El olivar en pendiente, retrato científico de la biodiversidad
Un equipo de investigación de IFAPA y la Universidad de Granada propone aplicar una cobertura de plantas vivas o restos de biomasa que protejan el suelo de la erosión a este tipo de cultivos para mejorar su rentabilidad. El objetivo es frenar los procesos erosivos de la labranza actual y favorecer la biodiversidad del entorno.
Si alguien piensa en Vincent Van Gogh, probablemente imagine cuadros tan afamados como sus inconfundibles ‘Girasoles’, una representación alegórica de la alegría y la esperanza que, sin embargo, también manifiesta la lucha interna y el estado interior del pintor. Éste tendía al pesimismo y la melancolía en los últimos meses de su vida, que pasó en Arlés y Saint-Rémy-de-Provence, al sur de Francia.
En estos lugares encontró inspiración observando los olivos que dominaban el paisaje de la región de la Provenza, que se convirtieron en un motivo recurrente de su obra. Para él, el olivar era símbolo de perseverancia y vitalidad a pesar de las adversidades climáticas. Así plasmó los árboles: con colores vibrantes, troncos gruesos, retorcidos y copas exuberantes, retratos de la naturaleza que preservan el carácter divino y arcaico que les otorgaba Van Gogh.
Aunque no de forma pictórica, la ciencia también retrata el olivar desde una perspectiva diferente y ofrece opciones para su conservación. Ejemplo de ello es el trabajo de un equipo de investigación del IFAPA ‘Camino de Purchil’ (Granada) y la Universidad de Granada, que propone aplicar técnicas ecológicas al olivar en pendiente para mejorar su rentabilidad y sostenibilidad. Los científicos sugieren un sistema de cultivo que ayudaría a los agricultores a incrementar los servicios del suelo (es decir, los beneficios y funciones proporciona a los ecosistemas y a la sociedad) y la biodiversidad, evitando así los procesos de abandono.
Biodiversidad
El olivar en pendiente es un sistema de cultivo que se caracteriza por una topografía abrupta, elevaciones desiguales del terreno, difícil acceso y la baja calidad del suelo, es decir, que a causa de la falta de nutrientes, sufre procesos erosivos que dificultan la diversidad biológica. Un problema que con frecuencia se agrava debido al laboreo continuado del suelo. Por otro lado, para el agricultor presenta obstáculos como la dificultad para mecanizar los procesos, la baja rentabilidad económica y los elevados costes de producción. “Por estos motivos, muchas parcelas terminan abandonándose. Esto causa que se pierda actividad socioeconómica en distintas zonas de olivar en pendiente, como Jaén, Granada, Málaga y Córdoba, que suponen el 26% de la superficie total de este cultivo en Andalucía”, explica a la Fundación Descubre el investigador de IFAPA, Francisco Bruno Navarro.
Por otro lado, en su estudio publicado en Renewable Agriculture and Food Systems e investigaciones anteriores, los autores avalan que el abandono de este tipo de olivar ayuda a preservar la riqueza biológica y favorecer los servicios ecosistémicos. Los investigadores proponen una solución intermedia: el cultivo ecológico con cubierta vegetal. Esto último es una cobertura de plantas vivas o restos de biomasa que protegen el suelo de la erosión, mejoran el balance hídrico, la calidad del aire y la resistencia vegetal ante plagas, entre otros beneficios. Con este sistema de cultivo, los agricultores podrían continuar realizando su labor de forma más sostenible para el entorno, pero de una forma más amigable con la vida.
Tal y como explican en su estudio, las condiciones biológicas y ambientales del olivar abandonado y el ecológico con cubierta vegetal son muy similares. “Se trata de un sistema de cultivo más natural y rentable que ayuda a frenar los procesos erosivos y la escasez de biodiversidad que producen los sistemas de laboreo convencional”, añade Francisco Bruno Navarro.
El valor del olivo
Así, aunque los investigadores no plasmen de forma artística el olivar, con su labor retratan el valor de estos cultivos para la biodiversidad y las múltiples ventajas que supone mantenerlos vivos. Todo ello para que los agricultores puedan mantener su actividad socioeconómica, pero también para preservar esas características lomas andaluzas cargadas de campos de olivos que quizá hubieran seguido estimulando la imaginación del pintor.
¿Los colores? Quizá azules, verdes y ocres vibrantes. Pinceladas gruesas. Algún saltamontes accidentado entre la pintura. Todo para retratar ese carácter natural, vetusto y casi divino del olivar que Vincent ya le describía a su hermano Theo con admiración en una de sus cartas: “El susurro del olivar tiene algo muy íntimo, e inmensamente antiguo. Es demasiado hermoso para que nos atrevamos a pintarlo o para poder imaginarlo”.
Más información en #CienciaDirecta: Proponen aplicar técnicas ecológicas en el olivar en pendiente para mejorar su rentabilidad
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