Un grupo de expertos de la Universidad de Sevilla ha realizado un trabajo comparativo entre las concentraciones, tanto totales como fracciones, de los metales hallados en sedimentos del río Guadiamar en 2002 con los presentes en la misma zona en el año 2018. Tras este estudio, los investigadores afirman que se ha producido un descenso importante de las concentraciones totales, por lo que el riesgo ambiental es ya mucho menor.
Un grupo de expertos de la Universidad de Sevilla ha realizado un trabajo comparativo entre las concentraciones, tanto totales como fracciones, de los metales hallados en sedimentos del río Guadiamar en 2002 con los presentes en la misma zona en 2018. Tras este estudio, los investigadores afirman que se ha producido un descenso importante de las concentraciones totales y una evolución de las fracciones metálicas hacia sus formas más inocuas por lo que el riesgo ambiental es ya mucho menor.
“Las muestras se tomaron en las mismas localizaciones y por el mismo grupo de investigación veinte años después del accidente de la mina de Aznalcóllar ocurrido en 1998”, comenta el catedrático de la Universidad de Sevilla y responsable del grupo, Esteban Alonso, quien añade que, en concreto, se han analizados sedimentos de seis localizaciones del río Guadiamar y sus principales afluentes, desde la zona de la mina de Aznalcóllar hasta las puertas del Parque Nacional de Doñana.
Las muestras tomadas fueron pre-tratadas mediante trituración, tamización y liofilización, para la determinación de la concentración de los siguientes metales: aluminio (Al), cadmio (Cd), cobre (Cu), hierro (Fe), manganeso (Mn), plomo (Pb) y zinc (Zn), seguidamente se aplicó el método de extracción secuencial del SMTP (European Commission Measurements and Testing Programme) modificado para extraer 4 fracciones distintas de metales: intercambiable, reducible, oxidable y residual. Las medidas se realizaron en el Servicio General de Investigación de Radioisótopos de la Universidad de Sevilla y para la estimación de los riesgos que entrañan las concentraciones de metales localizadas en los sedimentos, se utilizó el índice de riesgo ecológico potencial (PERI) y la guía de calidad de sedimentos (SQG).
Los coeficientes de riesgo calculados para el año 2002 mostraban un riesgo extremo con valores muy altos para Cd, Pb y Zn en toda el área de estudio a excepción de la localización aguas arriba de la mina. En 2018, y según los datos obtenidos, el riesgo ha descendido a bajo y moderado en la mayoría de los puntos de muestreo.
“A pesar de las graves consecuencias medioambientales del accidente minero de Aznalcóllar, se ha demostrado que las medidas que se tomaron en su día han sido eficaces para la mejora de la calidad de las aguas del río Guadiamar y sus principales afluentes en relación con el vertido de aguas ácidas y lodos piríticos. Es necesario, en cualquier caso, en una zona tan sensible, entre otros, por su influencia en Doñana, seguir preservando la calidad de sus aguas y sedimentos evitando los vertidos y escorrentías desde zonas todavía contaminadas y mejorando la depuración de las aguas residuales urbanas que son descargadas en la cuenca. De forma paralela, es imprescindible seguir monitorizando la evolución de la contaminación por metales, además de en aguas y en sedimentos, en los suelos de los márgenes de la cuenca”, afirma este investigador.
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