Fátima de Madrid, ¿astrónoma andalusí real o inventada?
Fuente: Agencia SINC
Hace un siglo apareció el nombre de una desconocida astrónoma andalusí en la enciclopedia Espasa Calpe. Hoy su leyenda se extiende por internet, pero historiadores y arabistas, entre ellos expertos de la Universidad de Almería y de la Escuela de Estudios Árabes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, insisten en que es una pura invención. No se ha encontrado ni un solo documento antiguo que acredite su existencia, aunque algunas pistas conducen a la Real Biblioteca de El Escorial.
FÁTIMA. Biog. Astrónoma madrileña, hija del célebre astrónomo Moslema-ben-Ahmed el-Mageriti (el Madrileño), escribió notables trabajos sobre astronomía que la hicieron celebre a fines del siglo X de nuestra era (IV de la hégira), en la Aljama de Madrid, donde eran conocidas como Correcciones de Fátima, y ayudó a su padre en la redacción de varias obras, entre otras, en el Tratado del Astrolabio, que se conserva en el monasterio de El Escorial.
En 1924 apareció esta escueta biografía en la gran Enciclopedia Espasa Calpe y durante décadas permaneció olvidada entre sus páginas. Más tarde, a comienzos del siglo XXI, la imagen seductora de esta mujer astrónoma de Al-Ándalus se rescata y amplifica a través de internet, llegándose a citar en diccionarios y publicaciones de ámbito científico, como un calendario publicado en el Año Internacional de la Astronomía en 2009.
Pero surgió un gran problema: Fátima de Madrid nunca existió, según los expertos. Ninguna fuente antigua la citaba. El primero que dio la voz de alarma fue el divulgador de las matemáticas Ángel Requena Fraile en su bitácora Mirada matemática: “Resulta curioso el proceso de invención de personajes notables. A Maslama al-Mayriti [transliteración más común para referirse al Madrileño], un gran astrónomo andalusí, se le crea una hija legendaria. Luego la bola de nieve se va agrandando y, una vez puesta en marcha, esta leyenda es difícil de detener”.
“No hay ningún documento histórico que la mencione, ni a ella ni a las obras que se le atribuyen en el artículo de la enciclopedia Espasa” apunta Manuela Marín (antigua profesora de investigación del CSIC y autora de Mujeres en al-Ándalus), quien subraya: “La historia se construye sobre documentos, escritos o materiales, no sobre invenciones”.
Todos los especialistas coinciden: “Estoy convencido de que si existiera algún dato lo conoceríamos, dada la cantidad de estudios biográficos y onomásticos de al-Ándalus que se han realizado”, señala el profesor Daniel Gil-Benumeya de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), autor de diversas obras sobre el Madrid islámico.
“De haber existido y ser hija de Maslama la hubiéramos citado en la Biblioteca de al-Ándalus en la ficha de su padre; y si hubiera escrito alguna obra, de astronomía o de cualquier otra materia, estaría incluida con un artículo aparte”, apunta Jorge Lirola (Universidad de Almería), responsable de esa biblioteca y de la Fundación Ibn Tufayl.
La esclava astrónoma de al-Hakam II
Manuela Marín considera que no hacía falta inventarse una astrónoma andalusí porque hay constancia de otra auténtica, aunque se desconoce su nombre: “Fue una esclava del califa al-Hakam II”, quien gobernó Córdoba en el siglo X durante su época de máximo esplendor, promocionando las letras y las ciencias, así como su difusión mediante textos escritos.
Según un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional del Reino de Marruecos, en Rabat, su esclava astrónoma era una katiba (escribana o secretaria) de gran inteligencia que fue enviada a un tal Sulaymaán “para que le enseñara astronomía, el manejo del astrolabio y cosas parecidas”. Se convirtió en una experta en ese tema, «a lo que ayudó su natural inclinación por esta ciencia, que llegó a dominar en tres años, al cabo de los cuales causó la admiración del califa, que la puso a trabajar en lo que había aprendido en el alcázar, y recompensó a Sulaymaán”.
