Málaga /
21 de abril de 2016

Mercedes Siles, investigadora de la Universidad de Málaga

Fotografía ilustrativa de la noticia
Mercedes Siles en Nueva York durante la conferencia ‘Cooking up Math. Culinary dreams and mathematical schemes’ / Foto: Juan Luis Galeas.

Mercedes Siles en Nueva York durante la conferencia ‘Cooking up Math. Culinary dreams and mathematical schemes’ / Foto: Juan Luis Galeas.

‘Las Mil y una noches’. Éste es uno de los primeros libros que recuerdo haber leído de niña, quizás el primero del que tengo conciencia. Estaba en mi casa, mis padres no me habían prohibido leer nada, llamó mi atención y lo leí. Había pasajes que releía con deleite. Después me di cuenta de que no era un libro precisamente para la infancia. Tengo la imagen de sus preciosas ilustraciones, de sus cubiertas azules con adornos dorados. Me pareció muy hermoso, poético, delicado. Siempre ha pervivido en mí su recuerdo. También existe su realidad, ya que lo conservo.

Me gusta escribir poesía y he pensado alguna vez que quizás se deba a la lectura de los poemas que aparecen en dicho libro. Aunque también es verdad que poesía y matemáticas están estrechamente entrelazadas. Quizás ambas facetas sean manifestaciones de una común y se haya dado en mí ese desdoble, como en otras personas se dio antes y se dará después.

‘Hombres desnudos’, de Alicia Giménez Bartlett. Disfruto mucho de los libros de Alicia Jiménez Bartlett. He leído algunas de sus novelas, en particular todas las que tiene sobre la inspectora Petra Delicado. La novela policíaca me encanta, y el personaje de Delicado es muy atractivo. En Hombres desnudos, que no es de la serie policíaca, indaga en hasta dónde es capaz de llegar un ser humano dependiendo de sus circunstancias. Es un libro que leí con impaciencia, siempre con ganas de saber qué ocurría después. Me resultó inquietante, de largo postgusto. Lo considero muy destacable, memorable.

‘Como la sombra que se va’, de Antonio Muñoz Molina. En este libro, Muñoz Molina habla de los días que pasa en Lisboa el asesino de Martin Luther King, James Earl Ray; también habla el escritor de su relación con la ciudad. Me gustó mucho el libro, y visitar Lisboa recordando la mirada de Antonio Muñoz Molina le da más encanto aún si cabe. Aprecio sobremanera la obra de Muñoz Molina, de la que he leído una gran parte. Considero que es un escritor que merece los premios del más alto rango. En cuando a Como la sombra que se va, me llamó la atención la forma de describir lo que vive Earl Ray. Muñoz Molina hace un verdadero trabajo de investigación sobre él. También sobre Luther King. Habla de ambos y de él mismo. Hace introspección y cuenta acerca de algunos momentos de su vida. Me llama la atención que se diga tan tímido y sea capaz de expresar por escrito y de dejar leer sus sentimientos y sus acciones, aunque éstas puedan no ser vistas como correctas por quien las conozca.

En ocasiones tenemos tendencia a crear vínculos con personas a las que de alguna manera nos hemos acercado, a pensar que tenemos puntos en común con ellas. Ocurre, por ejemplo, con escritores cuya obra nos gusta. Tal es mi caso con Muñoz Molina. Me gusta ver ese paralelismo entre ambos. Descubro que le gusta investigar y pienso en mí como investigadora, aunque sea en ámbitos tan distintos. Ambos somos de la provincia de Jaén. Él nació en Úbeda y yo en Jaén capital, aunque mi familia es de Alcaudete. Durante tres años de mi vida pasé temporadas en Úbeda, donde trabajaba mi marido, y solíamos hacer la que llamábamos «ruta del Jinete Polaco”, recorriendo los lugares de la ciudad que aparecen en la novela. Esto fue hace algunos años. Ahora creo que tienen organizado algo de ese estilo, pero entonces no recuerdo que lo hubiera. También estuve en el año 1997 en el acto en que le concedieron el título de Hijo Predilecto de Úbeda y la medalla de oro de la ciudad. Aproveché para llevar un ejemplar de El Invierno en Lisboa  para que me lo dedicara, y lo hizo.

En dos situaciones que han sido en cierto modo determinantes en mi vida, lo he encontrado en Madrid por la calle, sin que él supiera nada de mí, no me gusta asaltar a personas conocidas que no me conocen a mí. 

Es muy polifacético, habla de pintura, de escultura, de ciencia. Esta última le provoca curiosidad y habla de ella con cercanía y conocimiento. Con motivo de la invitación que el MoMath (Museo Nacional de Matemáticas de Nueva York) me hizo para ser conferenciante en noviembre de 2014 dentro del ciclo Math Encounters, tuve el atrevimiento de escribir a Muñoz Molina para que me presentara en tal evento. Había leído que pasaba la mitad del año en Nueva York y para mí era un verdadero honor que aceptara. Fue una gran y grata sorpresa recibir su respuesta. Me dijo que se sentía honrado por haber pensado en él y que le encantaría hacer la presentación pero que en esas fechas no estaba en Nueva York; allí pasaba los seis primeros meses del año. También me dijo que disfrutaba mucho de las conversaciones con científicos. Su cercanía, sencillez y accesibilidad, añadieron un nuevo aspecto a su persona que, hasta entonces, sólo habría podido sospechar. Pudimos habernos encontrado y añadir un punto de realidad a esa intersección que siempre busco. 

Mercedes Siles Molina / Departamento de Álgebra, Geometría y Topología de la Universidad de Málaga


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