Humanos y otros animales actuamos de manera similar ante las enfermedades infecciosas
Muchas de las medidas adoptadas para frenar la infección del SARS-CoV-2, como mantener la distancia social, son mecanismos de protección habituales en el reino animal. Insectos, murciélagos, peces, langostas, ratones y monos, entre otros, comparten con nosotros comportamientos que evitan la propagación de patógenos.
Consideradas políticamente controvertidas por algunos y rechazadas por otros, las medidas sociales adoptadas para controlar el avance de casos de covid-19 en el mundo no distan mucho de las conductas de los animales ante amenazas similares. Una nueva revisión, publicada en la revista Science, demuestra que, ante la transmisión de patógenos, personas y animales limitamos las interacciones sociales de un modo u otro.
“No somos los únicos que se encuentran constantemente con patógenos y que tienen que lidiar con ellos. Otros animales han desarrollado comportamientos para evitar la infección. Aunque algunas hormigas pueden exponerse a patógenos como una forma de vacunación, estas estrategias son lo único que los animales tienen para protegerse de la infección”, confiesa a SINC Sebastian Stockmaier, investigador en el departamento de Biología Integrada de la Universidad de Texas en Austin y autor principal del trabajo.
El equipo de investigadores ha identificado hasta seis respuestas fisiológicas y conductuales que comparten animales y humanos. Además del distanciamiento social proactivo, los animales, como las hormigas y las abejas también practican la exclusión, incluso de manera agresiva, de los individuos enfermos del grupo para evitar que infecten a otros.
Otros comportamientos observados en animales son la evitación –cuando algunos, como los peces, pájaros, murciélagos, monos, langostas y ratones, pueden detectar y evitar el contacto con enfermos para no infectarse ellos mismos– y el autoaislamiento pasivo –cuando murciélagos, ratones, hormigas y monos enfermos mantienen un estado letárgico y reducen su actividad, ahorrando energía como mecanismo contra el patógeno–.
“Como resultado, pueden reducir el contacto con otros, como ocurre con los humanos al quedarse en casa porque se sienten enfermos”, explica Stockmaier. A estos comportamientos se une el autoaislamiento activo, cuando algunos animales pueden alejarse del grupo de forma activa e intencionada para proteger a otros. Esto no es muy común entre los animales, pero se produce especialmente entre las hormigas negras de jardín.
Altruismo, cuidado y ayuda en el reino animal
“Este autoaislamiento activo es muy altruista porque el individuo enfermo abandona el grupo y, por lo tanto, renuncia a todos los beneficios que obtiene de vivir en grupo”, recalca el investigador. Esta conducta es difícil de explicar para los biólogos evolutivos porque el individuo abandona el grupo, muere y no se reproduce.
Entonces, ¿cómo evoluciona la especie o la población en sí? “La respuesta está en que, en las hormigas al menos, todas están muy relacionadas entre sí y trabajan para un objetivo común que es proteger a la reina reproductora”, continúa el experto.
En general, los animales también cuidan y ayudan a sus congéneres, como en el caso de las hormigas. “Aquí, por ejemplo, un individuo quedará expuesto a esporas de hongos mortales y otros vendrán y se las sacarán para evitar una infección mortal”, detalla el científico estadounidense.
Las lecciones de la vida salvaje
Según los autores, estos cambios conductuales en los animales inducidos por enfermedades brindan valiosas oportunidades para estudiar los mecanismos epidemiológicos subyacentes y sus consecuencias, por ejemplo, saber cómo estas acciones limitan la propagación de los patógenos o el tiempo que deben mantenerse estos comportamientos para evitar su extensión.
Además, los científicos señalan que también se pueden valorar la efectividad, variabilidad y duración requerida de las medidas de distanciamiento social. “No estamos solos en esto y las estrategias de distanciamiento social en animales pueden permitir experimentos o incluso observaciones durante múltiples generaciones. Esto es difícil de hacer en humanos a pesar de que no somos los únicos en emplear estas estrategias”, destaca Stockmaier.
Ante esto, los investigadores concluyen que “la selección a favor o en contra de los comportamientos de distanciamiento social tiene el potencial de crear un conflicto de intereses y podría incentivar conductas egoístas que no son lo mejor para todos”.
Referencia:
S. Stockmaier et al. «Infectious diseases and social distancing in nature». Science.
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