Las redes de vigilancia médica que funcionan para monitorizar otras enfermedades podrían apoyar el control epidemiológico del SARS-CoV-2. Pero para ello harían falta más recursos destinados a la sanidad pública.
La vigilancia centinela se basa en la notificación de casos de diversas enfermedades por parte de un grupo de médicos voluntarios. Su objetivo: recoger todos los detalles sobre brotes infecciosos, incidencia, factores de riesgo, casos y mortalidad por localización geográfica, etc. y utilizarlos en la posible toma de decisiones.
“Las redes de vigilancia epidemiológica son muy importantes en salud pública y cobran especial relevancia en el manejo de una pandemia como la actual de covid-19”, explican desde el Grupo de Análisis Científico de Coronavirus del ISCIII (GACC-ISCIII).
Los sistemas centinela se utilizan en diversas patologías, tanto enfermedades infecciosas como crónicas y vinculadas a los hábitos de vida, en las que se puede detectar y evidenciar los cambios de tendencia, así como evaluar las medidas de prevención y control establecidas.
Un ejemplo es el sistema centinela de vigilancia de gripe en España (ScVGE). Los profesionales que forman parte de él notifican cada paciente que acude a su consulta y cumple la definición de caso de síndrome gripal, aportando datos para caracterizar la enfermedad (variables sociodemográficas, síntomas, manifestaciones clínicas, vacunación…).
En la actualidad, el ScVGE está constituido por 16 redes en 14 comunidades y dos ciudades autónomas, junto con 18 laboratorios con capacidad de diagnóstico del virus, coordinados por el Centro Nacional de Epidemiología (CNE) y el Centro Nacional de Microbiología (CNM), respectivamente.
“La vigilancia centinela es especialmente útil en las enfermedades de elevada incidencia poblacional, como la gripe, ya que recoge información sobre características epidemiológicas y clínicas de los pacientes, sus complicaciones o su distribución”, indica a SINC Amparo Larrauri, del CNE, que dirige el ScVGE con su equipo. “Esto contribuye a disponer de información oportuna y de calidad sobre la evolución nacional y por comunidades”.
Unir fuerzas contra el coronavirus
¿Cómo podrían ayudar estas redes en la actual pandemia? La vigilancia epidemiológica de la covid-19 supone un reto para los sistemas de salud pública. Para controlar la transmisión del virus en la población es necesaria la detección precoz de todos los casos sospechosos, y el control y aislamiento de todos los confirmados y sus contactos. Por ello, estas redes podrían ser clave.
Eso sí, como revela Larrauri, primero sería necesario readaptar su funcionamiento en las distintas comunidades, en función de la disponibilidad de fuentes de información (médicos o centros centinela) y de la organización de la toma de muestras en la población de referencia de cada territorio.
“Se integraría la vigilancia de las infecciones por SARS-CoV-2 en los sistemas centinela de infección respiratoria aguda (IRA), lo que permitiría mejorar la información epidemiológica, clínica y virológica”, añade la experta. De esta manera, se agruparían los síndromes ligados a virus respiratorios, como el de la de gripe y el propio coronavirus, y se mantendría a lo largo de todo el año, lo que mejoraría el manejo de episodios y emergencias clínicas.
Sin embargo, la llegada del coronavirus produjo una distorsión de las redes centinela que participaban en el ScVGE. “El motivo fundamental fue la relocalización de los médicos voluntarios en muchas zonas y ciudades para apoyar el seguimiento sanitario de la pandemia, así como la creación de centros en los que se realizaba la toma de muestra para la confirmación de SARS-CoV-2”, añade.
“Esto supuso una disrupción de los circuitos habituales de vigilancia, haciendo que las redes centinela quedarán inactivas entre marzo y abril, dependiendo del territorio. Afortunadamente la epidemia de gripe casi había finalizado en España y prácticamente habíamos obtenido la información más importante de la epidemia de gripe estacional 2019-20”, continúa Larrauri.
La vigilancia centinela, complementaria
En la actualidad se está trabajando con las comunidades en la implementación de dos sistemas de vigilancia centinela de IRAs en atención primaria y de infección respiratoria aguda grave (IRAG) en hospitales. Con esto se pretende vigilar gripe y covid-19 al mismo tiempo, a partir de la selección de unos puntos notificadores centinela, en atención primaria u hospitales, representativos de la población del territorio vigilado.
A partir de aquí se podrá obtener información más precisa de los casos leves y graves de ambos virus respiratorios. Así, la vigilancia centinela será complementaria a la vigilancia universal del coronavirus existente en toda España, que debe seguir identificando cualquier caso sospechoso y a sus contactos para el control de la pandemia.
“Aunque se piensa que la incidencia de gripe va a más leve, la medida más valiosa sería la vacunación para que, al disminuir su ocurrencia, podamos atender y no ‘equivocarnos’ en el diagnóstico del coronavirus”, afirma Peis. “Así podremos centrarnos en los cuadros de covid-19”.
Limitaciones de estas redes
Es importante destacar que la vigilancia centinela no pretende recoger todos los casos sospechosos ni confirmados, sino solo una muestra representativa que monitorice la evolución de la incidencia de los virus respiratorios en el tiempo y espacio, la intensidad de su circulación, la identificación de factores de riesgo y patrones de enfermedad grave y la efectividad de las posibles medidas de prevención.
“Su implementación supone un desafío en el momento actual, debido a la enorme carga de trabajo de los profesionales de salud pública y de hospitales, mantenida durante seis meses y sin previsión de mejora a corto plazo”, revela Larrauri. “No obstante, supone una inversión porque permitirá disponer de sistemas flexibles y estables que informarán sobre cualquier agente respiratorio conocido o emergente”.
Pero para que el apoyo de estas redes al control del coronavirus sea una realidad, hace falta “un apoyo sin fisuras a las estructuras de salud pública”. Después de una primera ola de covid-19 y sus consecuencias, las comunidades se enfrentan a retos aún mayores, como implementar estrategias de control universal de la pandemia o nuevos sistemas de vigilancia.
Además, sufren un retraso considerable en las actividades dedicadas a otras enfermedades de vigilancia obligatoria. “Y, todo ello, mientras observan repetidamente cómo las prioridades de salud pública nunca se sitúan en primera línea, aunque sean a ellas a las que primero se les exija la responsabilidad por la gestión y control de la crisis pandémica”, resume Larrauri.
La experta lo tiene claro: “Se necesita una apuesta clara por la adecuación de sus recursos, especialmente tecnológicos y humanos, al momento que estamos viviendo”.
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