Granada /
07 de mayo de 2024

Los efectos devastadores de la ‘malaria’ del pino

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Alba Madero Milla

Fuente: Fundación Descubre

Un equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC, Granada) ha hallado una bacteria perjudicial para los pinares, que posee un papel relevante en su decaimiento. Esta información podría influir en la forma en la se gestionan las masas forestales en la actualidad, dado que la tala de árboles podría extender la enfermedad a otros árboles.

Un mosquito es un ser aparentemente inofensivo. Molesto, pero relativamente fácil de exterminar en los hogares de los países desarrollados. Otra historia es la de aquellas naciones con grandes concentraciones humanas no urbanizadas o rurales, que no poseen los mismos recursos para controlar las plagas de este insecto cuya picadura puede llegar a suponer un peligro para la vida humana en muchos casos. Así se transmite la malaria o paludismo, una enfermedad que arranca con fiebre, sudoración, escalofríos y dolores de cabeza, pero cuya evolución puede ser incapacitante e incluso mortal.

Paisaje con pinos sanos y pinos en decaimiento.

Pero los mosquitos ejercen tan sólo de mediador. El verdadero responsable de la enfermedad son unos parásitos del género Plasmodium, que infectan al ser humano y le producen esta sintomatología. Este proceso de transmisión de patógenos de animales a humanos se denomina zoonosis, término que se hizo mundialmente conocido durante la reciente crisis sanitaria: los coronavirus se transmiten del mismo modo.

El mundo vegetal también puede padecer de fitonosis: patógenos transmitidos de un insecto a una planta. Ejemplo de ello son los pinos, en cuyas raíces un equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC, Granada) ha identificado una bacteria patógena con un papel relevante en su decaimiento. El hallazgo de este microorganismo podría influir en la forma actual en la que se gestionan las masas forestales, que suele consistir en reducir la masa forestal y retirar los árboles secos mediante su tala. Además, el equipo investigador ha determinado que las metodologías actuales no son efectivas para detectar el patógeno en esta especie de pino.

Tras someter las raíces de los pinos y la tierra que las rodea a técnicas analíticas y de secuenciación de ADN, los expertos observaron que más del 90% de los microorganismos hallados tanto en árboles sanos como en los enfermos pertenecían a una misma especie de bacteria patógena: ‘Candidatus Phytoplasma pini’. El equipo científico determinó que, en el caso de los pinos silvestres más enfermos, la población total de este microorganismo se multiplicaba por 4. “Esta alta abundancia relativa nos indica que es la responsable del decaimiento y muerte de esta especie de pinos. No obstante, hemos determinado la culpable, pero no su modus operandi; es decir: aún no sabemos la manera exacta en la que mata al árbol”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la EEZ-CSIC Manuel Fernández.

Equipo de investigación de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC, Granada) que ha participado en el proyecto.

El experto añade que la enfermedad podría tener dos vías principales de transmisión. 

  • Por un lado, se conoce que esta bacteria se encuentra habitualmente en la cavidad bucal de los insectos, aunque todavía no se ha identificado a la especie responsable. 
  • La segunda vía de contagio podría ser a través de la biomasa cargada de patógenos que se extiende por el bosque al talar los árboles muertos. 

Hasta ahora, el decaimiento de los pinares se asociaba a cuestiones como el cambio climático y la sequía. Los expertos explican que cuando los pinos comienzan a secarse y morir, la actuación de las autoridades consiste en reducir la masa forestal, es decir, cortar los árboles para que los supervivientes tengan más nutrientes y resistan las condiciones ambientales adversas. Pero el hallazgo de esta bacteria patógena y contagiosa revela que este método podría ser contraproducente, porque al talar, la biomasa de pino afectada podría extenderse a otros árboles. “Es como una septicemia. El árbol está débil debido a factores externos como la sequía y, además, le llega una infección que lo seca hasta matarlo”, comenta Manuel Fernández.

Enfermedad contagiosa

Así lo explican en su artículo publicado en Science of the Total Environment, donde los científicos analizaron durante dos años las raíces y la tierra que las rodeaba de tres áreas andaluzas de pinares sanos y en decaimiento: la Sierra de Almijara, donde la población de estos árboles estaba sana; el Parque Nacional de Sierra Nevada, donde encontraron pinos sanos y enfermos; y la Sierra de Baza, donde estaban en decaimiento.

Sus análisis confirmaron que el 90% de la población total de la comunidad microbiana de los ejemplares muestreados consistía en la bacteria ‘Candidatus Phytoplasma pini’ y, en el caso de los árboles más enfermos, la cantidad de la bacteria era 4 veces superior. “En el caso de los sanos, no sabemos si tienen una predisposición genética que los hace más resistentes, o si es cuestión de tiempo que los árboles comiencen a morir”, añade Manuel Fernández.

Los resultados mostraron que el 90% de la población total de la comunidad microbiana de los ejemplares muestreados consistía en la bacteria patógena ‘Candidatus Phytoplasma pini’.

Los expertos del grupo Microbiología de ecosistemas agroforestales señalan que hasta ahora las autoridades forestales que habitualmente realizan los análisis de las comunidades microbiológicas de los bosques de pinos no habían detectado esta bacteria porque las sondas utilizadas para la detección mediante pruebas de PCR, el elemento de análisis genético más habitual para identificar microorganismos, no son específicas del patógeno detectado. “Por tanto, se está subestimando la extensión de la plaga en los pinares andaluces, y la única forma de controlar la extensión de la enfermedad es identificar al insecto que transmite la bacteria”, señala Ana Lasa.

Así, los expertos se transforman en su propia versión de Sir Ronald Ross, médico e investigador británico pionero en la lucha contra la malaria, y que desarrolló la primera vacuna contra la misma a finales del siglo XIX, mientras trabajaba en un hospital militar en India. 

Aunque el equipo investigador aún no ha identificado el insecto que transmite la bacteria patógena, su hallazgo supone un hito en la comprensión de la enfermedad que afecta a los pinares andaluces y allana el camino para futuras investigaciones sobre su prevención y tratamiento. Las mismas bases que estableció Sir Ronald Ross para abordar la malaria pero, en este caso, enfocadas al mundo vegetal.


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