El estudio internacional, en el que colabora la Universidad de Málaga, se ha centrado en la plasticidad funcional que experimenta este órgano al aprender a leer en una edad avanzada. En concreto, revela que al aprender a leer se incrementa la sincronización entre la llamada Área Visual de la Forma de la Palabra y un circuito cerebral que contiene regiones implicadas en diversos procesos lingüísticos. Las conclusiones de esta investigación demuestran que las personas que aprenden a una edad adulta pueden llegar a leer el mismo número de palabras por minuto que los que fueron alfabetizados durante la infancia, proceso que se refleja a nivel cerebral.
Un equipo de investigadores internacionales, entre los que se encuentra Diana López-Barroso, científica de la Universidad de Málaga (UMA), ha llevado a cabo un estudio de neuroimagen que ha concluido que la actividad de una región cerebral especializada en el reconocimiento de la letra escrita (Área Visual de la Forma de la Palabra, del inglés Visual Word-Form Area) se sincroniza cuando se aprende a leer con la actividad de un circuito cerebral relacionado con el procesamiento lingüístico.
El trabajo, publicado recientemente en la revista NeuroImage, ha determinado además que la edad no parece ser un factor determinante para dicho cambio cerebral. “Hemos observado que las personas que aprenden a una edad adulta pueden llegar a leer el mismo número de palabras por minuto que los que fueron alfabetizados de pequeños, y esto se refleja a nivel cerebral”, explica Diana López-Barroso, autora principal del estudio e investigadora postdoctoral de la Unidad de Neurología Cognitiva y Afasia, del Área de Psicobiología de la UMA y del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA).
El estudio se ha llevado a cabo con una muestra de personas adultas procedentes de una misma comunidad socioeconómica y que compartían aspectos culturales similares. “Fue definitivo contar con un grupo tan homogéneo en cuanto a rasgos socioculturales para poder desarrollar este trabajo”, comenta la experta. Se estudiaron las características cerebrales y conductuales de tres grupos: personas que habían aprendido a leer durante la escolarización infantil; personas que habían aprendido a leer durante la edad adulta y personas que no sabían leer. “Este último grupo realizó el curso de alfabetización tras realizar las diferentes pruebas del estudio”, aclara López-Barroso.
Se contabilizó el número de palabras leídas por minuto de los diferentes individuos de los grupos alfabetizados. Aunque a nivel de grupo los sujetos alfabetizados en la edad infantil mostraban una capacidad lectora más eficiente, algunos individuos que habían aprendido a leer en la edad adulta mostraron una competencia lectora comparable a los anteriores. “Es evidente que cuando se ha aprendido siendo niño es más probable que se alcance un mayor dominio de la lectura, ya que ha transcurrido más tiempo para ponerla en práctica. No obstante, una persona que haya adquirido esos conocimientos en una edad más avanzada puede llegar al mismo nivel de eficiencia lectora si practica de manera asidua”, puntualiza la investigadora.
La clave de estudio radica en el análisis que realiza de la conectividad funcional —o sincronización de la actividad cerebral— del Área Visual de la Forma de la Palabra y el circuito cerebral relacionado con el procesamiento del lenguaje. “La lectura es una habilidad que se adquiere con entrenamiento, lo que quiere decir que se tiene que aprender de manera voluntaria. Para llegar a desarrollar esta aptitud, el cerebro tiene que crear conexiones neuronales que permitan que distintas zonas del cerebro se comuniquen entre sí y trabajen de manera conjunta”, explica la científica.
En este proceso están implicadas áreas típicas del lenguaje, de procesamiento auditivo y visuales. “Leer no es más que descifrar códigos visuales y acceder a los fonemas, lo que permitirá llegar a las palabras y a su significado”, subraya López-Barroso, que compara este proceso con el trabajo que realiza el cerebro al identificar los rostros de las personas.
El estudio revela que al aprender a leer se incrementa la sincronización entre la llamada Área Visual de la Forma de la Palabra y un circuito cerebral que contiene regiones implicadas en diversos procesos lingüísticos. “El cerebro, explica López-Barroso, cambia la sincronización de la actividad de dichas regiones para hacer más eficaz la habilidad de la lectura, lo que se traduce en que aprender a leer conlleva cambios plásticos en este órgano”. A lo que añade, “la sincronización cerebral de los sujetos que habían alfabetizados en la edad adulta y tenían una competencia lectora buena era comparable a los que habían aprendido a leer en edad infantil. Nuestros resultados sugieren que no se podría distinguir en términos de conectividad funcional cerebral a unos de los otros si la persona practica de manera asidua”.
Los cambios en la conectividad funcional se observaron gracias a las imágenes obtenidas con resonancia magnética funcional. “Con esta prueba y los análisis posteriores podemos ver qué zonas del cerebro consumen oxígeno de forma sincronizada”, comenta la doctora. De este modo se pudieron comprobar las diferencias en conectividad funcional entre los distintos grupos estudiados.
Una esperanza para personas con daño cerebral
Este trabajo no solo añade evidencias sobre que la edad no es un condicionante para aprender habilidades del mismo tipo que la lectura, abre además un camino de esperanza a enfermos con daño cerebral. “Actualmente en la Unidad de Neurología Cognitiva y Afasias trabajamos con personas con afasia (déficits adquiridos para comprender y/o producir el lenguaje) secundaria a daño cerebral. El proyecto revela que este perfil de paciente, que frecuentemente presenta problema de lectura, podría llegar a reaprender, con entrenamiento, este tipo de tareas, aunque todo dependerá del tamaño de la lesión y de otros factores”, indica Diana López-Barroso.
En este sentido, la investigadora añade que se han dado casos en los que un área del cerebro responsable de una determinada habilidad se encontraba afectada, y la función alterada ha mejorado gracias a la implicación de otra zona para realizar esa misma función: “Esto es debido a la plasticidad del cerebro, que tiene lugar durante el transcurso de toda la vida”.
Aun así, insiste en que hay una gran variabilidad individual y si bien es verdad que se pueden aprender todo tipo de procesos a lo largo de la vida, influirán otros factores. “Como en todos los ámbitos depende de cada persona, de la genética, del daño cerebral, etc. Igual que todos no podemos llegar a tener el mismo nivel de eficiencia en la realización de operaciones matemáticas, no todos podemos aprender ciertas cosas de la misma forma o recuperarnos de igual modo tras un daño cerebral”, concluye.
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