Málaga /
20 de marzo de 2023

Resina con desechos del tomate para ‘vestir’ el interior de latas de conserva

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Amalia Rodríguez / Fundación Descubre

Estos recipientes presentan en su interior una capa aislante, para preservar los alimentos. Muchos contienen bisfenol A, más conocido como BPA, un compuesto químico que desde 2022 está prohibido fabricar en España. Como alternativa, un equipo internacional de investigadores liderados por el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ ha convertido el orujo de tomate en una laca biodegradable que repele el agua y se adhiere con mayor firmeza al metal, además de ser anticorrosiva e inocua para el medio ambiente. 

Con miles de años de vida, aunque a Europa llegó como planta ornamental en mediados del siglo XVI, poco después del descubrimiento de América, y no fue hasta el siglo XVIII cuando se empleara en la cocina, el tomate es una hortaliza con múltiples propiedades nutricionales (contiene hierro, fibra y vitaminas) que representa además uno de los ingredientes esenciales de la dieta mediterránea. Los primeros tomates que llegaron al viejo continente eran de una variedad amarilla y, por eso, en Italia lo bautizaron pomodoro, ‘manzana de oro’. En España se castellanizó su nombre azteca, ‘tomatl’, que significaba ‘fruta hinchada’.

Si la historia del tomate resulta curiosa, también lo es su uso más allá de los fogones. Su piel sirvió hace unos años a un equipo internacional de expertos, dirigidos por investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, en Málaga, y el Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla. Ahora, esos mismos expertos han convertido otras partes de esta hortaliza en una laca para recubrir la parte interior de envases metálicos de alimentos como las latas de conservas, un ‘vestido’ a medida que los preserva del contacto directo con el metal o aluminio del que está hecho el envase.

Para ello, han reutilizado resinas de orujo de tomate, es decir, los subproductos que se producen después de procesar el tomate para hacer gazpachos, salsas o zumos y que está formado por semillas, pieles y pequeños restos de ramas.

Hasta ahora, el orujo de tomate no tenía valor. Se ha considerado un desecho y por eso se elimina como residuo sólido, se quema, o, en una pequeña proporción, se destina para alimentación animal por su bajo valor nutricional.

Tras este estudio, publicado en la revista Journal of Cleaner Production, los desperdicios del tomate tienen una nueva vida en el sector de la alimentación. “Partiendo de un residuo, obtenemos una materia prima ecológica y sostenible, con un impacto ambiental muy bajo, ya que reducimos la generación de basura y al mismo tiempo minimizamos la extracción de recursos fósiles para la fabricación de estos mismos recipientes”, explica a la Fundación Descubre el investigador del Instituto Hortofrutícultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’, Alejandro Heredia.

Equipo del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ (CSIC-Universidad de Málaga)

Equipo del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ (CSIC-Universidad de Málaga) responsables de este trabajo. Foto: Isabel Díaz.

Laca hidrófoba, adherente y anticorrosiva

Entre las principales características de esta resina vegetal, destacan las siguientes:

  • Es hidrófoba, es decir, repele el agua.
  • Se adhiere firmemente al metal de la lata que recubre
  • Presenta propiedades anticorrosivas frente a la sal y cualquier líquido.

Todas estas cualidades hacen de la resina de orujo de tomate una alternativa biodegradable e inocua al medio ambiente frente a las actuales, que contienen bisfenol A, más conocido como BPA. “Este compuesto químico industrial protege a los alimentos, pero al mismo tiempo desprende partículas que interfieren en la salud humana. Pasa a la comida como un disruptor endocrino, como hormonas, y se asocia a la aparición de enfermedades como el cáncer, la diabetes y problemas de crecimiento en bebés y adolescentes”, apunta Heredia.

Proceso de obtención de la resina a partir de desechos de orujo de tomate

Proceso de obtención de la resina a partir de desechos de orujo de tomate. Foto: Isabel Díaz.

Pruebas con comida simulada

Para corroborar las propiedades de la laca biológica, los expertos realizaron pruebas con simulantes de comida, como establece la normativa de la Unión Europea para plásticos en contacto con alimentos. “Usamos productos que limitan el comportamiento de un grupo de alimentos que tienen características parecidas. Por ejemplo, usamos disoluciones de etanol como si fueran sopas, aceites a modo de cremas y polímeros absorbentes como comida seca”, detalla el responsable del estudio.

Más allá de identificar las características de esta laca, los expertos evaluaron el impacto ambiental de la fabricación de esta resina. “La obtención de la resina de orujo de tomate produce menos dióxido de carbono que la de BPA. Y en caso de no emplear el orujo de tomate y eliminarlo mediante su quema, la contaminación que produce también es mayor que la reutilización como resina”, puntualiza Heredia.

resina expuesta latas de conservas

Resina expuesta sobre latas de conservas y otros envases. Foto: Isabel Díaz.

En paralelo, también identificaron los efectos que provoca la producción de esta resina sobre la salud humana. “Los niveles de impacto son escasos en comparación con la incidencia que tiene el empleo de BPA en productos de uso diario”, advierte el investigador de La Mayora.

Tras realizar ensayos con simulantes alimenticios, el siguiente paso es comprobar la reacción de la resina con comida real. “Cogeríamos salsa de tomate, de atún, y tras esterilizar la lata y aplicarle la resina, conservaríamos el alimento para comprobar si soporta las condiciones reales”, sostiene Heredia.

Una nueva aplicación científica de los residuos del tomate que demuestra una vez más, como dice el refranero popular, que a todo le sienta bien el tomate menos a las gachas y al chocolate.

Más información en #CienciaDirecta: Desarrollan resinas con desechos de tomate para recubrir el interior de latas y envases de alimentos 


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