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14 de octubre de 2021

«Las aguas intermedias del Mediterráneo se calientan 0,22 grados por siglo: el mar está absorbiendo una cantidad de calor tremenda»

Fotografía ilustrativa de la noticia

Fuente: CSIC

María del Carmen García, bióloga en el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) en Málaga, realiza hasta cuatro campañas oceanográficas al año junto a su equipo. En ellas, obtiene información de la temperatura, la salinidad o la cantidad de zooplancton a partir de muestras tomadas a distintas profundidades –entre los 20 a los 2.500 metros– en 80 estaciones fijas. Su objetivo: descubrir si existe una tendencia.

El mar nos recibe en calma en la costa de Málaga. Una apariencia que probablemente cambie durante los próximos meses. El Mediterráneo está formado por pequeños mares, con dinámicas diferentes, que experimentan grandes variaciones y hacen que su estudio sea muy complejo. M. Carmen García lo sabe muy bien. Como investigadora en el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) en Málaga, realiza hasta cuatro campañas oceanográficas al año junto a su equipo. En ellas, obtiene información de la temperatura, la salinidad o la cantidad de zooplancton a partir de muestras tomadas a distintas profundidades –entre los 20 a los 2.500 metros– en 80 estaciones fijas. Su objetivo: descubrir si existe una tendencia. “Somos capaces de constatar que se está produciendo un incremento de la temperatura en las capas intermedias y profundas”, señala. Pero, sostiene que sus datos no permiten todavía cuantificar los cambios en el mar, por lo que sistemas de observación como este “tienen que mantenerse en el tiempo”.

¿Cuál es el estado medioambiental del Mediterráneo?

Es complicado hablar de un estado medioambiental de un mar tan grande, y tan pequeño a la vez. El Mediterráneo es complejo porque, aun siendo un mar pequeño, tiene una alta variabilidad. Está formado por pequeños mares y cada uno de ellos tiene una dinámica diferente. No podemos comparar directamente unas zonas con otras. No es lo mismo hablar de lo que ocurre en la zona de Alborán, donde sufre una gran influencia de la corriente atlántica a través del Estrecho de Gibraltar –su principal vía de comunicación con el resto del planeta–, que hablar de otras zonas como Baleares o el mar catalán, donde la dinámica es completamente diferente. El estado medioambiental no es malo en general. Sin embargo, es un mar tremendamente amenazado por el ser humano, ya que por ejemplo un 47% de la población española vive alrededor de sus costas e influye directamente sobre él.

¿En qué consiste el proyecto RADMED?

El Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) comenzó a financiar una serie de estudios, siempre repetidos, en localizaciones fijas y visitas de forma periódica para establecer cuál es el estado medioambiental del mar. Fue pionero porque comenzó a hacerlo en 1992, antes incluso de que se pensase en una directiva marco de estrategias marinas como la que existe ahora, impuesta por la Unión Europea. El proyecto se inició en la zona de Málaga y después se hizo extensivo a otros centros oceanográficos. En 2007, todos ellos se unieron en el proyecto actual, que coordino como investigadora principal: RADMED (Radiales del Mediterráneo). Básicamente, lo que hacemos es visitar una serie de puntos fijos a lo largo de la costa mediterránea española. Vamos desde la zona de Cabo Pino, en Málaga, hasta Barcelona, recorriendo los canales baleáricos.

En el proyecto RADMED, se visita una serie de puntos fijos y se toman muestras desde los 20 a los 2.500 metros de profundidad.

¿Cuál es el objetivo de vuestras campañas oceanográficas?

Conocer cómo funciona el Mediterráneo y cómo es el estado ambiental de una serie de variables físicas, químicas y biológicas. Saber cómo funciona la atmósfera es mucho más sencillo, porque con una estación meteorológica tienes mucha información de cómo se comportan las variables atmosféricas: el viento, la temperatura, la humedad… Sin embargo, en el mar es mucho más difícil, porque, para conocer cómo se comporta una variable (temperatura, salinidad, el fitoplancton, el zooplancton, etc.) a una determinada profundidad o distancia de la costa, necesito llegar primero y tener la tecnología que me permita medirla. Cada vez que visitamos un punto concreto, obtenemos un montón de información de estas variables, pero de un momento determinado. Sin embargo, en una estación meteorológica tendré información continua y podré establecer fácilmente valores medios. Hacer eso en el mar es tremendamente complicado. Además, el mar cambia y existen corrientes que hacen que las variables cambien. De tal forma que lo que hemos medido hoy a lo mejor dentro de dos meses, dos semanas o dos días es diferente. Por ello, tratamos de encontrar si se están produciendo tendencias y cambios en esas variables.

