Pedro Jesús Feria Vázquez, doctor en Historia: “El desarrollo de la sociedad civil es básico para la democracia”
Autoría: José Teodoro del Pozo / Fundación Descubre
Asesoría científica: Pedro Jesús Feria.
Pedro Jesús Feria, Universidad Austral (Valdivia, Chile)
Pedro Jesús Feria Vázquez, Huelva, 1976, es doctor en Historia por la Universidad de Huelva. Durante siete años fue profesor de Historia Contemporánea en la Onubense, la misma entidad en la que finalizó su doctorado en el año 2013. Desde julio de 2017 reside en Chile, donde trabaja como docente e investigador en la Universidad Austral, ubicada en la ciudad de Valdivia, al sur del país. En esta institución desarrolla, entre otras tareas académicas, una investigación centrada en revelar el papel de la sociedad civil chilena en la derrota del régimen dictatorial de Pinochet a finales de los 80. Un estudio que, asevera, pone de manifiesto cómo el pueblo, ante situaciones de privación de libertad, al principio sometido y silenciado, siempre ha luchado para ser escuchado y para favorecer, en definitiva, el restablecimiento de la democracia.
– Pregunta (P): Comencemos por su faceta de escritor, en este caso, un escritor comprometido con la historia de su ciudad, Huelva, cuyo ayuntamiento le concedió el pasado mes de noviembre el XVII Premio Diego Díaz Hierro por su última obra: ‘Las cartas onubenses a “Radio España Independencia, Estación Pirenaica”; Crónicas de una Huelva oculta (1960-1969)’. ¿Qué intenta transmitir al lector a través de sus libros?
– Respuesta (R): Éste es ya mi tercer libro dedicado a la historia de mi ciudad. En 2009 publiqué ‘Protagonistas del cambio político’, sobre el proceso local de transición a la democracia, y en 2017 ‘La represión económica en la Provincia de Huelva durante la Guerra Civil y la Posguerra’. En general, pretendo transmitir la realidad de una provincia, Huelva, muchas veces abandonada, y ahora un poco más visible gracias a estos libros.
– P: Entre sus publicaciones más relevantes destacan aquellas relacionadas con el papel de la sociedad civil durante la transición a la democracia en nuestro país, entre 1975 y 1982. Para ubicarnos: ¿qué entendemos por sociedad civil?
– R: De los ciudadanos comunes y de los colectivos que estos forman para autocoordinarse, independientemente de los poderes públicos. Hablamos, principalmente, de las asociaciones cívicas, como son, por ejemplo, los grupos estudiantiles, los colectivos ecologistas, las asociaciones de mujeres o los clubs culturales. También sindicatos u otro tipo de organizaciones fuera del Estado y de los partidos políticos tradicionales.
– P: ¿Qué le llevó a desarrollar este tipo de investigaciones basadas en la historia social?
– R: Si echas un vistazo a los libros de historia, observas como la historiografía de la transición a la democracia en España se centra, principalmente, en líderes políticos, lo que se ha llamado la ‘Teoría de los pilotos del cambio’. Me interesó conocer el pasado más allá de esas figuras protagonistas y estudiar el comportamiento del conjunto de la población, las personas anónimas, siempre entre comillas.
– P: ¿Cuál fue el papel de la gente común ante aquellas figuras de la transición como Felipe González, Santiago Carrillo o Adolfo Suárez?
– R: Tuvieron la capacidad suficiente para actuar de forma autónoma respecto a esta élite política. Según se nos había dicho, esos líderes, con sus negociaciones y pactos, fueron los que trajeron la democracia a España, mientras que la sociedad civil tuvo escaso protagonismo, delegando su voz y confiando en la labor de los partidos políticos, pero no fue así. Fue capaz movilizarse por sí misma hasta jugar un papel reseñable en este período tan importante en nuestro país.
– P: ¿Cómo influyeron los pactos en la transición?
– R: Las movilizaciones promovidas por las asociaciones cívicas, que utilizaban métodos de presión tradicionales en estos casos-desde labores de concienciación como el reparto de octavillas y escritos de protesta hasta tácticas más agresivas como concentraciones, manifestaciones, encierros o huelgas- llegaron incluso a transformar políticas estatales.
