La receta del biocaldo que sana a las encinas
Un estudio del Departamento de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba y el IFAPA de Alameda del Obispo ha confirmado que la estructura y diversidad de los hongos del suelo son clave para luchar contra la seca de la encina. Los expertos han perfilado la ‘receta’ de una mezcla de microorganismos que, añadido en el suelo como una especie de abono, palia un síndrome forestal que afecta al ecosistema más extenso de Andalucía, la dehesa, con 1,2 millones de hectáreas.
La respuesta no está en el aire, sino en el suelo. La receta para atajar al mal que acaba con las encinas ya se perfila. Son varios factores los que deben intervenir juntos para paliar la llamada ‘seca’, pero el biocaldo que se añadiría al suelo con el fin de fortalecer a estos árboles tiene una composición conocida. Es un paso esperanzador ante un síndrome forestal que daña al ecosistema que mejor ejemplifica la unión de valores ambientales y económicos.
Desde Córdoba, una de las provincias con más dehesa de España, se ha dirigido un estudio en el que participan investigadores del grupo Evaluación y Restauración de Sistemas Agrícolas y Forestales (ERSAF, Universidad de Córdoba), el IFAPA (Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera) y las universidades Técnica de Munich y de la Tuscia (Italia). Los expertos han constatado que un equilibrio óptimo entre los microorganismos que pueblan el suelo –la microbiota– es capaz de reducir la podredumbre causante de la seca y muerte de encinas y alcornoques.
El investigador del ERSAF Francisco Ruiz Gómez, responsable del estudio, indica a Fundación Descubre que durante un año han trabajado en Sevilla, Huelva y Córdoba, realizando la primera caracterización de los suelos de dehesa. “Hemos identificado las especies más abundantes de hongos y oomicetos, y las relaciones entre ellas”, apunta.
‘Radiografía’ del suelo
Los investigadores constatan tras esta ‘radiografía’ del suelo que la mayor riqueza de microorganismos, y de simbiosis entre ellos y las raíces de los árboles, mejora el estado sanitario del arbolado. “La microbiota del suelo es comparable a la microflora de las personas: si su composición es equilibrada y se presentan especies claves, se producen menos enfermedades”, explica Ruiz Gómez.
Los resultados derivan de técnicas que extraen ADN total de suelo natural, lo cual permite calcular la biodiversidad de la microbiota. “Con esto se plantea la adición de biocaldos que potencien una estructura óptima de la microbiota, o que incluyan organismos de control biológico”. Esta especie de ‘abono natural’ específico se encuentra muy avanzado: “Sabemos la receta del biocaldo; queda profundizar y validar la combinación óptima que ayude a desarrollar medidas paliativas contra la seca, ya sólo hay que confirmar que la receta funciona”, añade Ruiz Gómez.
En detalle, el estudio –que cuenta con la financiación del Ministerio de Economía y Empresa, y la colaboración de la Red de Equilibrios Ecológicos de la Junta de Andalucía– indica que existe un hongo, aún no identificado con exactitud aunque del género Trichoderma, que impide en el suelo donde vive la aparición de los patógenos de pudrición de raíz que afectan a la encina, hasta diez especies diferentes del género Phytophthoras, que se identifican entre las más relevantes del estudio.
Los investigadores se muestran convencidos de que debe incluirse la salud del suelo en la gestión de las dehesas. Las áreas más afectadas se hallan sobre todo en Andalucía, donde la dehesa ocupa más de 1,2 millones de hectáreas, casi todas en la zona occidental. “Reducir manejos del suelo innecesarios que alteran la microbiota, aplicar biocaldos que elevan la diversidad, realizar un manejo sostenible de la ganadería (carga ganadera), y mejorar las prácticas agrícolas en la dehesa (laboreo y siembras), forman parte de una estrategia integrada de control de la salud del suelo y, por tanto, del arbolado”, afirma Ruiz Gómez.
Muy agresivo
Entre los diez patógenos implicados en la ‘seca’, la especie Phytophthora cinnamomi resulta en especial agresiva con la encina, y es ‘pariente’ de la que causó en Irlanda un millón de muertes por hambre y otro tanto de emigrantes cuando devastó los cultivos de patatas en el siglo XIX, la Phytophthora infestans.
Sin embargo, este trabajo ha demostrado que Phytophthora cinnamomi no es el único agente a tener en cuenta. “Nuestro estudio demuestra que otros patógenos del género, así como la influencia de la biodiversidad y la funcionalidad de la microbiota, causan en el arbolado síntomas de seca similares, sin que haya una presencia significativa de ese patógeno”, aclara Ruiz Gómez.
Claves científicas para abordar el principal mal de la dehesa, el ‘bosque humanizado’, excelente ejemplo de ecosistema que conjuga valores naturales y económicos de forma equilibrada desde hace siglos.
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