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13 de julio de 2021

Estudios sociales: la brújula que nos guiará hasta el final de la pandemia

Fotografía ilustrativa de la noticia

El 83 % de los españoles confía en la vacunación de la covid-19. Para mantener esa actitud, es preciso integrar el conocimiento de las ciencias sociales en el diseño de las medidas sanitarias y en su comunicación transparente y eficaz.

La pandemia del coronavirus ha supuesto una de las mayores crisis que recuerda la comunidad mundial. Ha supuesto un contexto impensado, para el que las instituciones no tenían una hoja de ruta.

El 83 % de los españoles confía en la vacunación de la covid-19. / © Adobe Stock.

En concreto, numerosos gobiernos se han tenido que enfrentar a un contexto de alta mortalidad con una alta incertidumbre de los modos en los que se propaga la enfermedad, así como de las medidas más eficaces para contener su expansión.

Para hacer frente a esta crisis, todas las miradas se han dirigido a la ciencia. El consenso científico se ha tenido que abrir paso de manera acelerada, con no pocas rectificaciones y contradicciones por el camino. Nunca antes la ciencia se había producido bajo una presión temporal tan grande y el escrutinio público internacional.

Uno de los aprendizajes sociales de la crisis del coronavirus es que una pandemia es mucho más que un agente infeccioso. El diseño de las medidas sanitarias no solo debe tener en cuenta la naturaleza del virus, sino el comportamiento de distintos grupos sociales: viajes, celebraciones, formas de trabajo, relaciones afectivas y familiares. Todas ellas son facetas de nuestras vidas afectadas por las medidas para contener la pandemia. Todas ellas han afectado de manera diferente a distintos grupos sociales.

Ciertamente, la sociedad no es un bloque homogéneo y las recomendaciones de sanidad pública tenían el reto de identificar, por un lado, cómo se comportaba la enfermedad, pero también anticipar cómo iban a reaccionar en diferentes grupos sociales ante las restricciones para poder ofrecer las mejores medidas para contener la expansión del virus.

Principales resultados

La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) acaba de poner a disposición de los investigadores una base de datos única para comprender cómo se ha percibido la tecnociencia en tiempos de pandemia, mediante la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología realizada durante el 2020. Pero, además, ofrece una base de datos específica a partir de la Encuesta sobre aspectos científicos de la covid-19, que complementa a la anterior en el estudio de aspectos centrales para la gestión de la pandemia, como las actitudes hacia la vacunación contra la covid-19 y el seguimiento de las medidas de prevención del contagio.

Los resultados de estos estudios, basados en el conocimiento y las teorías del comportamiento social acumulados durante décadas, muestran cuáles y cómo han evolucionado los principales factores sociales que han condicionado las medidas sanitarias.

Por un lado, vemos que la confianza en la vacunación sigue en aumento continuado desde finales de diciembre de 2020. Actualmente, solo dos de cada treinta residentes en España expresan reticencias a la hora de aceptar la vacunación. Los principales factores asociados a la reticencia a la vacunación son la creencia de que las vacunas no son seguras, la complacencia (la percepción de que cuando la mayoría esté vacunada ya no será necesario vacunarse), los valores individualistas (medidos como desvinculación de ‘me pondría la vacuna del coronavirus si con eso ayudo a proteger a mis mayores») y la mentalidad conspirativa en torno a las vacunas.

Por otro lado, los datos de mayo muestran un cierto relajamiento en el cumplimiento de las medidas de prevención, particularmente en el mantenimiento de la distancia social. Solo un tercio de la población (32%) asegura que ha evitado los contactos sociales en el último mes de manera estricta, veinte puntos menos que en enero. Además, solo la mitad de la población (49%) asegura que ha evitado o ha podido evitar de manera estricta estar en espacios cerrados con otras personas fuera de su ámbito de convivencia.

Este estudio muestra que los principales factores asociados a no cumplir las medidas de prevención son el incumplimiento de las medidas por su entorno social más cercano, la desconfianza en las instituciones sanitarias, tener bajo nivel de estudios y ser hombre. El efecto cuadrático del nivel de estudio apunta a un posible efecto de condiciones de vida/trabajo en el mantenimiento de las normas de prevención. Adicionalmente, la mentalidad conspirativa se suma a la lista de factores asociados al incumplimiento del uso de la mascarilla.

El reto de una comunicación transparente

Las actitudes hacia la vacunación suelen ser estables en el tiempo. Sin embargo, los datos recogidos durante la pandemia muestran que las actitudes hacia la vacuna de la covid-19 han visto fluctuaciones muy importantes.

Nuestra opinión ha ido evolucionando en función del contexto, de la información que recibíamos y, también, de cómo ha ido cambiando la confianza que depositábamos en los sistemas sanitarios y políticos. Así, el alto nivel de confianza en la vacunación que tenemos en España no es permanente. Está condicionado por los cambios que puedan, en los próximos meses.

