Un equipo de investigación de las universidades de Almería y Cartagena ha establecido por primera vez en la agricultura mediterránea que la presencia de este tipo de residuos, así como los restos de pesticidas, modifican las comunidades bacterianas y fúngicas en los ecosistemas de agricultura con acolchado plástico. Esto puede afectar de forma negativa a propiedades del suelo como su fertilidad y salud, entre otras.
Cuando se habla de atracción irresistible, en muchas ocasiones se emplea el símil de cómo una luz atrae a la polilla. Sin embargo, podría extrapolarse a otros ámbitos, como al espacio, donde la luna queda atrapada por la gravedad de la Tierra; o al propio suelo que pisamos si hablamos de cómo un hongo beneficioso del suelo se siente atraído por las raíces de una planta que se convertirá en su hogar.
A partir de ahora, podría utilizarse un símil parecido y hablar sobre cómo las bacterias se sienten atraídas hacia los residuos de los acolchados plásticos o “mulch” plástico de los cultivos. Como ocurre con muchas relaciones irresistibles e intensas, en ocasiones pueden tornarse “tóxicas”, e ir en detrimento de alguno de los individuos dentro de la pareja.
Así podríamos resumir de forma muy breve el trabajo de un equipo de investigación de la Universidad de Almería y la Universidad de Cartagena, que ha comprobado que los microplásticos modifican la biodiversidad en suelos agrícolas. Los expertos se han centrado en analizar las bacterias y hongos que habitan en ecosistemas de cultivo con acolchados plásticos en fincas convencionales y ecológicas. De este modo, han confirmado que este tipo de residuos, así como los restos de pesticidas, afectan de forma significativa a la mayoría de estos microorganismos, que participan en procesos biológicos como la solubilización de nutrientes y descomposición de materia orgánica, entre otros, que contribuyen a mantener la fertilidad y la salud del suelo.
Los acolchados plásticos se utilizan en la agricultura para:
- Reducir el consumo de agua y el crecimiento de malas hierbas.
- Controlar la temperatura del suelo.
- Aumentar la eficiencia en el crecimiento de las plantas.
Éstas suelen estar hechas de materiales plásticos como el polietileno de baja densidad (LDPE), el polietileno de alta densidad (HDPE) o el polipropileno, conocidos por su durabilidad, resistencia a la intemperie, a la radiación solar y otras condiciones específicas del entorno agrícola.
Este método de cultivo presenta ventajas como la reducción del uso de herbicidas, dado que las malas hierbas no suelen proliferar bajo los acolchados plásticos a la intemperie, motivo por el que se emplean habitualmente en la agricultura ecológica. No obstante, cuando este material se desgasta, se desprenden fragmentos diminutos de plástico, en ocasiones impregnado con pesticidas en el caso de la agricultura tradicional, que caen al terreno. “Aunque hay métodos para gestionar la retirada de las cubiertas plásticas, entre un 10 y un 20% de este material se queda en el suelo”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Almería Raúl Ortega.
En su artículo publicado en Science of the Total Environment, el equipo científico explica que se centró en cómo estos microplásticos, del tamaño aproximado de una uña, afectan a los microorganismos y a las propiedades del suelo. Los primeros serían como esas luces que atraen a las polillas o, en este caso, a algunos tipos de bacterias que crean colonias sobre él.
Así, los expertos concluyeron que, al adherirse al plástico, estos microorganismos pueden dejar de ejercer sus funciones en el suelo, que consiste en beneficiar a las plantas. Los investigadores señalan que los órdenes de bacterias que se ven estimuladas por la presencia de residuos plásticos son fundamentalmente Solirubrobacterales, S0134 y Acidobacteriotas. Por el contrario, las bacterias del orden Clostridiales han aparecido sensibles a la presencia de plástico, y su abundancia se ha visto reducida. “No está claro si estas comunidades de bacterias degradan el plástico o simplemente lo utilizan como soporte. Lo que sí sabemos, es que no es positivo para las propiedades del suelo, dado que la adherencia de las bacterias a este material interfiere en el flujo habitual de nutrientes del suelo y hace que algunas comunidades de bacterias ignoren a las plantas”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Almería Raúl Ortega.
Por otro lado, concluyeron que tanto los hongos como otras comunidades bacterianas ignoran los microplásticos, pero los expertos señalan que su presencia reduce el número de estos microorganismos beneficiosos para los cultivos. Además, los residuos de los pesticidas no son selectivos, es decir, que eliminan tanto a los agentes patógenos como a los que favorecen la salud y fertilidad del suelo. “Como solución provisional a estos efectos negativos, se podrían emplear estrategias agroecológicas y sustituir los pesticidas químicos que se usan habitualmente en la industria por otros que sean biológicos”, señala el investigador de la Universidad de Cartagena Raúl Zornoza.
De este modo, los investigadores ponen de manifiesto esta relación “tóxica” entre los microplásticos y algunas especies de bacterias del suelo, donde el material interfiere con las funciones habituales que realizan estos microorganismos en su entorno natural. Una relación que, desde luego, hace honor al final que sufren muchas polillas al sucumbir al atractivo de la luz.
Más información en #CienciaDirecta: Comprueban que los microplásticos modifican la biodiversidad bacteriana en suelos agrícolas
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