El Consejo Superior de Investigaciones Científicas desarrolla un procedimiento que disminuye el coste de reintroducción de grandes rapaces
Un equipo de investigación de la Estación Biológica de Doñana (EBD), con los investigadores Miguel Ferrer y Virginia Morandini, con la participación de Ian Newton y de Gerardo Baguena, director de LIFE+ ‘Red Quebrantahuesos, ha demostrado que la alimentación suplementaria en águilas imperiales y en quebrantahuesos aumenta sorprendentemente su productividad media anual, y más aún en territorios de baja calidad. El estudio acaba de ser publicado en Journal Applied Ecology, del British Ecological Society, y ha sido elegido por el Editor de la revista como el mejor publicado, resaltándolo en su Editor’s choice.
En su libro clásico Population Ecology of Raptors (1979), Ian Newton, coautor de la investigación, concluye que “… en ausencia de intervención humana casi todos los aspectos de la ecología de la población natural de una especie de rapaz dada pueden ser explicado en términos de alimentos: su dispersión sobre el campo, su densidad en diferentes áreas y en diferentes años; la extensión de sus fluctuaciones numéricas; sus épocas de cría y tasas de reproducción; y sus movimientos estacionales y dispersiones”.
“No es de extrañar, por lo tanto, que algunos de los éxitos de conservación de aves rapaces más importantes hayan involucrado la alimentación suplementaria con el fin de impulsar el éxito reproductivo y la supervivencia”, afirma el estudio. Otras técnicas incluyen la cría en cautiverio o la cría, la manipulación de la calidad del hábitat y la disponibilidad del sitio de anidación, la eliminación de las presiones relacionadas con los humanos, como la perturbación y los contaminantes tóxicos, y las reintroducciones y refuerzos de otras poblaciones. “La alimentación suplementaria funciona mejor cuando se usa de forma juiciosa y es consciente de la ecología nutricional y poblacional de las especies objetivo. Normalmente se implementa cuando y donde la comida natural es escasa y limita las poblaciones, o cuando proporciona una alternativa segura a lo que podría estar disponible en la naturaleza pero con productos químicos tóxicos y medicamentos veterinarios”, concluye el estudio.
Trabajando en águilas imperiales españolas (una de las águilas más raras del mundo) en Sierra Morena y Quebrantahuesos en Aragón, el equipo de investigación combinó el trabajo de campo, análisis y modelos para explicar el aumento de la población de águilas de 10 parejas en 2001 a 91 parejas en 2015, y 15 territorios ocupados por buitres en 1988 a 67 en 2012. En ambas especies, la alimentación suplementaria se utilizó durante varios años para aumentar la productividad. Este aumento de la reproducción permitió la extracción de huevos o pollos para programas de reintroducción sin afectar a la población donante.
Sus estudios anteriores han demostrado que el rendimiento reproductivo es dependiente de la densidad en relación con la variabilidad del hábitat, con algunos territorios de alta calidad que muestran una productividad consistentemente alta, pero otros de baja productividad consistentemente. Cuando las poblaciones son bajas, son principalmente los territorios de alta calidad los que están ocupados. Sin embargo, a medida que aumentan la densidad de la población, más territorios de baja calidad se ocupan, lo que resulta en una disminución general de la producción por pareja de una manera dependiente de la densidad. Las diferencias de calidad entre territorios se deben principalmente a la variación en la disponibilidad de alimentos, el grado de perturbación humana y los factores de mortalidad.
En este estudio, el equipo de Ferrer manipuló la disponibilidad de alimentos como una de las técnicas más sencillas para mejorar la cantidad de jóvenes producidos en las poblaciones estudiadas, aportando alimentación suplementaria en determinados nidos durante los últimos cuatro años de sus poblaciones de estudio durante octubre-marzo, para mejorar el estado físico de los reproductores durante el período previo a la reproducción y el período de nidificación. Se comprobó el coste económico sus técnicas y las compararon con los presupuestos de los programas de cría en cautividad para las dos especies.
Los hallazgos son sorprendentes y muy importantes. La alimentación complementaria desplegada en los territorios de mala calidad aumentó la productividad media anual en un 60% para las águilas imperiales españolas, y en un 188% para los quebrantahuesos. Las aves en los territorios de baja calidad con bajos niveles de productividad respondieron con mayor fuerza a la alimentación suplementaria que las aves en los territorios con mayores niveles de productividad natural. Llegaron a la conclusión de que la técnica es extraordinariamente eficaz en territorios de baja calidad en una población de alta densidad (a menudo denominados «sumideros») donde los jóvenes extra pueden ser utilizados para programas de reintroducción o refuerzo en otros lugares.
En términos de costes financieros, descubrieron que sacar a los jóvenes de los territorios de alimentación suplementaria era cuando menos ocho veces más barato que producir jóvenes a partir de un programa de cría en cautividad, y les llevó diez años menos.
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