Por lo tanto, es pronto para bajar la guardia y es preciso seguir manteniendo una comunicación transparente y eficaz en este difícil contexto pandémico, especialmente con los intermediarios de la comunicación vacunal (sociedades científicas de áreas biomédicas, periodistas científicos y de la salud, etc.). También es preciso que estos intermediarios, que sabemos que ejercen una influencia significativa sobre las personas con reticencias hacia la vacunación, tengan acceso a los motivos y deliberaciones detrás de los ajustes de la estrategia de vacunación.

Es importante que se conozca el trabajo ingente que están realizado las instituciones públicas (especialmente la ponencia y el grupo técnico de vacunación, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y el Instituto de Salud Carlos III, entre otros) analizando las evidencias disponibles día a día para procurar la mejor estrategia de vacunación posible.

De todo este trabajo diario se derivan unos motivos para las recomendaciones que deben ser comunicados adecuadamente a estos agentes intermediarios de la comunicación vacunal. Una mayor capacidad para comunicar los motivos detrás de los cambios de estrategia (semana a semana, en función de nuevas evidencias científicas) afectará positivamente en la confianza de los intermediarios y, por lo tanto, ayudará a prevenir retrocesos en la aceptación vacunal entre algunos sectores de la población en los próximos meses.

Por otro lado, los datos anticipan una continuación de la tendencia a la relajación en el cumplimiento de las medidas sanitarias en algunos grupos que no sucederá de manera homogénea entre el conjunto de la población.

El cumplimiento de las medidas sanitarias en el contexto social inmediato sigue siendo el principal predictor del cumplimiento de las medidas a nivel individual, por lo que en los próximos meses se desarrollarán grupos o microcomunidades en las que estas medidas se incumplirán en mayor medida.

La edad no será un factor determinante en la creación de estos grupos, aunque probablemente estarán más presentes en el imaginario colectivo por las escenas de botellones y el incremento de los casos positivos en este colectivo. Sin embargo, los datos muestran que ni son todos los jóvenes ni solo los jóvenes. Las medidas se incumplen ahora en mayor medida también entre las personas ya vacunadas (que creen, erróneamente, que ni pueden enfermar ni pueden contagiar) y entre otros grupos, como aquellos vinculados con una mayor desconfianza a las instituciones políticas y políticas, un menor nivel de ingresos (condiciones de vida/trabajo que suponen mayores costes en el cumplimiento de las medidas), así como una mayor mentalidad conspirativa (en el caso del uso de la mascarilla).

Tras un año y medio de disciplina, algunos grupos de personas ven a su alrededor relajarse el cumplimiento de las medidas sanitarias y, también, ellos mismos tienden a relajarlas para ver a sus familiares o sus amigos, produciéndose así una bola de nieve. Es importante recordar los riesgos de la exposición al virus entre los jóvenes: en el primer semestre del año se hospitalizaron cerca de 5.000 menores de 30 años y 37 de ellos fallecieron, sin contar con aquellos que padecen las consecuencias de la covid persistente; pero también debemos recordar, por ejemplo, que en el mes de mayo murieron 150 personas por la covid en Estados Unidos que ya estaban vacunadas y cerca de 18.000 que no estaban vacunadas: la vacuna minimiza enormemente la probabilidad de sufrir las peores consecuencias de la enfermedad, pero no es una garantía total de no padecer la enfermedad ni mucho menos de no poder transmitir el virus.

Además, es importante combatir la estigmatización de grupos sociales, tanto grupos etarios como étnico-religiosos, que pueda emerger en los próximos meses tras la extensión de cobertura vacunal. Previsiblemente, la estigmatización incidirá en un aumento de comportamientos no recomendables dentro de los grupos estigmatizados.

¿Qué dice la ciencia social de lo que nos depara el futuro? 

En los próximos meses, tanto la reticencia vacunal como el incumplimiento de medidas sanitarias tendrá un carácter preeminentemente grupal, formando comunidades de sentido con una determinada narrativa sobre la realidad social de la covid-19. Es preciso identificar tempranamente la conformación de estas narrativas y grupos para establecer puentes de diálogo y favorecer los comportamientos favorables a la contención definitiva de la pandemia.

Las medidas sanitarias son fundamentales para evitar la difusión del virus, pero siempre debemos tener presente que estas se basan en el comportamiento social. No basta tener una vacuna, una parte muy amplia de la población debe aceptar vacunarse con ella; no basta saber cómo se transmite el virus, debemos diseñar medidas de contención que se puedan llevar a la práctica a nivel social.

A lo largo de este difícil año y medio, en todos los países hemos aprendido (más o menos rápidamente) que la integración del conocimiento que aportan las ciencias sociales en el diseño de las medidas sanitarias y de su comunicación mejora nuestra capacidad de hacer frente a una crisis impensada como la pandemia en la que todavía estamos inmersos.


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