Otra de las esclavas de lujo y escriba de al-Hakam II fue Lubna, una experta en cálculo y otras ciencias, además de poeta y excelente calígrafa. “En este caso su existencia también está documentada, aunque la mayor parte de lo que se cuenta sobre ella en internet son invenciones sin ningún fundamento”, advierte Marín.
Lubna y la esclava astrónoma de al-Hakam II aparecen, junto a otras mujeres médicas, poetas, juristas y de otras profesiones en el libro Mujeres “sabias” en Al-Andalus de María Luisa Ávila (investigadora jubilada de la Escuela de Estudios Árabes del CSIC), quien confirma que la inexistente Fátima no está entre ellas.
“La gran mayoría de las mujeres que tuvieron algún papel en el ámbito intelectual, científico en particular, recibieron su formación dentro de su entorno familiar y desarrollaron su actividad en él —explica Ávila—. Pero resulta curioso que hasta una ‘sabia’ inventada como Fátima de Madrid fuera creada con unas características semejantes a las de este arquetipo: era hija de”.
Posibles motivos para una invención
¿Pero por qué inventarse un personaje como Fátima? “No se puede hablar de un error, porque en el texto de la Espasa se acumulan una amplia serie de datos falsos con evidente intención de hacerlos pasar por ciertos”, denuncia Marín.
Según Ángel Requena, “la cultura en lengua española tiene una enorme deuda con la Espasa, pero en todo proyecto tan ambicioso hay erratas, algún pillo o algún copista poco cuidadoso. Existe al menos otro personaje inventado que solo aparece en esta enciclopedia: Luciniano, un mítico obispo geómetra visigótico de Calahorra, según advirtió Francisco Vera, padre de la historiografía de la ciencia española, en su pionera Historia de la matemática en España (1929)”.
“Sería interesante encontrar al creador de ese pasado mítico hispano —añade—. Pudo recrear personajes quizá para mayor gloria de la patria o por interés crematístico [por dinero], en plena polémica sobre la ciencia española. La vida era muy dura también para los plumíferos”.
Los redactores de la Espasa
“La verdad es que no sé cómo es posible que se colara en la Espasa una entrada falsa», comenta Juan Ignacio Alonso, que trabajo en la edición de sus últimos volúmenes después de que en 1991 la editorial se integrara en el grupo Planeta. “Me consta que en mis tiempos mucha gente llamaba para que la incluyéramos en la obra, e incluso algunos preguntaban ‘cuánto había que pagar’, pero en general yo creo que la redacción de los suplementos y el apéndice que acabamos haciendo eran esencialmente limpios”.
“Desconozco si en tiempos pretéritos pudo ocurrir algo así”, continúa Alonso, autor del libro Pregúntale a la Espasa, donde recuerda cómo se trabajaba en los comienzos de la gran enciclopedia: “Muchos de sus artículos son traducciones adquiridas a enciclopedias alemanas, pero el grueso de los contenidos lo elaboraban sus propios redactores, que eran de tres tipos: colaboradores externos —generalmente estudiosos de las materias tratadas—, otros que alternaban trabajo externo y en la redacción, y los redactores a tiempo completo, conocidos como ‘los muertos de hambre de arriba’ por su exiguo sueldo y el lugar que ocupaban en el edificio”.
El que fuera jefe de archivo gráfico en Espasa, Manuel Durán Blázquez, explica que a comienzos de los años 20 del siglo pasado, cuando uno de aquellos trabajadores anónimos escribió la entrada de Fátima, la redacción de la enciclopedia estaba en Barcelona: “No fue hasta 1926 cuando Espasa se fusiona con Calpe y se traslada a Madrid, y no me consta que se hayan conservado los archivos del personal y los colaboradores de aquella época”. También ve “poco probable” que alguien se inventara ese personaje, “pero no podemos estar seguros de lo que realmente ocurrió hace 100 años”.
Uno de los pocos especialistas que no descarta la existencia de Fátima es el matemático honorario Juan Núñez Valdés de la Universidad de Sevilla, autor del estudio Did Fátima de Madrid Really Exist? publicado en Review of Social Sciences: “El que no se hayan descubierto documentos no implica en absoluto que no se escribieran”.
