Cádiz /
06 de septiembre de 2021

La tierra respiró mejor en el confinamiento

Fotografía ilustrativa de la noticia

Autoría: Remedios Valseca / Fundación Descubre

Un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz ha determinado que el ozono, uno de los gases atmosféricos más contaminantes, redujo su variabilidad durante la parada de actividad en el año 2020 causada por la pandemia de COVID-19. Mediante una técnica de análisis, llamada multifractal, han logrado valores más precisos que los obtenidos con otros métodos que concluían que no había variado. 

Calles desiertas, se vuelven a oír los cantos de los pájaros, parece que el sol tiene otro color. Es la imagen que se observó entre marzo y mayo de 2020. Expertos en todo el mundo aprovecharon esta circunstancia para realizar estudios en un marco impensable tan solo unos días atrás. Una de esas investigaciones, acometidas a lo largo y ancho del planeta, tuvo como protagonista la reducción de la contaminación atmosférica, al parar, en gran medida, la actividad humana.

Calle Larios, Málaga, desierta debido al confinamiento derivado del estado de alarma ante la alerta sanitaria por COVID19.

Al cesar el humo de los coches y de las fábricas, la contaminación atmosférica tuvo una reducción considerable. Y así, quedó confirmado que no solo cambió lo que se veía desde las terrazas, sino que también se modificó el aire que se respiraba en ellas.

Uno de esos análisis del aire se desarrolló en Sevilla por un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz, la Universitè des Antilles y la oficina independiente de estudios e investigaciones KaruSphère SASU de Guadalupe, en el Caribe. Partían de la hipótesis ya corroborada en otros puntos de la geografía: al reducirse las emisiones, se modificarían los niveles de gases contaminantes, especialmente de los niveles de dióxido de nitrógeno y de ozono troposférico, un gas compuesto por tres átomos de oxígeno. A diferencia del estratosférico, que supone un filtro contra la radiación solar, el ozono en superficie es considerado un contaminante con graves impactos sobre la salud pública y los ecosistemas.

Sin embargo, observaron que mientras el dióxido de nitrógeno se había reducido un 41% con respecto a condiciones normales, el ozono, directamente relacionado con las dinámicas de este gas, no experimentó cambios significativos en Sevilla. Esto llevó a los investigadores a plantearse que debían aplicar otra forma de análisis más precisa con la que se obtuvieran relaciones entre distintos contaminantes, ya que estos datos preliminares fueron confusos.

A diferencia del estratosférico, que supone un filtro contra la radiación solar, el ozono en superficie es considerado un contaminante con graves impactos sobre la salud pública y los ecosistemas. Foto: Pixabay.

Así, los expertos probaron otras herramientas para medir el ozono troposférico. Los resultados, publicados en un artículo de la revista Atmospheric Research, validan el uso de una técnica, llamada análisis multifractal. “Hemos confirmado que, efectivamente, se produjo una disminución de la variabilidad del ozono. Es decir, el comportamiento de las concentraciones en el aire se mantuvo de una forma más homogénea durante el confinamiento, lo que confirma la importancia del factor humano”, indica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Cádiz Pablo Pavón, autor del artículo.

Precisión en los datos del ozono

Si se produjeran valores inesperados en otros momentos o lugares esta técnica confirmaría si la información es correcta de una manera más precisa. “Este método trasciende los valores medios. Busca patrones repetitivos a diferentes escalas de tiempo y permite observar cambios que no son evidentes con otras técnicas”, añade el investigador.

El investigador de la Universidad de Cádiz Pablo Pavón, autor del artículo.

A pesar de la reducción detectada en este trabajo, los datos indican que la acción humana no es la principal causante de su presencia, aunque sí la potencia. Las altas temperaturas y su ubicación podrían provocar que Sevilla concentre mayor cantidad de este contaminante.

De esta manera, la COVID-19 trajo un mejor conocimiento de otra de las pandemias mundiales y para la que aún no existen vacunas. Permitió dar un paso más en las investigaciones de la acción humana sobre las ciudades y el impacto de gases en la contaminación del aire. Ha traído también estos resultados que plantean nuevas cuestiones que deben abordarse desde la comunidad científica para poder predecir y comprender mejor la emisión, el transporte y las causas de la acumulación de ozono en ciertas zonas.

El tratamiento que requiere una atmósfera limpia parte de la reducción de gases contaminantes y para ello, hay que conocer cómo se comportan. Con estas claves se podrán aplicar medidas que los disminuyan y eviten riesgos para la salud y los ecosistemas.

Más información en #CienciaDirecta: Aplican un método que confirma la reducción de la variabilidad del ozono en el aire durante el confinamiento


Ir al contenido