¿Hora de la muerte? La respuesta está en las bacterias que residen en el cuerpo sin vida
A día de hoy, establecer el tiempo aproximado en el que un cuerpo deja de tener vida es difícil y determinarlo con exactitud es prácticamente imposible. Existen técnicas centenarias empleadas en las autopsias que acercan a este dato, como la pérdida de temperatura corporal, la falta de rigidez y la decoloración de la piel. Sin embargo, pueden afinarse aún más. Un equipo de investigación de la Universidad de Málaga propone detallar la cantidad y la tipología de las bacterias post mortem que determinan con más rigor el momento del fallecimiento de un cadáver.
En series televisivas de ficción como CSI, Bones o El Mentalista se nos muestra cómo se produjo y en qué momento tuvo lugar la muerte de una persona basándose en evidencias científicas. Casi todas ellas lo hacen a partir de métodos cualitativos tradicionales que se usan desde hace más de 100 años y que perduran en la actualidad como la rigidez del cadáver, la existencia de alguna prueba visible en órganos vitales o señales y marcas en el cuerpo.
Aún con todo este conocimiento científico, establecer en la actualidad la hora de la muerte de forma precisa sigue siendo un reto.
En este sentido, un equipo de expertos de la Universidad de Málaga ha aplicado técnicas moleculares para datar restos sin vida. En concreto, el grupo de investigación ‘Biocontrol y prevención de enfermedades en acuicultura’ ha realizado estudios in vivo con ratones empleando una metodología durante el examen forense de un cuerpo que detalla la cantidad y tipología de las bacterias post mortem que determinan con más rigor el momento del fallecimiento de un cadáver. Para ello, y tras comprobar que pasadas 12 horas tras la muerte la comunidad bacteriana disminuía, plantean acotar los tiempos de análisis que revelen en qué momento concreto se produjo la defunción según las diferentes etapas de descomposición.
Para ello, no han necesitado recorrer la escena de un crimen, buscar pistas y documentar científicamente las pruebas para rematar un trabajo policial, como se presentan este tipo de casos de medicina forense. Este equipo de investigación ha utilizado técnicas moleculares encargados de procesar datos del campo de la biología aplicando la informática para obtener datos tangibles más exhaustivos de la hora a la que se ha producido la muerte de un cuerpo. Actualmente, la mayoría de las técnicas empleadas para la realización de autopsias son de tipo cualitativos, como la rigidez cadavérica o el análisis químico del humor vítreo de los ojos.
Además, este equipo plantea que se orienten las horas entre las distintas fases de análisis que se aplican en las autopsias. En concreto, proponen que se tome como referencia a partir de las 12 horas tras la muerte, momento a partir del cual han observado diferencias significativas en la tanatomicrobiota, es decir, el conjunto bacteriano que reside en un cuerpo tras su defunción.
En concreto, han aplicado técnicas moleculares para gestionar una gran cantidad de datos biológicos derivados del análisis de una secuencia concreta de ADN de las bacterias intestinales postmortem, el fragmento 16S. “Estudiamos esta parte del ADN determinada de los microorganismos que hay en la tanatomicrobiota porque es específica de cada bacteria. Es como el DNI de cada una de ellas, la información que las identifica y las diferencia unas de otras”, explica a la Fundación Descubre el investigador de la Universidad de Málaga Ángel Martínez Aragonés, autor del estudio.
Según esta investigación publicada en la Revista Española de Medicina Legal, el análisis de este fragmento de ADN permiten disponer de información cuantitativa sobre la tipología y la cantidad de bacterias existentes en la hora exacta de la muerte con un margen de error de aproximadamente una hora y media en las primeras 24 horas sin vida de un cuerpo.
Por ello, el equipo de investigación propone tomar como referencia espacios temporales de descomposición. Así, en este estudio fija el punto de inflexión donde comienza a cambiar la diversidad bacteriana a partir de las 12 horas tras la supuesta hora de la muerte. “Los cambios que soportan las bacterias en el nuevo escenario tras la muerte se suceden con rapidez y variablemente. Si los espacios temporales de estudio son amplios, esto imposibilita determinar con rigurosidad el momento concreto de la muerte”, subraya Aragonés.
Autopsias en ratones
Tras realizar experimentos in vivo en ratones de laboratorio fallecidos durante 24 horas de descomposición, obtuvieron muestras intestinales que centraron el estudio. Posteriormente, realizaron una PCR para amplificar el fragmento del gen 16S de todas las bacterias y aplicaron técnicas de electroforesis en gel para separarlos según su composición. Tras ello, obtuvieron el fragmento de 16S separado de todas las bacterias. “Este proceso nos permitió tener una fotografía real y completa de la tanatomicrobioma”, apunta el autor del trabajo.
Con esta información, el equipo de investigación concluyó que pasadas 12 horas tras la muerte disminuía la diversidad de bacterias. “Al tender a la estabilización y moderarse los cambios, los datos obtenidos mediante técnicas de aprendizaje automático o modelos predictivos son más precisos para determinar a qué hora se ha producido la muerte de un cuerpo según los datos que nos revelan las bacterias que contiene”, concluye Aragonés.
Este estudio y su posible uso para datación cadavérica es reciente, pero nadie descarta que en un futuro pueda formar parte del proceso de una autopsia y, por qué no, del guion de un nuevo capítulo de CSI.
Más información en #CienciaDirecta: Proponen analizar las bacterias post mortem para fijar con más exactitud la hora de la muerte en las autopsias
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