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29 de septiembre de 2016

Jezabel Martínez Fábregas: “La comunicación necesita recuperar su humanidad”

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: José Teodoro del Pozo / Fundación Descubre.

Asesoría científica: Jezabel Martínez Fábregas.

Jezabel Martínez Fábregas -Huelva, 1984- es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad de Sevilla. En esta misma institución, en el departamento de Periodismo II, presenta su tesis doctoral en 2014 centrada en investigar el papel de la prensa oficial durante el periodo de la Transición en España. En 2015 llega a Bruselas, Bélgica, como asesora estratégica en materia de comunicación para la Comisión Europea.

La investigadora andaluza se incorporó en 2015 como asesora estratégica en materia de comunicación para la Comisión Europea.

La investigadora andaluza se incorporó en 2015 como asesora estratégica en materia de comunicación para la Comisión Europea.

– Antes de empezar, la primera cuestión parece obligada: ¿cómo llega a Bruselas?

– Tras desarrollar mi tesis doctoral en la Universidad de Sevilla, y después de dos estancias de investigación nacionales en las universidades Pompeu Fabra -Barcelona- y Carlos III -Madrid-, conseguí una estadía posdoctoral en el Instituto Europeo para la Seguridad y la Justicia de la Universidad de Dundee, en Escocia. Desde allí me animaron a solicitar el puesto, ‘et voilà. Je suis a la Belgique!’.

– ¿Y qué pasó?

– En junio de 2015 me enviaron el típico email de: “Gracias por su interés, pero no ha sido seleccionada en esta ocasión”. El 20 de julio estaba preparándome para ir a la playa con mis padres, cuando un señor me telefoneó diciendo que llamaba de la Comisión Europea y que el correo que recibí era un error, ¡estaba seleccionada y me incorporaba en octubre! A veces los grandes cambios en la vida ocurren por casualidad.

– Dentro de la Comisión Europea, órgano responsable de elaborar propuestas de nueva legislación europea y de aplicar las decisiones del Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea, ¿cuál es su función?

– A nivel general, desarrollar estrategias de comunicación que permitan traducir el lenguaje de la Comisión, en ocasiones complejo, a la ciudadanía; además de comprender sus necesidades en determinadas áreas y proponer mejoras y soluciones. Y en concreto, en diseñar la comunicación estratégica en torno a la ‘Alianza para el Internet de las Cosas y la Innovación’ -AIOTI, en sus siglas en inglés- y liderar a varias unidades en las acciones de comunicación en eventos como el ‘Mobile World Congress’, ‘Digital 4EU’ o ‘NetFutures 2016’.

– ¿Y cómo se concretaban esas estrategias?

– Principalmente en el área de desarrollo tecnológico. Por ejemplo, en nuestro departamento, trabajamos con el ‘internet de las cosas’ –internet of things, según el término acuñado en inglés- y 5G, semántica, interoperabilidad y la arquitectura de sistemas necesaria para la implantación de esta nueva tecnología.

– ¿En qué consiste?

– Es apasionante. Nos reunimos con compañías internacionales -Vodafone, Telefónica, Panasonic, Bosch o Siemens, entre otras- para hablar sobre el escenario tecnológico que viene, y que representa una nueva forma de entender las relaciones entre los objetos y las personas, incluso entre los propios objetos directamente, que se conectarán entre ellos y con internet, ofreciendo datos o respuestas en tiempo real. Se trata, en definitiva, de una digitalización del mundo físico de forma que, por ejemplo, los electrodomésticos sean controlados a través del teléfono o el agricultor trabaje, por qué no, desde casa.

 

Jezabel Martínez Fábregas, en la Comisión Europea.

Jezabel Martínez Fábregas, en la Comisión Europea.

– Hace unos meses vivió, en primera persona, los atentados del 22 de marzo en Bruselas.