– P: Era su forma de alzar la voz…
– R: Mediante sus movilizaciones, la sociedad civil hacía llegar su voz y constataba su agrado o desagrado con lo que estaba sucediendo en las mesas de negociaciones, imponiendo así límites o condiciones a los pactos de todos los líderes políticos. Estos no desconocían que a la hora de negociar su fuerza descansaba precisamente en sus apoyos populares, por lo que eran conscientes que debían satisfacer las demandas de quienes les votaban o podían arriesgarse a perder ese apoyo, e incluso a una fuerte contestación callejera.
– P: Volvamos a su trabajo actual en la Universidad Austral, donde lleva más de cinco meses estudiando la transición a la democracia en Chile durante los años 80. Países y culturas distintas, pero resultados similares. ¿Por qué la sociedad civil juega un rol tan parecido en ambos territorios?
– R: A pesar de las diferencias en el contexto histórico entre España y Latinoamérica, hay bastantes similitudes, efectivamente, respecto al papel de la población. Las diferentes asociaciones cívicas que se organizaron durante los respectivos procesos de transición buscaban responder a unas necesidades que tenía la sociedad civil y que el Estado, las dictaduras de entonces, eran incapaces satisfacer. Padecían problemas comunes como la pobreza, el desempleo, la desigualdad, la falta de infraestructuras básicas como luz, agua o alcantarillado o la carencia de hospitales y escuelas; y los distintos regímenes se habían desentendido de ellos. Entonces el pueblo se autocoordinó y trató de encontrar remedio a esas miserias.
– P: ¿Y qué le ha sorprendido más?
– R: El modus operandi de las asociaciones, en ambos países, Chile y España, estaba basado en una organización totalmente asamblearia, democrática. Esto es muy importante ya que, al fin y al cabo, eran sociedades dictatoriales donde nunca se pedía la opinión de la ciudadanía; tampoco había cauces para esa protesta pacífica contra el sistema o para hacer llegar las quejas al Estado, caracterizado por un gobierno corrupto e ineficaz que no escuchaba al pueblo.
– P: Entonces, digamos, estas asociaciones fueron muchas veces una escuela de democracia.
– R: Efectivamente. Allí los ciudadanos comenzaron a familiarizarse con los elementos propios de una democracia, esto es, el debate público, el intercambio pacífico de ideas, los mecanismos de negociación o los sistemas de votación.
– P: Permítame girar hacia el papel que desempeñó la prensa, ¿cuál fue su rol en ambos periodos de transición?
– R: En su mayor parte, la prensa estaba controlada por los distintos regímenes. La ‘convencional’ no prestaba atención ni a los problemas diarios de la gente común ni a sus movilizaciones. En consecuencia, las asociaciones comenzaron a editar sus propios boletines, hojas volantes, folletos, panfletos o periódicos; y siempre de una forma muy rudimentaria, en fotocopias o escritos a máquina, por ejemplo. El objetivo era que su voz llegara a toda la ciudadanía. Muy pronto fue apareciendo también una prensa crítica que, sorteando la censura y presiones -a veces brutales-, pudieron romper el monopolio informativo del Estado.
– P: Su especialidad es la historiografía de una época, la transición, relativamente reciente, donde no podía recurrir a la prensa convencional –normalmente monopolizada por el Estado- y donde la ausencia de archivos es patente. ¿Cómo es posible documentarse para desarrollar un trabajo de investigación de este tipo?
– R: Buena pregunta. A la hora de estudiar la historia de los movimientos sociales es difícil llegar a la documentación primaria, ya que las asociaciones o no disponían de archivos o si los tenían muchas veces estaban perdidos o estropeados por deficiencias de almacenamiento; o incluso se tiraron para hacer sitio a más documentos. Posiblemente la fuente documental que más nos ayuda es la historia oral, es decir, las entrevistas.
– P: ¿En qué consisten?
– R: Se trata de localizar testigos de la época y, mediante un guion previamente preparado, conocer sus vivencias, opiniones o puntos de vista de lo que sucedió. De esta manera, la combinación de la historia oral con la bibliografía y el material archivístico recuperado de la época permite estudiar los movimientos sociales.
– P: Antes de concluir, ¿por qué es relevante promover estudios sociales de este tipo?
– R: La historia social contribuye, básicamente, a encontrar pautas, modelos de comportamiento que también nos ayuden a prever futuras conductas sociales aplicables a las sociedades humanas de cualquier país. Además, es un área que estudia numerosas facetas de ellas: economía, pensamiento, sociedad, cultura… variables que influyen de manera considerable en el devenir histórico, y que por ello merecen atención.
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