Investigadores almerienses han logrado que las larvas de la mosca soldado negra aumenten sus niveles de algunos ácidos grasos al alimentarlos con desechos de pescado. Este trabajo convierte un residuo pesquero en materia prima con la que elaborar un alimento de mayor calidad para la acuicultura.
La población humana crece, según la ONU 7.600 millones de personas en 2017, y obliga a mayor producción de alimentos, de forma sostenible o el problema se multiplica. Los insectos aparecen como una de las opciones viables para cubrir esta necesidad alimentaria. Bien a través del consumo directo (la entomofagia), o empleándolos como alimento para el ganado y la acuicultura.
En esta línea trabajan investigadores de dos grupos de la Universidad de Almería, que han obtenido harinas de insectos enriquecidas con omega 3, considerado saludable como nutriente. En concreto, han logrado que las larvas de la mosca soldado negra mejoren sus propiedades como alimento para especies acuícolas.
El trabajo de los expertos permite que el insecto mejore sus propiedades. La harina de pescado es un recurso extraíble que se sobreexplota y, por tanto, el crecimiento de la acuicultura no puede depender la harina de pescado. “Uno de los objetivos prioritarios de la acuicultura es obtener materias primas, como la harina de insectos, que sustituyan a la harina de pescado y que sean económica y medioambientalmente sostenibles”, señala a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Almería Fernando Barroso, uno de los autores del estudio.
El objetivo del trabajo se centra en averiguar si las larvas de la mosca negra resultan una opción óptima para obtener una harina rica en ácidos grasos omega 3, con las propiedades saludables similares a la de pescado. “El resultado ha sido mejor de lo esperado, los insectos bioacumularon notablemente las grasas saludables que contenía el pescado”, añade Barroso. Para entender los niveles alcanzados, la ingesta diaria recomendada para los seres humanos de estos ácidos grasos se lograría con 150 gramos de harina de este insecto.
La acumulación de esos ácidos grasos genera beneficios para el desarrollo fisiológico, además de reducir los riesgos de infarto o mejorar la actividad cerebral, como apunta Barroso.
La segunda ventaja que la investigación ha permitido es medioambiental. “Hemos comprobado que estos insectos son una herramienta adecuada para transformar el problema de los residuos de pescado en una nueva materia prima”, indica el investigador de la Universidad de Almería.
La normativa obliga a los pesqueros a no arrojar al mar las capturas que carecen de valor comercial y llevarlas a puerto, donde pueden ser utilizados por una industria harinera. “Pero si no existe, no saben qué hacer con esos descartes y, gracias a esta investigación, logramos otra forma de reutilización”, informa Fernando Barroso. El trabajo ha contado con la financiación parcial de la Organización de Productores Pesqueros de Almería.
Comer insectos
La producción de insectos es más sostenible que el resto de producciones animales. “Resultan más eficaces en la conversión de alimentos, requieren menos tierra y agua, generan bajas emisiones de gases de efecto invernadero y amoniaco, además se adaptan muy bien a ingerir subproductos alimenticios”, informa el investigador de la Universidad de Almería.
El equipo investigador continúa sus proyectos sobre las posibilidades de los insectos como alimento. “Estudiamos, con el apoyo del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria) y en colaboración con el ITACyL (Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León), y la Universidad de Granada, la sustitución en la dieta de trucha de la harina de pescado por harina de mosca soldado negra y de gusano de la harina”, informa.
Se ha producido un resurgir de la investigación de los llamados nuevos alimentos. Sobre todo tras la aprobación por la UE de un reglamento que incluye a los insectos para el consumo humano. Los insectos son ricos en micronutrientes como el cobre, el hierro, el magnesio, el manganeso, el fósforo, el selenio y el cinc, así como en riboflavina (vitamina B2) y en algunos casos en ácido fólico, indica Fernando Barroso. El futuro ya está aquí, y es nutritivo e invertebrado.
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