– Estaba terminando de arreglarme para ir al trabajo cuando recibí un mensaje de mi hermano en el que me decía que había habido una explosión en el aeropuerto de Zaventem, en Bruselas. Poco después me enteré de otra en la estación en la que cojo el metro todos los días -Maelbeek-. Por suerte para mí, ese día hacía sol -algo no muy común en Bruselas-, y decidí ir andando al trabajo… Una vez allí, la policía y el ejército comenzaron a llenar la ciudad y a aconsejarnos no salir de los edificios. Intenté tranquilizar a mi familia y amigos que no cesaban de llamar. Y aún quedaba calmar a los chicos de prácticas, muy jóvenes y bastante asustados.

– Un tiempo después, ¿qué ha cambiado?

– No ha cambiado demasiado. El ejército lleva en la calle desde los atentados de París en noviembre del año pasado. Nos hemos acostumbrado a ello. Vivimos con normalidad, aunque a nuestro lado pasen soldados con un fusil, mirándote y diciéndote “Bonjour”. La población belga volvió a la estabilidad casi en el mismo día. Fue muy curioso ver las terrazas llenas de gente ese mismo 22 de marzo. Tanto es así que dejaron un mensaje en la Place de la Bourse, en el centro de la ciudad, que se me grabó a fuego esos días: “Una vida vivida con miedo es media vida”.

– Hablemos de ciencia. ¿Cómo se investiga en comunicación?

– La investigación en comunicación es compleja, muy compleja, porque hablamos de seres humanos. Una misma palabra puede ser interpretada por cada receptor de manera completamente opuesta dependiendo de su estado de ánimo el día en que reciba el mensaje.

– Precisamente esa subjetividad hace que ciertos autores consideren que la comunicación no es ciencia, ¿está de acuerdo?

– En absoluto. Desde mi punto de vista, para devolver la comunicación al terreno de la ciencia, lo primero que tenemos que hacer es rescatar la humanidad que ha perdido. Nos hemos centrado tanto en el periodismo dentro de la economía de mercado que olvidamos su función real, una herramienta empática para denunciar lo que funciona mal en el mundo. Nos dicen dónde quieren que miremos y nos muestran lo que les interesa que veamos pero no lo que realmente está pasando.

– Entre sus últimas investigaciones, ha estudiado el tratamiento mediático de los musulmanes en prensa. ¿Qué nos puede decir?

– Analizamos la forma en la que la prensa española –El País– y francesa –Le Figaro– trataron a la comunidad musulmana asentada en esos países durante la semana posterior a los atentados contra Charlie Hebdo. Investigamos si abogaban en sus textos por su integración o, por el contrario, contribuían a su marginación y discriminación.

– ¿Y cuáles fueron sus conclusiones?

– Del estudio se desprende un desenlace duro: se establece una relación directa entre islam y terrorismo, por la que toda persona que profese esta religión es un terrorista potencial.

¿Por qué piensa que ocurre?

– Es posible, entre otras cosas, porque los  musulmanes que profesan el islam y no son terroristas no son noticias, sí lo son cuando han perpetrado un atentado. Es peligroso generar este tipo de tendencia o creencia en el imaginario colectivo, ya que existe un gran volumen de esta población tanto en nuestro país como en Francia. Y así es imposible integrar a una comunidad que lleva conviviendo con nosotros durante siglos.

– ¿Se desvirtúa la presencia de este colectivo en la esfera pública?

– Justamente. En ningún momento mencionan aspectos positivos de la vida de los musulmanes en Europa. De hecho, estos no tienen la palabra en los medios, de forma que es muy difícil que puedan desligarse del contexto asociado al terrorismo. No obstante, no se puede generalizar y siempre es necesario profundizar más en este tipo de estudios.

– ¿Por qué le apasiona investigar en comunicación?

– En mis comienzos, me entusiasmaba descubrir información del pasado, hechos, historias que nadie sabía, destapar el carácter heroico de los periodistas, por ejemplo, durante la Transición española, que fue el tema que elegí para mi tesis doctoral. Me enganché. Hoy día, la academia te permite decir lo que como periodista, muchas veces, no puedes.


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