Andalucía /
20 de abril de 2018

La ciencia que preserva y descubre el patrimonio cultural andaluz

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: Luz Rodríguez / Fundación Descubre.

Asesoría científica: Manuela Reina de la Torre, Carmen García Rivera, Fernando Bolívar Galiano.

Involucrar más estrechamente a la ciudadanía con su legado patrimonial es el objetivo del Año Europeo del Patrimonio Cultural 2018 que bajo el lema ‘Nuestro patrimonio: donde el pasado se encuentra con el futuro’ se celebra este año en Europa. Andalucía posee en este sentido un amplio y rico patrimonio cultural que la ciencia ayuda a conocer, preservar y conservar. El trabajo que desempeñan en la comunidad andaluza los investigadores e investigadoras permite acceder a un legado muy variado que va, por ejemplo, desde la historia sumergida en las aguas de la costa de Andalucía hasta los microorganismos presentes en la arquitectura del agua de la Alhambra.

Diagnosis y tratamiento de las microalgas.

El patrimonio cultural se manifiesta de diversas maneras. Puede ser material, como es el caso de los edificios, monumentos o yacimientos arqueológicos; inmaterial, como ocurre con las representaciones, conocimientos, lenguas, tradiciones orales y habilidades, o natural, como el paisaje, la flora o la fauna. Tras la irrupción de las nuevas tecnologías, se suman al patrimonio nuevos formatos, como el arte o animación digital, o la digitalización para la conservación de textos, imágenes, vídeos, discos, etc. Conocerlo, respetarlo y preservarlo se hace necesario para que no se pierda y siga formando parte de la identidad de los pueblos.

En este contexto, la Alhambra, una de las joyas del patrimonio cultural andaluz, aborda entre sus tareas prioritarias su protección y conservación. El ente encargado de esta importante tarea es el Patronato de la Alhambra y Generalife, que tiene entre sus principales funciones el fomento de la investigación como medio fundamental para una correcta conservación, gestión y difusión de su patrimonio.

Para Manuela Reina de la Torre, historiadora y diplomada en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Granada al frente del  Servicio de Investigación y Difusión del Patronato hasta hace unas semanas, cuando fue redactada esta información (*), “la investigación en la Alhambra juega un papel fundamental, al igual que viene siendo en otros ámbitos y/o espacios culturales; no sólo en la conservación preventiva, sino también en la restauración de bienes patrimoniales. Por ejemplo, el uso de tecnologías informáticas cada vez más precisas nos aporta datos que permiten profundizar o descarta la utilización un determinado material o técnica. La investigación es constante y creciente, pues cada vez hay  más información para su desarrollo, es obvio, por tanto, que se descubran materiales, aparatos, procedimientos que contribuyan de manera favorable a la preservación del Conjunto Monumental de la Alhambra”.

Para llevar a cabo esta tarea, el Patronato de la Alhambra cuenta con un Servicio de Investigación y Difusión encargado de promocionar y gestionar la investigación en el Conjunto Monumental, que recibe solicitudes y propuestas de investigadores de diferentes ramas del conocimiento como las artes y humanidades, ciencias, ciencias sociales, ingenierías, etc. pertenecientes a diferentes universidades, centros de investigación, empresas del patrimonio, etc., tanto nacionales como internacionales.

A la Alhambra acuden investigadores individuales o procedentes de instituciones (universidades, CSIC…) que investigan en campos  muy variados, desde cómo afecta a la piedra un virus que se desarrolla en el agua de las plantas, el ruido o la temperatura, los materiales  investigaciones históricas documentales y por supuesto, investigaciones sobre flujos turísticos.

Entre las principales líneas de investigación en la Alhambra destacan la historia política, artística y arquitectónica del monumento; problemas técnicos y prácticos de la conservación, restauración y rehabilitación; aplicaciones, diseño y materiales de conservación; temas relacionados con el agua y su abastecimiento; el paisaje cultural de la Alhambra; el papel de la Alhambra en el orientalismo moderno: la gestión patrimonial; el turismo sostenible; las nuevas tecnologías, etc.

Esta apuesta por la investigación ha dado sus frutos. El Patronato de la Alhambra cuenta con una patente propia, un nuevo mortero para restauración con propiedades fluorescentes, visible únicamente con la radiación de luz ultravioleta y que lleva el nombre de ‘Procedimiento de Reconstrucción de Obras Artísticas’. Lo ha desarrollado el equipo del Taller de Restauración de Yeserías y Alicatados de la Alhambra y se utiliza en todo tipo de reconstrucciones volumétricas y como base de reintegraciones cromáticas, barnizados, resinas protectoras y patinados sin perder sus propiedades bajo la luz ultravioleta. Este mortero con propiedades fluorescentes permite restaurar monumentos o piezas artísticas sin que las modificaciones se perciban a la vista. El método, que ya ha sido utilizado en la restauración de yeserías de la Alhambra, puede aplicarse a toda clase de obras.

