente asocia los drones con un concepto destructivo y militar, pero tienen muchas más aplicaciones. De todas formas, el futuro son los aviones no tripulados, es decir controlados por piloto remoto. Las próximas generaciones serán testigos de cómo es posible volar a cualquier parte del mundo sin necesidad de piloto en el avión. Ese es el futuro de la tecnología de la aviación”.

Por otro lado, ha sido colaborador de diversos medios de comunicación en Huelva y Andalucía tanto de radio, como prensa y televisión y tiene pensado continuar e intensificar en la medida de lo posible sus conferencias divulgativas para intentar devolver a la sociedad los conocimientos que, según sus palabras, ella misma le regaló. “Hoy en día soy un conferenciante, un divulgador, me encanta comunicar con los demás. Es una gran satisfacción personal por ejemplo ir a dar una charla sobre el Universo a los presos de la cárcel de Huelva y comprobar que soy capaz de que entiendan de qué hablo y se planteen preguntas”

Entre sus reflexiones se percibe la nostalgia por su época en la montaña, por aquellas noches mirando al cielo y contando estrellas, como añorando que en la sociedad actual esos placeres se vayan perdiendo en detrimento de otros más banales y superfluos. “¿Qué nos falta al ser humano? Sensibilidad. Una de las formas de conseguirla es simplemente dejando la mirada perdida en una noche estrellada y preguntándote ante esa inmensidad y magnitud del Universo. ¿Y yo qué soy? ¿Qué hago aquí? Porque a veces nos creemos dioses…”.

Además de recibir siete designaciones de interés científico, Benito de la Morena ha sido premiado con la Cruz del Mérito Aeronáutico con distintivo blanco, el Premio Andalucía Medio Ambiente en 2012 como reconocimiento a su trayectoria profesional y, posteriormente, el Premio Huelva Andalucía 2013 en Educación e Investigación, aunque para él eso es lo de menos. No hay mejor resumen ni final como cierre de este viaje por su vida y carrera que sus propias palabras, las mismas que lo reflejan todo. “Mi ego lo tengo más que superado hace tiempo. No se trata de ensalzar mi figura, ni mucho menos, sino que algún tercero extraiga algo positivo de mi trayectoria y lo aplique en su vida. Esa sería, sin duda, mi mejor recompensa respecto a este artículo”.


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