¿Y cómo establecéis los puntos de toma de muestras?

Visitamos siempre una serie de puntos fijos (radiales) y usamos la misma metodología para que la información sea directamente comparable. Dibujamos transectos perpendiculares a la costa y cogemos muestras en diferentes zonas: someras o de poca profundidad, zonas de plataforma, y estaciones muy profundas. Cubrimos desde los 20 metros de profundidad, como en la zona del puerto de Málaga, a los 2.500 en la isla de Cabrera, al sur de Mallorca.

¿Qué diferencias observáis a distintas profundidades?

El mar solo se relaciona con el exterior a través de su superficie. Toda la luz que incide en él no llega hasta las profundidades. Solo llega hasta unas primeras zonas (la capa fótica), que es donde se produce la fotosíntesis. Los organismos fotosintéticos, que producen el oxígeno y capturan el CO2, viven en estos primeros metros. Por eso, analizamos las composiciones de las comunidades fitoplanctónicas hasta los primeros 100 metros. Además, la mayor parte de la energía que absorbe el océano penetra a través de la superficie. La radiación solar calienta las primeras capas y eso produce un gradiente de temperatura –termoclina– a lo largo de la columna de agua, un fenómeno que observamos en nuestras mediciones. Los cambios que se producen a largo plazo resultan muy interesantes, tanto en las capas superficiales, con más variabilidad por su contacto con la atmósfera, como en las capas profundas, que son más estables.

¿Cuántos puntos abarca cada registro?

Habitualmente visitamos alrededor de 80-90 estaciones fijas. En cada una ellas, lanzamos una serie de equipos y recuperamos muestras de agua a distinta profundidad. Por ejemplo, en el caso de los nutrientes inorgánicos podemos llegar a alcanzar 350-400 muestras por campaña, y en el de las clorofilas, unas 250. Todas esas muestras se analizan después en el laboratorio.

¿Cómo afecta el aumento de los niveles de salinidad?

Afecta principalmente a la densidad de agua. Cuanta más sal tiene el agua, más densa es. Si disminuimos los aportes de agua dulce, la convertimos en agua más salada. Esto es importante porque un agua más densa se hunde hasta que alcanza una zona donde encuentra exactamente esa densidad. Por ejemplo, en el Ártico se forma una gran corriente que se hunde, va recorriendo todo el planeta y vuelve a salir. Permite que la zona del golfo de México tenga un clima diferente al nuestro, aunque estemos más o menos a la misma latitud. Las grandes corrientes oceánicas se encargan de regular el clima. Es lo que se llama circulación termohalina –que depende de la temperatura (termo) y de la salinidad (halina)–, que hace que el calor se redistribuya a lo largo de todo el planeta. El Mediterráneo, curiosamente, es de los pocos sitios en el planeta donde se produce el fenómeno de circulación termohalina de formación de aguas profundas. Tiene lugar algunas veces en la zona norte del golfo de León porque hay un enfriamiento muy súbito, el agua se vuelve más densa y se hunde, y en la zona del Mediterráneo oriental. Cuánto más densa sea el agua, mayor será ese hundimiento. Retira calor de la atmósfera y lo transfiere a las zonas profundas. Por tanto, la densidad del agua, sobre todo en la que interviene la salinidad, es de gran importancia.

En las campañas oceanográficas del equipo liderado por la científica se necesitan barcos con los que se pueda maniobrar con cierta facilidad, como el Ángeles Albariño.

¿Qué efectos habéis constatado en los ecosistemas marinos?