Restauración con la patente de mortero en la Alhambra.

Por el monumento no sólo pasan turistas, sino también numerosos investigadores procedentes de todo el mundo que pueden acceder a diferentes recursos para llevar a cabo su investigación como el Archivo y Biblioteca, el Museo de la Alhambra, el repositorio RIA (Recursos de Investigación de la Alhambra) o el apoyo del personal de talleres de conservación y restauración del patrimonio. “Hay dos tipos de investigadores -explica la historiadora- los particulares que vienen a hacer uso de los fondos del Patronato para desarrollar sus investigaciones y aquellos otros auspiciados o financiados por la Alhambra. En este caso hay un convenio de colaboración con la entidad a la que pertenecen, con una financiación en colaboración y unos resultados para ambas instituciones. Unos y otros sólo necesitan el carné de investigador”, añade.

Pero para preservar este patrimonio también es necesario estudiar y conocer lo que puede dañarlo. “La principal amenaza es precisamente también su principal medio de existencia: el turismo. Los estudios que se están realizando actualmente van orientados a paliar su afección negativa”, destaca Manuela  Reina. Y para conservar y preservar hay que conocer. Por ello, la divulgación del conocimiento generado en la Alhambra es otra de las prioridades que se llevan a cabo a través de la difusión en publicaciones, la celebración de seminarios organizados por la Escuela Alhambra y actividades culturales, así como exposiciones. A ello se unirá, además, la puesta en marcha del programa ‘DivulgAlhambra’ junto a la Fundación Descubre, con la creación de un portal web con noticias, artículos, entrevistas, un quiosco APP, exposiciones virtuales, así como con la participación en diferentes ferias de la ciencia en Andalucía y la organización y celebración de un evento anual sobre divulgación de la Alhambra y el patrimonio con itinerarios científicos, talleres, charlas y conferencias, rutas científicas en aplicaciones móviles, publicaciones y otras experiencias científicas.

Patrimonio subacuático

Bajo las aguas andaluzas se esconde buena parte de la historia de Andalucía, la que está vinculada con su pasado marítimo  y al papel que ha jugado en la navegación a lo largo de los siglos, desde fenicios y romanos, pasando por las relaciones comerciales con América hasta la Edad Contemporánea.

Andalucía cuenta con el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, un organismo cuyos fines son la intervención, investigación e innovación, documentación, comunicación y desarrollo del patrimonio cultural en el marco de los planes de investigación, desarrollo e innovación de la Junta de Andalucía. Agencia pública desde 2007 y acreditado como instituto de investigación desde 2011, su sede central está ubicada en el monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas en Sevilla. Por su parte, en el Balneario de Nuestra Señora de la Palma y el Real de Cádiz, situado en la popular y  gaditana playa de la Caleta se encuentra la sede del Centro de Arqueología Subacuática (CAS), dependiente del IAPH.

Investigador del CAS, con un detector de metales.

Es en este edificio emblemático de principios del siglo XX donde un grupo multidisciplinar de especialistas formado por arqueólogos, documentalistas, restauradores, químicos,  y otros profesionales trabajan con el fin de descubrir la historia que encierra el patrimonio arqueológico subacuático. Desde el año 1997 existe un servicio especializado en labores de investigación, protección, conservación y difusión del patrimonio cultural subacuático. Cuenta con instalaciones específicas destinadas a la restauración de piezas metálicas, cerámicas y de madera, así como una zona común dedicada al lavado, consolidación e impregnación de grandes piezas.

Para la responsable de este centro, Carmen García Rivera, la arqueología subacuática “es una disciplina científica que busca fundamentalmente avanzar en el conocimiento de nuestra historia. La única diferencia que puede existir entre la arqueología terrestre y la subacuática es el medio en el que se encuentran los restos”.

El CAS se concibe con el objetivo de abarcar un ciclo completo que se inicia con la documentación, continúa con la protección, intervención y conservación, y que culmina con la difusión de los resultados obtenidos a lo largo de todo el proceso. “La verdadera riqueza que tenemos bajo las aguas no es el oro y la plata, sino la información histórica que los yacimientos proporcionan”, destaca García Rivera, historiadora y experta en arqueología subacuática.

Para “excavar” un yacimiento, y mucho más en agua, previamente se tiene que realizar una labor exhaustiva de documentación. El primer paso es la relación del proyecto de carta arqueológica. “Inicialmente contamos con documentalistas en el centro que ‘bucean’ en los papeles para llegar a una hipótesis de trabajo -explica Carmen García- se analizan las fuentes documentales para ver qué información aportan sobre naufragios. Por ejemplo, tenemos una fuente que recoge que el navío San Francisco Javier, entrando en Cádiz, es atacado por una nave inglesa frente a la playa de Levante. Podemos establecer, entonces, un área en la que se pudiesen localizar esos restos. Es con esta información con la que vamos al agua para comprobar si aún quedan evidencias de este suceso”.

