Investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) que desarrollan su actividad en los hospitales universitarios Regional de Málaga y Virgen de la Victoria, han demostrado en ratones, mediante microdiálisis cerebral in vivo, que la exposición a un evento estresante incontrolable como es la natación forzada durante un tiempo limitado produce una aumento de dopamina en la corteza frontal del cerebro.
Investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) que desarrollan su actividad en los hospitales universitarios Regional de Málaga y Virgen de la Victoria, han demostrado en ratones, mediante microdiálisis cerebral in vivo, que la exposición a un evento estresante incontrolable como es la natación forzada durante un tiempo limitado produce una aumento de dopamina en la corteza frontal del cerebro. Sin embargo, el aumento en los niveles de dopamina inducido por estrés es menor cuando los animales son tratados con un fármaco que bloquea la eliminación de 2-araquidonilglicerol (2-AG), el principal endocannabinoide del organismo en el cerebro. Estos cambios neuroquímicos producidos por el tratamiento farmacológico se asociaron con la adopción de una estrategia pasiva de afrontamiento ante el estrés y con un efecto ansiolítico. La relación entre las señales dopamina y 2-AG en el cerebro parecen ser cruciales en la regulación de la respuesta aguda al estrés mediante estrategias activas de lucha o pasivas de evitación, lo que podría determinar la evolución de su cronicidad con la aparición de trastornos depresivos y ansiosos en pacientes.
El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista científica Neurobiology of Stress, y en él participan los investigadores de IBIMA, Antonia Serrano y Fernando Rodríguez de Fonseca, adscritos a la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Hospital Regional Universitario de Málaga, y el investigador Francisco Javier Pavón, perteneciente a la Unidad de Gestión Clínica del área del Corazón del Hospital Universitario Virgen de la Victoria. Además de estos investigadores del IBIMA, en el estudio han participado investigadores del Scripps Research de La Jolla, el mayor centro privado de investigación en Estados Unidos.
De acuerdo a los autores del trabajo, los eventos estresantes representan “desafíos adaptativos que cualquier organismo tiene que afrontar para mantenerse vivo y estable en un entorno”. De este modo, alteraciones en los mecanismos neuroquímicos que regulan las respuestas ante el estrés pueden dar lugar a múltiples enfermedades. De acuerdo al Dr. Rodríguez de Fonseca, “es cierto que ante una amenaza puntual o un evento de estrés inevitable, una estrategia de defensa pasiva o inacción es una estrategia conservadora, desde un punto de vista energético y emocional, altamente recomendable. Nuestro estudio puede ser un claro ejemplo de ello. Sin embargo, la adopción de una respuesta pasiva ante cualquier amenaza de forma permanente puede no ser recomendable cuando se requiere que el individuo luche activamente contra la pulsión de quedarse inactivo y temeroso”. Por tanto, es fundamental entender qué mecanismos neuroquímicos hacen que se transite de una respuesta defensiva aguda a un estado crónico en el que la defensa pasiva no conduce sino a daño al organismo al bloquearle su capacidad de interaccionar con su entorno social (familiar o laboral). “Y es que la capacidad de afrontar un estrés luchando puede determinar que un paciente no se abandone, responda favorablemente y, por tanto, no acabe cronificando su depresión o su ansiedad”, ha asegurado la Dra. Serrano.
Asimismo, los investigadores han recordado que los trastornos psiquiátricos, como consecuencia de una exposición crónica a estrés ,“suponen una medicalización continuada y una mayor vulnerabilidad a sufrir otros desórdenes médicos como eventos cardiovasculares y metabólicos, lo que genera una situación compleja para que el paciente aborde su funcionalidad cotidiana”. De hecho, la pandemia por COVID-19 y el estado de alerta permanente generado a su alrededor, representan una amenaza continua que los ciudadanos tienden a afrontar de forma pasiva, y cuyas consecuencias podrían explicar el repunte en la prevalencia de trastornos depresivos y ansiedad.
No obstante, se trata de un estudio en fase preclínica, y en este sentido, el Dr. Pavón ha asegurado que “es preciso extender el estudio y saber qué sucede con la dopamina y el endocannabinoide 2-AG cuando el estrés es prolongado, ya que ayudaría a determinar si podemos diseñar fármacos o estrategias terapéuticas basadas en esas señales transmisoras neuroquímicas que puedan prevenir o revertir la aparición de desórdenes depresivos y ansiosos”.
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