Impulsado por la Fundación General CSIC, la catedrática de Fisiología de la Universidad Pablo de Olavide Mercedes Atienza coordina este programa de investigación interdisciplinar sobre envejecimiento, donde señalan que llevar un estilo de vida saludable y aumentar la reserva cognitiva son claves para frenar el deterioro cognitivo.
La catedrática de Fisiología de la Universidad Pablo de Olavide Mercedes Atienza coordina uno de los 6 programas de investigación interdisciplinar sobre envejecimiento impulsados por la Fundación General CSIC. Analizar los factores para un envejecimiento cognitivo exitoso es el objetivo del programa coordinado por la investigadora de la UPO, que se compone de 3 de los 18 proyectos individuales contratados por esta Fundación y que abordan el reto del envejecimiento desde una perspectiva interdisciplinar.
Junto al equipo de investigación de la Universidad Pablo de Olavide participan en este proyecto investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela (coordinados por Fernando Díaz) y de la Universidade do Mihno (coordinados por Diego Pinal), quienes han desarrollado su programa en tres regiones que constituyen un referente europeo en envejecimiento activo y saludable: norte de Portugal, Galicia y Andalucía. “Las regiones de la frontera hispano-lusa se enfrentan a un reto demográfico sin precedentes causado por la intensa despoblación y el envejecimiento acelerado de su población. Esta situación supone un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas que terminan mermando la capacidad funcional del individuo y, por tanto, su grado de autonomía e independencia, con el consiguiente gasto socio-sanitario”, explica Mercedes Atienza.
No obstante, la proliferación en la última década de los programas de envejecimiento activo y saludable han contribuido a reducir esta transformación. En el año 2015 la Organización Mundial de la Salud presentó un marco de acción para promover el envejecimiento saludable en torno a un nuevo concepto de capacidad funcional. Desde esta perspectiva, el envejecimiento saludable se entiende como el proceso de desarrollar y mantener la capacidad funcional y el bienestar en la vejez. Los pilares fundamentales que sostienen este proceso son la movilidad, el funcionamiento cognitivo y el funcionamiento emocional. “Es cierto que todos estos procesos se ven afectados en menor o mayor medida por el proceso de envejecer. La buena noticia es que es posible reducir el impacto del envejecimiento actuando sobre factores modificables relacionados con el estilo de vida”, aclara la investigadora de la UPO.
Así, cuanto más temprana sea esta intervención y más prolongada en el tiempo, menor será el impacto del envejecimiento sobre la capacidad funcional del individuo en general y sobre el funcionamiento cognitivo en particular.
Un órgano interconectado y en continua transformación
El cerebro no es un todo inamovible, sino que cambia continuamente con la experiencia. La plasticidad del cerebro o neuroplasticidad es la habilidad de este órgano de cambiar tanto su estructura física como su organización funcional en respuesta a una serie de experiencias, estímulos, y entrenamientos cognitivos que favorecen nuevas interconexiones neuronales y que refuerzan las conexiones ya existentes.
Por otro lado, no se puede entender cómo funciona el cerebro humano si no se comprende la interacción de éste con el resto del cuerpo. Por ejemplo, la obesidad en cualquier momento de la vida y las enfermedades crónicas asociadas, así como la pérdida de peso no intencionada o los cambios que se producen en la distribución de la grasa corporal durante el envejecimiento pueden afectar de manera negativa a la estructura y función del cerebro, aumentando el riesgo de sufrir deterioro cognitivo y demencia en la vejez.
Teniendo en cuenta esta mirada integradora y aunque aún quedan muchos datos por analizar, los resultados preliminares del programa confirman los efectos beneficiosos del estilo de vida saludable, tales como la actividad física, el sueño o la alimentación, sobre el funcionamiento cognitivo de las personas mayores asintomáticas. Sin embargo, en la vejez, los beneficios varían de un individuo a otro, y es aquí cuando entra en juego la reserva cognitiva, que no es otra cosa que la capacidad diferencial que presentan las personas mayores para tolerar el daño cerebral y que, por tanto, tiene efecto neuroprotector.
¿Cómo aumentar esta protección cerebral?
La reserva cognitiva no evita el envejecimiento cerebral, pero sí es un factor que contribuye a retrasar el posible deterioro cognitivo. Así, los estudios de neuroimagen realizados en el marco de este programa transfronterizo han evidenciado la capacidad del cerebro envejecido para utilizar circuitos neuronales alternativos ante un circuito dañado. El uso de mecanismos cerebrales alternativos compensa, al menos durante algún tiempo, los daños existentes en otras regiones del cerebro, aunque sea a costa de una pérdida de eficiencia energética.
“La reserva cognitiva aumenta a lo largo de la vida con la acumulación de experiencias vitales enriquecedoras desde el punto de vista intelectual, emocional y social. Cuanto más alto es el nivel educativo y mayor la participación en actividades formativas, culturales y de ocio, menor es el riesgo de sufrir deterioro cognitivo y mayor la capacidad para afrontar el daño cerebral asociado al envejecimiento normal y a la neurodegeneración”, afirma Mercedes Atienza.
Una carrera de fondo
El programa dirigido por Mercedes Atienza ha demostrado que la reserva cognitiva es un elemento neuroprotector esencial cuando se dan condiciones de mayor vulnerabilidad. Por ello, los resultados de este proyecto tienen la fortaleza de ser directamente aplicables a los colectivos de mayores más vulnerables que habitan en la frontera hispano-lusa. “Las regiones de España y Portugal en las que se ha reclutado la muestra de participantes sobre la que se han evaluado los objetivos del programa coordinado, no solo se encuentran entre las regiones más longevas de Europa, sino que además presentan una cierta desventaja desde el punto de vista educativo, económico, social y de salud en comparación con otras regiones más industrializadas dentro de la Península Ibérica y Europa”, explica la investigadora de la UPO.
Por ello, es necesario promover programas que permitan aumentar dicha reserva en el espacio transfronterizo, programas que deben dirigirse a los mayores, porque es posible continuar aumentando la reserva cognitiva durante este periodo vital, pero también es necesario aplicarlos en la infancia y adolescencia, fomentando la participación activa de los mismos. “Es importante que los individuos se impliquen no solo como meros espectadores, sino también como agentes activos en la generación y diseño de programas que fomenten hábitos de vida saludables”, afirma Mercedes Atienza.
Por otro lado, el equipo de investigación indica que también se requieren políticas educativas específicamente dirigidas al espacio transfronterizo con la finalidad de fomentar programas para la educación de la salud. Enfermedades como la obesidad, la diabetes o la hipertensión, debido a su alta prevalencia entre las personas mayores, se perciben como normales por la sociedad en general y por el colectivo de mayores en particular, lo que significa que han perdido su carácter de peligrosidad. “Una parte importante de la sociedad desconoce que la acumulación progresiva de estas enfermedades determina su capacidad funcional en la vejez”, explica Mercedes Atienza, quien añade que “es difícil imaginar que las alteraciones del músculo esquelético o del tejido adiposo cuando somos adultos jóvenes puedan tener repercusiones directas o indirectas sobre nuestro desempeño cognitivo cuando somos mayores”.
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