26 de febrero de 2016

COP21: El ‘espíritu’ de París

Fotografía ilustrativa de la noticia

En los pasillos de la COP21, la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, lo llamaban el espíritu de París, una actitud de generoso entendimiento entre gobiernos muy dispares que salvó el acuerdo en los momentos más delicados de la negociación. Una actitud que servía para recordarnos, a los que asistimos al cónclave, que todos somos habitantes de un único planeta, de un planeta único.

Un planeta, por cierto, para el que resulta intrascendente el cambio climático: sencillamente se adaptaría al nuevo escenario, donde, en la nómina de la biodiversidad, habría perdedores pero también ganadores. La única víctima indiscutible de una subida catastrófica de la temperatura media de la Tierra sería la Humanidad; los únicos que veríamos hipotecado, sin duda ninguna, nuestro futuro seríamos los seres humanos. Por eso el acuerdo de París, más allá de cuestiones ambientales, puede ser el primer ejemplo, aunque tímido e insuficiente, de un nuevo estilo de diplomacia multilateral, de un nuevo modelo de gobernanza planetaria en el que la práctica totalidad de las naciones del mundo, con características culturales y políticas muy diferentes, son capaces de ponerse de acuerdo en favor del bien común.

Mientras las delegaciones oficiales peleaban los borradores del acuerdo línea a línea, párrafo a párrafo, el espíritu de París no sólo habitaba en esas maratonianas sesiones de debate político, alejadas (quizá demasiado alejadas) de la calle, del sentir de los ciudadanos. Ese espíritu estaba presente, con especial intensidad, en los miles de observadores que asistían a la Cumbre y que representaban a centenares de instituciones científicas y organizaciones no gubernamentales repartidas por todo el planeta. Ellos se ocuparon de recordar a los políticos que todos los que nos dábamos cita en Le Bourget habíamos recibido una suerte de mandato de más de 7.000 millones de seres humanos, y que no podíamos traicionar ese mandato que hablaba de nuestra propia supervivencia.

Para nosotros, los más de 3.000 periodistas acreditados en la COP21, los observadores fueron un elemento decisivo porque, sorteando el ruido y la confusión, pusieron el acento en lo fundamental; porque nos conectaron con la verdadera trascendencia social del cambio climático; porque nos ayudaron a interpretar las claves de una negociación farragosa; porque desbrozaron los documentos hasta convertirlos en textos comprensibles; porque consiguieron que las evidencias científicas se vincularan formalmente al acuerdo final; porque nos señalaron cuáles eran las líneas rojas que no debían cruzarse y las obligaciones a las que no debíamos renunciar.

Concluida la Cumbre el contenido del acuerdo debe trasladarse a la ciudadanía, y en este esfuerzo, decisivo para que la clase política no olvide sus compromisos ni los retrase, resultan fundamentales los medios de comunicación. Los periodistas especializados y, en general, los divulgadores, nos enfrentamos a la difícil tarea de revelar, de forma rigurosa pero amena, la trascendencia del documento suscrito en París. Y a esta tarea, de ámbito planetario, se suman, desde Andalucía, ‘i+Descubre’ y ‘Canal Sur Televisión’.


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