Un grupo de investigación del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC, Córdoba) ha empleado una técnica que combina radiofrecuencia y óxido de hierro para comprobar cómo se mueven y fragmentan los macroplásticos al arar los suelos de cultivo. Los resultados contribuyen a mejorar la gestión de estos residuos en los entornos agrícolas y a evaluar cómo perjudican al medioambiente.
Lucas ha trabajado toda la vida en el olivar de su familia. Por eso, desde pequeño ha visto los cambios, tanto pequeños como grandes, que se han implementado en la finca para mejorar los procesos y que han afectado a sus tierras.
Con los años, han aprendido qué técnicas funcionan mejor y cuáles no. Al mismo tiempo, han adquirido una mayor conciencia medioambiental que les ha hecho replantearse muchas de las prácticas tradicionales.
Uno de los aspectos que más les preocupa ahora es el uso de materiales plásticos en las labores agrícolas. Las lonas para mantener la humedad del suelo y los plásticos que se usan para cubrir los cultivos, aunque eficaces en el corto plazo, dejan rastros a veces invisibles pero persistentes en la tierra. Como el propio Lucas ha notado, con el tiempo, estos plásticos se fragmentan y se dispersan en el suelo, pero no desaparecen. Al contrario:
- Afectan al crecimiento de los cultivos.
- Contaminan el agua dulce superficial.
- Perjudican el ecosistema que rodea su olivar.
Rastrear el plástico
En la detección de estos materiales en los campos de cultivo se basa el trabajo de un equipo de investigación del Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba (IAS-CSIC), la Universidad de Córdoba, IFAPA y la Universidad de Augsburg (Alemania), que ha rastreado por primera vez la propagación del plástico durante la labranza con una técnica que combina una etiqueta de radiofrecuencia y óxido de cobre. Con este método, se puede comprobar qué profundidad alcanza el plástico que se desprende de los invernaderos o las cubiertas de lona, y si afecta a los acuíferos, microorganismos y cultivos de la zona.
Las etiquetas magnéticas son dispositivos que permiten el rastreo y la identificación de objetos a través de señales con radiofrecuencia. Funcionan de forma similar a los detectores de metales, y sirven para localizar y medir la profundidad a la que llegan los fragmentos plásticos que se desprenden durante el proceso de labranza. Esto facilita la evaluación de su impacto ambiental y la identificación de posibles zonas de riesgo.
Tan y como explican en el artículo publicado en Journal of Hazardous Materials, los expertos observaron que los macroplásticos expuestos en las zonas de cultivo tienden a romperse y a convertirse en microplásticos, material más difícil de localizar y extraer de la zona. El impacto de este desplazamiento se agrava durante la época de labranza, que suele ocurrir tres veces al año. Para comprobar cómo se fragmentan y redistribuyen, los investigadores enterraron pedazos de plástico de diferentes tamaños (pequeños, medianos y grandes) a 8 centímetros de profundidad. “El método para detectarlos es similar al que se utiliza para la detección de metales”, explica a la Fundación Descubre el investigador del IAS-CSIC Ahsan Maqbool.
Teniendo en cuenta los resultados obtenidos, el equipo del grupo SOPLAS recomienda reducir el número de veces que se labra el suelo cuando hay una elevada presencia de plástico en la zona. “Al enterrarse y distribuirse, pueden afectar al crecimiento de las plantas, las funciones beneficiosas de los microorganismos del suelo y potenciar el movimiento de los ingenieros del suelo por parte de las lombrices, responsables de la aireación natural del suelo”, señala Maqbool.
De este modo, la ciencia aporta soluciones innovadoras para mitigar el impacto de estos microplásticos en los suelos agrícolas. Una recomendación que tanto Lucas como su familia tendrán en cuenta en su esfuerzo por hacer su agricultura más sostenible.
Más información en #CienciaDirecta: Emplean una etiqueta electromagnética para rastrear cómo se desplaza el plástico durante la labranza
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