De hojas de mango a envases que alargan la vida de los alimentos
Un subproducto agrícola que a menudo se desecha en las podas contiene compuestos naturales que frenan el deterioro alimentario. Un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz ha encontrado la forma de aprovecharlo, combinado con plásticos biodegradables, para liberar moléculas protectoras. El material resultante aspira a reducir el uso de derivados del petróleo y potenciar la economía circular
De pulpa anaranjada y sabor entre dulce y refrescante, el mango se ha convertido en símbolo del paisaje subtropical de la Axarquía malagueña. Esta zona concentra prácticamente toda la producción nacional y, aunque el volumen es pequeño en comparación con gigantes como Brasil o Perú, se ha consolidado en el mercado europeo, donde cada vez despierta mayor interés, según el Observatorio de Precios y Mercados de la Junta de Andalucía.
Sin embargo, la planta ofrece mucho más de lo que llega a los lineales de los supermercados. El hueso se transforma en manteca utilizada en cremas y cosméticos o en harina para piensos y biocombustible, mientras la corteza del árbol se ha empleado tradicionalmente en infusiones medicinales. Las hojas concentran gran variedad de moléculas como polifenoles y flavonoides, estudiadas durante años por sus beneficios en salud y en el ámbito alimentario por su potencial para retrasar la oxidación.
Ese efecto es el que un equipo de investigación del Departamento de Ingeniería Química y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Cádiz (UCA) ha trasladado a un material diseñado para el envasado alimentario. Al impregnar con extracto de hoja de mango una matriz de bioplásticos, los científicos han conseguido que el propio film, más allá de envolver, libere sustancias protectoras que retrasen la degradación de productos tan variados como frutas, carnes o salsas.
Un aliado contra el desperdicio, no sólo en la cocina sino también en la agricultura, en línea con el principio de economía circular. “Nos centramos en un cultivo presente en Andalucía como es el mango, aprovechando desechos que normalmente se queman.

Equipo de investigación del departamento de Ingeniería Química y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Cádiz.
En nuestro caso para darles uso en la industria agroalimentaria, aunque también se utilizan en cosmética o farmacia por las capacidades antioxidantes”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la UCA Ignacio García-Casas, uno de los autores del estudio.
Más que envolver
El proyecto combina dos de los polímeros de mayor proyección en el mercado de materiales sostenibles:
- Ácido poliláctico, obtenido de recursos vegetales como el maíz o la caña de azúcar
- Polihidroxibutirato, producido por bacterias.
Como detallan en un artículo publicado en la revista Industrial Crops and Products, la clave está en el método elegido para incorporar los extractos naturales. En lugar de recurrir a disolventes químicos o altas temperaturas, utilizaron dióxido de carbono en estado supercrítico, una condición en la que el CO₂ se comporta a la vez como líquido y gas, lo que le permite penetrar en el film para introducir los compuestos del mango. “Al despresurizar no queda solvente orgánico en la muestra plástica frente a otras técnicas, y al no someterla a altas temperaturas se puede usar con materiales o compuestos termosensibles como las hojas, manteniendo intactas sus propiedades”, detalla el investigador de la UCA Diego Valor, coautor del estudio.
En las pruebas de laboratorio, realizadas con líquidos que simulan diferentes tipos de alimentos, las películas liberaron de forma controlada sustancias naturales con efecto protector, entre ellas el ácido gálico, conocido por su capacidad para retrasar la oxidación. Los ensayos mostraron que la liberación varía según el alimento, lo que abre la puerta a envases “a medida”, más adecuados para pescados, verduras o salsas, según las necesidades de conservación de cada uno.
Hacia un futuro con menos plásticos
El nuevo material se encuentra en fase de laboratorio, pero los investigadores confían en escalarlo a nivel industrial. Para ello deberán primero:
- Evaluar el comportamiento en condiciones reales de envasado.
- Comprobar la biodegradabilidad al incorporar los compuestos polifenólicos.
- Optimizar el proceso para evitar el tono que aporta la clorofila. “El color verdecino puede de ser un impedimento porque las empresas buscan un film transparente, pero también sirve como indicador, para asegurar que la impregnación es homogénea”, señala la investigadora de la UCA Ludisbel León-Marcos, autora principal del estudio.
El proyecto va más allá de la tecnología y apuesta por la economía circular. El equipo trabaja con restos agrícolas que habitualmente no encuentran aplicaciones y que incluso suponen un problema ambiental cuando se acumulan.
Tras el mango, han probado con resto de poda de olivo, incluyendo ramas, hojas y restos de aceituna, con resultados igualmente positivos. “Hemos demostrado que es posible fabricar envases respetuosos con el medio ambiente y que ayuden a conservar los alimentos durante más tiempo, pero seguiremos probando otras combinaciones de polímeros para mejorar las propiedades mecánicas y la capacidad de impregnación de la película resultante”, añade León-Marcos.
Investigaciones como esta reflejan que el futuro de los materiales que usamos cada día pasa por lo que nos da la tierra, ofreciendo soluciones sostenibles para sustituir a los plásticos derivados del petróleo y, en este caso, devolviendo valor al mango más allá de su preciado fruto.
Reportaje: Diseñan un bioplástico con extracto de hoja de mango que retrasa la oxidación de los alimentos
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