Una ‘vacuna’ para despertar el sentido crítico contra la desinformación

Un equipo de investigación de la Universidad de Jaén ha identificado las áreas del cerebro que se activan al procesar información maliciosa. Mediante encefalograma, han detectado que las regiones relacionadas con el aprendizaje y la memoria, así como la vinculada a la toma de decisiones, se ponen en alerta al visionar una campaña institucional sobre desinformación. Esto implica que los receptores están más pendientes al procesar datos posteriores, con lo que se reduce la tendencia a compartir y creer en elementos de las redes sociales.
“No solo estamos luchando contra una epidemia; estamos luchando contra una infodemia”. Advertía el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros A. Ghebreyesus, el 15 de febrero de 2020. Durante el fenómeno de la Covid-19, las redes sociales facilitaron esta sobreabundancia de información, tanto fiable como engañosa, sobre un virus previamente desconocido. Así se distribuyeron datos engañosos basados en creencias incorrectas y desinformación, es decir, falsedades organizadas con intenciones maliciosas.
Con esta desinformación, que se mantiene en el contexto informativo actual, como trasfondo investigadores del departamento de Psicología de la Universidad de Jaén han aplicado en un estudio sobre bioseñales un experimento que evoca una teoría clásica de la psicología social, desarrollada en plena Guerra Fría. Se trata de la Teoría de la Inoculación. En ella, McGuire y su equipo pretendían comprender cómo las personas podían resistir la propaganda. Así, buscaban cómo proteger a las audiencias de mensajes persuasivos que podrían amenazar sus creencias. “En nuestra investigación sobre desinformación nos inspiramos en la lógica de las vacunas: un poco de algo malo te ayuda a resistir un caso completo”, explica a la Fundación Descubre uno de los autores del estudio, el investigador de la Universidad de Jaén Javier Rodríguez Árbol.
Siguiendo el símil de la vacunación, los expertos partían de una hipótesis: si se expone a una persona a una campaña sobre desinformación, ésta avisa al cerebro de que los mensajes posteriores que vea pueden ser maliciosos. Esta acción informativa institucional actúa como una ‘vacuna’ que alerta a los usuarios de que apliquen sus ‘defensas cognitivas’ para analizar los datos de forma crítica. Así se reduce la tendencia a compartir y creer en elementos de las redes sociales. Sería algo así como activar el sentido crítico para que no te ‘cuelen’ información falsa.
La novedad del estudio de la Universidad de Jaén es que han documentado todo el proceso cognitivo que se produce en este proceso para descifrar mensajes en redes sociales. Mediante electroencefalograma, han medido las señales eléctricas del cerebro tras procesar la campaña institucional sobre desinformación para comprender los mecanismos que intervienen. Así, han evaluado la complejidad neuronal que empleaban los participantes en el experimento. Tras el visionado, aumentó la complejidad de la actividad eléctrica cerebral en sus regiones temporal -que se relaciona con el aprendizaje y la memoria- y frontal, vinculada a la toma de decisiones y el control de impulsos.
Esto implica que la campaña fue eficaz y aumentó el análisis crítico de los mensajes, lo que redujo la tendencia a compartir y creer en elementos de las redes sociales. “Es decir, el impacto de la campaña se reflejó en cambios conductuales y neurofisiológicos que hemos captado midiendo las señales eléctricas del cerebro”, aclara el investigador.
El objetivo de este estudio es dotar a la sociedad de habilidades para detectar narrativas engañosas. Una estrategia de protección del receptor nada desdeñable en el ecosistema informativo actual, donde en España, el 53 % de la población, frente al 37 % para la UE, considera estar expuesta a noticias falsas diariamente, según el Eurobarómetro.

Mediante electroencefalograma los científicos han medido las señales eléctricas del cerebro tras procesar la campaña institucional sobre desinformación.
La avalancha de información rápida dificulta que los receptores pueden diferenciar información veraz y maliciosa, con lo que se aumenta la predisposición a creer en la desinformación. Tras su estudio, los investigadores consideran la prevención como una ‘vacuna’ eficaz. “Con esta alfabetización digital si mostramos las características que toma la desinformación, será más fácil detectarla”, aclara.
Visionado de la campaña
En concreto, el equipo de investigación expuso al grupo de participantes a una campaña sobre desinformación de la Organización Mundial de la Salud. Esta acción divulgativa informaba del rol de los usuarios a la hora de difundir ese contenido. Además de resumir consejos con respecto a cómo identificarlo o conductas para evitar la propagación. Todo ello en 8 diapositivas que tardaban en visionar unos 2 minutos.
Los expertos partían de un set de estímulos que eran tuits. La mitad de carácter manipulado con alguna estrategia de desinformación y la otra mitad mensajes legítimos de fuentes verificables.
Los expertos presentaron la información en varios bloques:
- Primero, los participantes visionaron los tuits y respondieron a unas preguntas sobre su veracidad, en qué grado estarían dispuestos a compartir esa información o si estarían dispuestos a verificarlos más tarde.
- A continuación, se proyectaron dos campañas de la OMS: una sobre desinformación y otra sobre hábitos saludables.
- Después se presentaba otro bloque de tuits con la misma distribución anterior: unos maliciosos y otros legítimos. En esta fase del experimento sí se encontraron diferencias.
Si al principio los dos grupos reaccionan igual ante los tuits, los que habían visionado la campaña sobre desinformación comenzaron a actuar de manera distinta. Se redujo significativamente su intención de compartir información y la veracidad que percibían de los mensajes manipulados y no manipulados. El grupo control no mostró cambios significativos.
Este comportamiento apunta que la campaña institucional de la OMS sobre desinformación tuvo efectos. “El procesamiento crítico de la información solo se da cuando recibimos esa inoculación, cuando nos aportan una vacuna, que es la acción informativa. Así los receptores activan sus defensas cognitivas”, detalla Rodríguez Árbol.
En la siguiente fase de este estudio, el equipo andaluz profundizará en los aspectos emocionales que operan en el procesamiento de información maliciosa. Se trata de un paso más en este enfoque psicofisiológico para explorar de forma más precisa la complejidad del proceso cognitivo implicado en el análisis de la desinformación.
La idea es inmunizar a la ciudadanía con estas ‘vacunas’ contra la desinformación, para que, aunque las estrategias de la desinformación vayan mutando, cual virus, los receptores puedan conocer su apariencia y detectar nuevas variantes cuando vayan surgiendo.
Más información en #CienciaDirecta: Identifican las áreas cerebrales que se activan para detectar la desinformación
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