¿Son efectivas las medidas punitivas sobre las personas no vacunadas contra la covid?
Países europeos están aplicando estrategias anticovid en la población sin vacunar. Austria hará la vacunación obligatoria tras extender su confinamiento dirigido a los no vacunados a toda la población. En Alemania, las personas sin inmunizar tienen acceso restringido a restaurantes y hoteles, y deben mostrar un test negativo en el transporte público. Eslovaquia también ha impuesto restricciones a quienes han decidido no vacunarse. Suecia introducirá un pasaporte covid en eventos de más de cien personas. ¿Qué efecto tienen estas políticas?
¿Tiene sentido epidemiológico?
Para el epidemiólogo Pedro Gullón el éxito de estas medidas a la hora de contener la infección depende de la distribución por edad y las actividades que se estén previniendo. “Si estás vacunando por franjas etarias [de edad], tienes pocos vacunados y decides prohibir entrar a los no vacunados en, por ejemplo, sitios de ocio nocturno, estás cerrando de facto estos sitios”.
Considera que en ese caso “puedes cortar la transmisión si se está produciendo ahí”. Por el contrario, si la distribución de los vacunados y las actividades que realizan es más heterogénea, el efecto sería menor. Por eso cree que estas medidas funcionarían mejor si sirven para cerrar “de forma sutil” ciertas actividades en momentos de alta transmisión.
¿Tendría sentido en países con tantos vacunados como España?
Con casi un 90 % de la población diana vacunada en España, ¿sería necesario aplicar este tipo de medidas cuando llegue la próxima ola? Gullón opina que “restringir actividades a un 10 % de la población cuando el 90 % las realiza tiene poco impacto”.
Aclara que el impacto no es inexistente: “Hemos visto que las vacunas sí reducen la transmisión y en términos relativos los no vacunados contagian y se contagian más, así que estarías previniendo parte de la transmisión e incluso algún evento supercontagiador”. Sin embargo, recuerda que “ese 90 % sigue pudiendo contagiar, aunque sea menos”.
¿Convencerá a los no vacunados?
“Sabemos que las medidas punitivas hacen que la confianza en las instituciones disminuya, lo cual no es un buen dato”, dice la socióloga de la Universidad Complutense de Madrid Celia Díaz.
“Dado que gran parte de los no vacunados se han opuesto hasta ahora, intuyo que les va a radicalizar más aún”, teme el sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid Igor Sádaba. “Es esperable que genere resistencia y mayor activismo”.
Gullón piensa que en países con pocos vacunados estas medidas sí pueden estimular la vacunación “si los sectores no vacunados no son muy reticentes”. No cree que sea el caso de España, donde existe un 10 % de personas al que “es difícil de llegar” y “ya se les ha ofrecido repetidamente la vacuna”. En ese caso, también teme que estas situaciones “refuercen sus propias subjetividades”.
¿Creará una brecha social?
Díaz piensa que estas medidas podrían “acelerar los conflictos entre vacunados y no vacunados”, pero también que hay que intentar que las personas vacunadas puedan “beneficiarse” del hecho de haberse vacunado. “De lo contrario, los conflictos pueden ser mayores si culpabilizan a los reticentes de sus restricciones”.
El investigador de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) Michael Bang coincide en que “un largo período de restricciones para la mayoría vacunada disminuirá su confianza”. Por el contrario, explica que “la fatiga facilita la radicalización” y que las restricciones selectivas reforzarán la desconfianza entre los no vacunados.
Sádaba explica que estas dinámicas dependerán del porcentaje que represente cada grupo en la población y de la actitud de los vacunados. “Si empiezan a discriminar y distanciarse de los no vacunados y a generar estigmas y segregación, podrían generarse nuevas estratificaciones o clases sociales médicas si se implementan normativas que actúan de forma diferencial”.
En ese caso “no solo va a haber aislamiento social, sino también persecución delictiva”. Sin embargo, advierte de que esto se notará más en países con tasas de vacunación más bajas y que dependerá de la situación epidemiológica. También del contexto político, ya que algunos países han propuesto incluso hacer obligatoria la vacunación de la covid-19.
“De momento, en la población vacunada no se ha visto esa actitud [discriminatoria]y el movimiento más beligerante es el antivacunas”, tranquiliza, aunque avisa de que no hay datos concluyentes y sí margen para la especulación debido a la incertidumbre.
Bang sí teme que “el conflicto social aumente en los próximos meses entre los vacunados y los antivacunas” y ve improbable que las dinámicas de “moralización”, que ha estudiado en el contexto de la pandemia, funcionen entre estos grupos ya establecidos.
¿Cómo convencer a los no vacunados?
Díaz y Sádaba aseguran que hay que tratar de entender las causas que provocan las reticencias vacunales. La socióloga pone de ejemplo el caso de Rumanía, donde solo el 36 % de la población está vacunada: “Parece haber una desconfianza asentada en las instituciones en general y las sanitarias en particular, y muchos sectores creen que las vacunas son malas para la salud”.
Para Díaz, la estrategia pasa por desarrollar campañas de divulgación con las evidencias que ya tenemos. “Las vacunas disponibles han resultado ser más eficaces de lo que se esperaba y hay muchos datos sobre los efectos secundarios como para poder eliminar esos miedos sobre su novedad. También habría que recordar lo dañinos que resultan los confinamientos y los cierres de colegios, que podemos evitar gracias a las vacunas”.
Díaz añade que si las tasas de infección provocan la imposición de medidas punitivas, “se debería hacer desde principios éticos claros, destacando y reforzando la solidaridad”. Por ejemplo, “habría que destacar el factor de protección a los seres queridos y vulnerables y señalar los casos de éxito que ya existen”.
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