Nuestro proyecto no determina cuáles son los efectos sobre los ecosistemas; se basa en determinar si se están produciendo cambios. Tenemos datos desde 1992 y valores climatológicos medios en primavera, verano, otoño e invierno, pero no son lo suficientemente abundantes para tener resultados robustos. Sin embargo, con nuestros datos de temperatura, somos capaces de constatar que se está produciendo un incremento en las capas intermedias y profundas. Ese cambio es inequívoco y además es muy preocupante. Todo lo que ocurre en el mar tiene que ver con la superficie. Si se calienta es porque está absorbiendo una cantidad de calor excesiva. Además, el agua está en continua comunicación. Las corrientes hacen que las aguas se vayan mezclando y que el agua que está en superficie en algún momento esté en profundidad. Esa agua que está en superficie ha aumentado su temperatura, y ha tenido que trasladar ese calor a la profundidad. Eso es lo que estamos constatando.

¿Y cómo se produce la absorción de ese calor en el agua?

Lo voy a explicar con un ejemplo sencillo. Si queremos calentarnos las manos en invierno, nos las ponemos en la cara y expulsamos aire. El aire de nuestros pulmones está a 37º C. Logra aumentar la temperatura del de nuestras manos porque el aire necesita muy poca energía para calentarse. Sin embargo, si queremos prepararnos un té o calentar una sopa, no la soplamos, porque con los 37º C no es suficiente. El agua necesita mucho calor para incrementar su temperatura y, además, en el mar hay mucha agua. Si somos capaces de decir que la temperatura de las capas intermedias (entre 200 y 600 metros de profundidad) se está incrementando en 0,22 grados por siglo, lo que estamos diciendo es que la cantidad de calor que ha absorbido el océano para calentar esa cantidad de agua a esa profundidad ha sido tremenda. ¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera estado el mar? Ese exceso de calor enviado desde la atmósfera se habría quedado en ella. La vida en el planeta no existiría porque la temperatura se habría incrementado en 100 grados, ya que la atmósfera necesita muchísima menos energía para calentarse.

Es necesario contar con un periodo amplio de datos para determinar estos cambios.

Lo que tenemos son datos fehacientes. Los sistemas de observación como el nuestro se tienen que mantener en el tiempo. Es la única forma de cuantificar esos cambios. En variables físicas, ya los constatamos. Son unas tendencias que, a diferencia de las variables bioquímicas, sí son robustas, porque tenemos más información que además aglutinamos con la de otras instituciones. Esto requiere un esfuerzo económico y humano muy grande. En este caso, tengo que decir que el IEO-CSIC ha apostado desde el primer momento y ha mantenido estos proyectos estructurales, que permiten dar respaldo y asesorar a nuestras administraciones en ciertas materias.

¿Qué diferencias de temperatura existen en el Mediterráneo?

Hay zonas de Baleares o del Mediterráneo oriental que son más cálidas. Sin embargo, la zona de Málaga es de agua fría. Estamos influidos por el afloramiento, un fenómeno que trae agua más fría del fondo a la superficie. Además, la bahía de Málaga tiene una circulación muy particular por la forma de la costa y por cómo sopla el viento. Si el viento viene de Levante, hay mucha humedad, pero el agua que está en superficie y en contacto con el sol viene más caliente. Si el viento sopla de poniente, es un aire seco, hace mucho calor porque viene de tierra (por eso se llama Terral) y digamos que aleja la capa superficial de la costa, dejando un hueco que se rellena con agua del fondo, que está muy fría. Cuando vas a bañarte tienes mucho calor, pero te metes en el agua y se te corta la circulación. El contraste es tremendo.

Lo que ocurre en la superficie es vital para obtener información. El incendio de Estepona ha depositado cenizas en el mar. ¿Cuáles serán las repercusiones de esto?

Aparte de una tragedia medioambiental tremenda, se ha generado una nube de polvo y ceniza que, igual que se ha depositado en los pueblos, ha llegado también al mar. Esa nube aporta la materia orgánica que se estaba formando en los bosques. Es el abono en forma de nutrientes que después se utiliza en tierra para que crezcan las plantas. Pues bien, esa materia orgánica ha llegado al mar y los organismos fotosintéticos (fitoplancton) la consumen. En la zona que ha caído, de mar abierto, en mi opinión, no debe ir más allá. Debido a las corrientes, ese aporte excesivo de nutrientes se disipará y no ocurrirá nada. Podrá ocurrir que, en una zona puntual, en un momento dado, crezca un poco más el fitoplancton, pero no llegaremos a situaciones problemáticas como por ejemplo las que han ocurrido en el mar Menor, donde se ha producido un crecimiento muy grande de fitoplancton que conlleva problemas de eutrofización.

