Olivares de secano, aliados contra el cambio climático
Un equipo de investigación del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC) ha aplicado dos abonos orgánicos procedentes de residuos vegetales que retienen 50% más de carbono en los suelos que los abonos convencionales. Así, éstos evitan las emisiones de CO2, gas de efecto invernadero, a la atmósfera y se transforman en nutrientes para los olivos.
El geógrafo e historiador andalusí Al-Udri (1003-1805 d.C) relató en la ‘Cora de Tudmir’ la existencia de un olivo milagroso. Cuenta esta crónica islámica de más de 1.000 años de antigüedad que el árbol estaba situado junto a una iglesia mozárabe del este de Andalucía. De él se decía que maduraba aceitunas todos los días y crecía en tierra sagrada, a la que acudían cientos de peregrinos a recoger el fruto. Otras versiones de la historia aún anteriores, recogidas en el ‘Martirologio de Adón’ (859 d.C), cuentan que el olivo creció sobre la tumba de un santo.
Ambas crónicas, escritas en distintas épocas, poseen un punto en común, y es que la tierra en la que estaba situado aquel árbol tenía algo especial que le aportaba su condición milagrosa.
Si esta historia se alejara de los milagros y se trasladara al terreno de lo real, la ciencia podría afirmar que hay elementos beneficiosos, como el carbono, que se encuentran en la tierra de estos cultivos y que poseen un doble propósito:
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Enriquecer el sustrato del que se alimentan las raíces.
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Combatir los efectos del cambio climático.
En estas cuestiones se centra un equipo de investigación del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC), que ha aplicado dos abonos que aumentan la captura de CO2 en el suelo del olivar de secano. En concreto, los expertos trabajan con dos enmiendas orgánicas, una de restos de poda, leguminosas y alperujo, y otra con restos de poda y lodos de depuradora (biosólidos). Además, comprobaron que este segundo biofertilizante incrementaba hasta un 50% el secuestro de carbono, gas de efecto invernadero que, junto a otras emisiones liberadas en la atmósfera, produce el cambio climático.
Alternativa a los abonos tradicionales
Los investigadores midieron con técnicas analíticas cómo estos abonos, que duran más de dos años en la tierra tras su aplicación, evitaban la emisión de este gas efecto invernadero a la atmósfera. Además, estas enmiendas orgánicas contenían otros nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio, que favorecían al olivo y su producción. “Con estos biofertilizantes, contribuimos a la lucha contra el cambio climático, aportamos alternativas baratas y sostenibles a los abonos tradicionales, que suelen ser más contaminantes. Además, favorecemos el crecimiento de nueva vegetación de cubierta en suelos semiáridos, que no reciben agua de riego”, explica a la Fundación Descubre la investigadora del IRNAS-CSIC Engracia Madejón.
El dióxido de carbono (CO2 ) es un gas efecto invernadero perjudicial para la atmósfera. Sin embargo, el cultivo del olivo de secano (que solo se riegan de forma natural con la lluvia) capta esta emisión a través de su masa arbórea y la cubierta vegetal que rodea al olivo. Los biofertilizantes aportan la materia orgánica y los minerales de los que se alimentan los microorganismos beneficiosos que habitan en el suelo, en contacto con las raíces. Asimismo, estas aportan los nutrientes que la planta necesita para vivir y la protegen de agentes patógenos.
Más de dos años de duración
En su investigación, publicada en Catena, los científicos del grupo Uso Sostenible del Sistema Suelo-Planta (SoilPlant) comprobaron que el biofertilizante de alperujo igualaba los efectos de los abonos convencionales, pero era menos contaminante. A diferencia de éste, el abono elaborado con lodos residuales y restos de poda de parques y jardines de Sevilla además favorecía las propiedades biológicas del suelo, dado que incrementaba la retención de carbono en un 50% y sus efectos se mantenían en la tierra entre 24 y 30 meses después de su aplicación.
Aunque estos biofertilizantes no son remedios milagrosos que estimulen al olivo para producir aceitunas a diario, como el árbol de la historia, sí que mejoran las propiedades del suelo en el que están plantados y sirven como alternativa sostenible a los abonos convencionales. El hecho de que, además, retengan carbono, contribuyen a que el olivar se convierta en un aliado más contra el cambio climático.
Más información en #CienciaDirecta: Aplican dos abonos orgánicos que aumentan la captura de CO2 en el suelo del olivar de secano
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