A partir de esta fase entran en el proceso los arqueólogos, que no sólo llevan adelante la excavación sino que, junto con los abogados, son los encargados de proponer qué figura de protección de ese patrimonio es la más idónea. “Intentamos protegerlo jurídicamente, con el fin de defenderlo no sólo del expolio sino también de actividades legítimas que pueden afectarlo, como obras o dragados que se puedan realizar en el entorno”, resalta la directora del Centro.

En paralelo, juegan un papel fundamental los restauradores o químicos encargados de la delicada tarea de tratar y conservar esos objetos que han permanecido largos periodos de tiempo bajo el mar. Y es que los restos arqueológicos de procedencia subacuática, especialmente los compuestos de hierro y madera, son muy difíciles de conservar. Es un proceso muy complejo y delicado cuyo objetivo prioritario es mantener intacto, en la medida de lo posible, el estado original de la pieza. “Utilizamos en la madera técnicas, como la impregnación, pero hemos empezado a utilizar otras más novedosas, como la plastinación, que tiene por finalidad sustituir el agua del interior de la madera arqueológica de procedencia subacuática, fuertemente hidrolizada, por aceite de silicona”, indica García Rivera. En este sentido, explica que han realizado experimentos con trozos pequeños de madera tratados y sin tratar. “El que no ha sido tratado pierde volumen y toda su estructura”, añade.

Naufragios en el Golfo de Cadiz.

En su apuesta por la investigación y la utilización de nuevas técnicas para la conservación del patrimonio, el Centro cuenta con proyectos de colaboración como el que llevó a cabo con el Departamento de Química Analítica de la Universidad de Málaga (UMA). Es el caso del proyecto LIBS o espectroscopia de plasmas inducidos por láser, una de las pocas técnicas de análisis químico que permite la caracterización “in situ” del patrimonio sumergido. La utilidad de LIBS en arqueología ha sido ampliamente demostrada, permitiendo el diseño de equipos remotos. “Esta técnica nos permite caracterizar la pieza y conocer, de forma cuantitativa y cualitativa, los materiales que la componen. Así podemos saber qué medidas hay que tomar si quiero conservarlo in situ, bajo el agua”.

Tras alcanzar un tiempo sumergida, la pieza llega a un cierto equilibrio. “Aunque podamos creer que vamos a ver un cañón en el fondo del mar perfectamente identificado, esto no es cierto. La mayor parte de las veces parecen rocas”, indica. Esos cañones están cubiertos de una concreción calcárea y es eso mismo lo que le defiende del medio. “Los ‘cazatesoros’ precisamente rompen esa capa para comprobar si el cañón es de hierro o bronce y eso rompe el equilibrio al que ha llegado la pieza sumergida y que la protege”, añade.

Una amenaza conocida y un reto por cumplir

Para García Rivera, las principales amenazas que se ciernen sobre el rico patrimonio sumergido de Andalucía son el expolio y determinadas actividades legítimas. El desarrollo de las nuevas tecnologías permite que se acceda fácilmente al patrimonio arqueológico subacuático. Los sonares o los robots articulados para trabajar bajo el agua permiten acceder más fácilmente a los restos sumergidos a grandes profundidades. “Anteriormente, el expolio era puntual, llevado a cabo principalmente por buceadores locales. Ahora las grandes multinacionales de ‘cazatesoros’ se acercan a los yacimientos buscando el beneficio económico y eso acaba destruyéndolos de una forma irreparable, al tiempo que se pierde toda la información que contienen”.

Por su parte, las obras de dragados, las regeneraciones de playas o las instalaciones de parques eólicos son algunas de esas actividades legítimas que pueden afectar al patrimonio sumergido. “Somos conscientes de que muchas de esas obras son necesarias para el desarrollo económico y social de algunas localidades. Hay que hacerlas pero es necesario hacer compatible la protección del patrimonio arqueológico subacuático con su ejecución”, destaca García Rivera, y añade que “el CAS actúa como asesor de las delegaciones de Cultura correspondiente informando de la existencia de posibles pecios en la zona donde está proyectada la actuación”. Con esa argumentación arqueológica se establecen diferentes niveles de cautela (prospección geofísica, sondeos de la zona, reconocimiento por parte de arqueólogos buceadores en función de la obra a ejecutar y de la información que tenemos.

Para Carmen García, la gran cuenta pendiente de la arqueología submarina es la difusión. Andalucía no tiene actualmente un museo que muestre y explique ese patrimonio cultural. “No hemos sido capaces de llegar al gran público porque nuestro mensaje, el real, es menos atractivo que el que tradicionalmente nos ha llegado de los naufragios a través de las películas”, lamenta. García Rivera expresa un reto para el futuro: concienciar al público de que el valor real de lo que esconden las naves hundidas en el fondo del mar no está en las monedas de oro o plata, sino en la información que proporcionan acerca del pasado.

(*) Emilio Escoriza está en la actualidad al frente del  Servicio de Investigación y Difusión del Patronato de la Alhambra y el Generalife.


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