¿Cómo influye el ser humano en el Mediterráneo?

El ser humano afecta en todo. Hemos hecho grandes presas, como la del Ebro o el Nilo, que han limitado los aportes de agua dulce que llegan al mar. Después, hemos promovido la construcción desaforada en nuestras costas, incluso de espigones para proteger las edificaciones, cuando a lo mejor deberíamos haber construido en otro sitio. Además, el Mediterráneo también se ve afectado por la industria: la llegada de plásticos y microplásticos a nuestros mares es un problema gravísimo en cualquier punto del planeta. Creo que es importante que todos lo tengamos en cuenta: el mar empieza donde nosotros estemos. Los que vivimos en la costa vivimos al lado del mar, pero vivimos de espaldas al mar. Hay que mirarlo de frente porque nos aporta mucho más de lo que nos creemos. Los que viven en zonas de interior, lo tienen más lejano y es normal que puedan vivir de espaldas a él. Sin embargo, nuestro mar empieza en la alcantarilla, en el grifo de nuestra casa o en el consumo responsable. Todas las actuaciones que hagamos llegan al mar y terminan repercutiendo en él indirecta o directamente.

La investigadora M. Carmen García estudia cómo funciona el Mediterráneo y cómo es el estado ambiental del mar según una serie de variables físicas, químicas y biológicas. / Mónica Fontenla (CSIC Cultura Científica)

¿Es posible predecir cuál será su estado en el futuro?

Nosotros lo que hacemos es determinar lo que hay. No trabajamos en modelos predictivos, pero estos se hacen a partir de modelos numéricos que se alimentan de información como la que recopilamos. Lo que sí podemos decir es que la tendencia del Mediterráneo que hemos observado es el incremento de la temperatura de sus aguas intermedias en 0,22 grados cada 100 años. Esa es la tendencia actual y, si no se hace nada, se puede mantener. Pero hacer una predicción depende de otro tipo de análisis.

En los próximos años, el IEO-CSIC contará con un nuevo buque, que utilizará por primera vez energía limpia en su propulsión. ¿Qué supone para vuestras investigaciones?

Se va a construir un barco oceanográfico muy grande, de más de 90 metros de eslora, que va a ser utilizado en otros proyectos. Es poco práctico para el estudio que hacemos en RADMED, porque requiere de muchísimos recursos. Imagina parar un barco tan grande en una estación: hay que detener el motor unas millas antes porque tiene inercia hasta que frena por completo. Nosotros necesitamos barcos más pequeños que se puedan maniobrar con cierta facilidad. Además, no necesitamos llevar a 30 personas de equipo científico. Por eso, normalmente utilizamos barcos más pequeños, que van desde los 27 hasta los 43 metros de eslora, como el Ramón Margalef, el Ángeles Albariño, el Francisco de Paula Navarro o el García del Cid. Tiene que haber siempre un balance entre los objetivos y los recursos que se utilizan.

¿Qué te sugiere el epígrafe ‘Científicas y Cambio Global’?

Me encanta, no podía estar mejor elegido. Estoy muy involucrada en poner en valor el papel de las mujeres en la ciencia. Trabajamos en el proyecto ‘Oceánicas’. El año pasado, organizamos nuestro primer encuentro, donde pusimos sobre la mesa problemáticas a las que las mujeres se enfrentan en las carreras científicas, concretamente, en ciencias marinas, que es a lo que nos dedicamos nosotras. ‘Científicas y Cambio Global’ me gusta por la idea de que estamos cambiando las cosas. Y no hablamos solo en el sentido de cambio climático. Tenemos que cambiar globalmente. Y dentro de ese cambio, está incluir a las mujeres y que alcancen exactamente los mismos puestos que ocupan los hombres. La carrera científica no es sencilla para nadie, ni hombres ni mujeres, pero para las mujeres se convierte en lo que todos conocemos como la tubería que gotea. Una parte importante de mujeres se pierde en el camino por las dificultades que lleva asociado ser mujer y trabajar en ciencia.


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