Un estudio liderado por el Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide demuestra que dormir bien puede ayudar a recuperar los recuerdos más débiles. Además, señala que restringir el sueño a 4 horas en una sola noche dificulta la adquisición de nuevas memorias al día siguiente.
El estudio ‘Weakly encoded memories due to acute sleep restriction can be rescued after one night of recovery sleep’, liderado por Mercedes Atienza, catedrática de Fisiología de la Universidad Pablo de Olavide, y en el cual han participado los investigadores de la misma universidad Daniel Baena y José Luis Cantero en colaboración con Lluis Fuentemilla, del grupo de Cognición y Plasticidad Cerebral en el Instituto de Investigación Biomédica de BellVitge (IDIBELL), ha evaluado la contribución del sueño a la adquisición y consolidación de la memoria en estudiantes universitarios y ha arrojado dos hallazgos importantes. En primer lugar, la investigación demuestra que restringir el sueño a 4 horas en una sola noche dificulta la adquisición de nuevas memorias al día siguiente.
Este hecho tiene una gran relevancia social ya que irse a dormir tarde es una práctica habitual en diferentes sectores de la población, incluidos niños y adolescentes. En segundo lugar, la investigación también demuestra que una duración ‘normal’ de sueño, que para la mayoría de las personas jóvenes oscilaría entre 7 y 8 horas, podría revertir estos efectos.
“La buena noticia es que el hecho de que una memoria sea débil no significa que esté condenada al olvido”, explica Mercedes Atienza. El estudio demuestra que el sueño nocturno posterior a la adquisición de las nuevas memorias contribuye sobre todo a fortalecer aquellas memorias que son más lábiles. ¿Cómo lo hace? “Cuando recuperamos los detalles de un evento, vuelven a activarse parte de los circuitos cerebrales que se habían activado durante la adquisición inicial de ese evento”, afirma la investigadora, que subraya que el estudio demuestra por primera vez que el sueño mejora el recuerdo de las memorias más débiles contribuyendo a prolongar este proceso de reactivación. “Esta recuperación podría facilitarse no solo a través del sueño nocturno, sino también a través de una siesta”, matiza.
La investigación se realizó en personas jóvenes, todas ellas universitarias. A la mitad de ellas se les permitió dormir 8 horas mientras que a la otra mitad solo se les permitió dormir durante las últimas 4 horas de la noche. Al día siguiente, ambos grupos tuvieron que memorizar pares de caras de personajes famosos. Cada par de caras se presentó cuatro veces a lo largo de la prueba, de manera que se pudo evaluar cuán consistente era el patrón de actividad eléctrica cerebral asociado a cada una de las repeticiones. Estudios previos han mostrado que cuanto mayor es la consistencia de la actividad cerebral tras varias repeticiones del mismo evento más fuerte es la representación neural de ese evento y mayor la probabilidad de que éste se recuerde posteriormente. Esta consistencia y por tanto la fuerza de la memoria se vio claramente comprometida en el grupo que fue sometido a la restricción de sueño.
Sin embargo, tras permitirles dormir un periodo de 8 horas en la noche siguiente al experimento, los dos grupos de participantes mostraron una ejecución muy similar en la prueba de memoria. Aunque la reactivación cerebral asociada al proceso de recuperación también fue comparable en ambos grupos, el grupo que había sufrido restricción de sueño mostró una reactivación más prolongada en el tiempo. Finalmente, los investigadores se preguntaron si el sueño de la noche siguiente podía estar contribuyendo a este cambio. “Y hallamos que, efectivamente, el grado de acoplamiento entre las ondas lentas y los husos de sueño, dos eventos neurofisiológicos que caracterizan al sueño de ondas lentas, estaba asociado al proceso de reactivación cerebral y a la recuperación de la memoria”, explica Mercedes Atienza. La reactivación más prolongada ayudó a las personas que habían sufrido restricciones de sueño a recuperar los recuerdos más débiles.
En definitiva, el estudio demuestra que aun cuando dormir poco pueda afectar negativamente al proceso de formación de la memoria, dichos efectos podrían revertirse si la duración del siguiente periodo de sueño es ‘normal’. “Pero sin en vez de eso, se produce una restricción crónica de sueño, algo bastante frecuente en nuestra sociedad actual, la memoria podría volverse vulnerable”, advierte la investigadora.
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