“Ciertamente no es más que una intuición —reconoce—, pero considero que este personaje sí pudo existir basándome en dos razones: una es que una entidad como la Sociedad Española de Astronomía le dedicase un mes del calendario Astrónomas que hicieron historia en 2009.
A este respecto, SINC ha contactado con una de las autoras de aquel calendario, Eulalia Pérez Sedeño (Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC), y adelanta que, tras hablar con arabistas y ante la falta de documentos fidedignos sobre Fátima de Madrid, esta no aparecerá en la nueva exposición sobre astrónomas que están preparando, cuyo formato será tanto físico como virtual para dispositivos móviles.
Tras la pista del libro que Fátima habría escrito
La otra razón que argumenta Núñez es que en El Escorial se conserva un documento al que hace referencia la biografía de Espasa: “¿Quién iba a atribuir algo a una persona de la que se desconoce su existencia?”. El documento en cuestión es un supuesto Tratado del Astrolabio que Fátima ayudó a su padre a elaborar, aunque la realidad es que tampoco se ha encontrado.
Una experta en estos instrumentos, Azucena Hernández (UCM, autora de Astrolabios en al-Andalus y los reinos medievales hispanos) explica que de las publicaciones que nos han llegado de Maslama al-Mayriti (que murió en Córdoba en 1007 o 1008), “no se encuentra ningún Tratado del Astrolabio, aunque sí una Tabla de estrellas en el astrolabio conservada en la Biblioteca Nacional de Francia” que quizá pudo formar parte de él.
“El gran valor de esta tabla de estrellas es que fue referenciada en los Tratados del Astrolabio que nos han llegado de dos de los discípulos de Maslama: Aḥmad ibn al-Ṣaffār (su libro explica las piezas de este instrumento y se conserva en El Escorial) y el de Ibn al Samḥ depositado en la British Library, mucho más detallado sobre el uso del astrolabio pero sin analizar su estructura”, continúa la experta.
Hernández coincide con los otros especialistas: “Fátima de Madrid es claramente una leyenda, hoy la denominaríamos una fake news. Eso no impide que pueda aparecer en el futuro un documento perdido en un archivo que nos hable de ella o de otras mujeres científicas andalusíes, pero de momento no debemos seguir alimentando el bulo”.
Al veterano arabista Julio Samsó (profesor emérito de la Universidad de Barcelona) tampoco le consta que Maslama escribiera ningún tratado sobre la construcción o uso del astrolabio, “pero lo que sí hizo fue trabajar sobre la teoría de la proyección estereográfica, que es la utilizada para trazar ese instrumento”, según detalla en un artículo publicado recientemente en Handbook of Oriental Studies.
Respecto a Fátima, “nunca he visto una fuente fiable sobre esta presunta hija de Maslama, del que tampoco sabemos si tuvo hijas o hijos. En Oriente se conocen casos de mujeres que trabajaban en talleres en los que se fabricaban astrolabios, pero no tengo este tipo de información en al-Ándalus. Los diccionarios biográficos islámicos se concentran en la vida y milagros de los expertos en ciencias religiosas, y también suele haber información sobre los poetas, pero las referencias a científicos son raras”.
Por su parte, Mª Carmen Escribano Ródenas (Universidad CEU San Pablo) coincide: “Como mujer que soy, dedicada a la ciencia, me hubiera gustado que hubiese existido una mujer científica en la España del siglo X, pero la realidad es otra. Anteriormente a esta enciclopedia nadie mencionó nunca a ninguna Fátima hija de Maslama”.
Escribano, junto al profesor arabista Juan Martos Quesada (UCM) ha publicado el artículo Un matemático árabe del siglo X: Maslama el madrileño, donde, además de destacar la importancia y el contexto en el que vivió este gran científico andalusí, se describe la polémica que hubo a principios del siglo XX sobre los orígenes y evolución de la ciencia española.
Los años 20 y el debate sobre la ciencia española
En ese momento —cuando también se escribió la biografía de Fátima— había dos posturas enfrentadas entre los eruditos españoles: unos, encabezados por el premio nobel de literatura, político y matemático José de Echegaray, afirmaban que la época hispano-musulmana no contaba con ninguna figura científica digna de consideración. La postura contraria, que giraba en torno al escritor Menéndez Pelayo, consideraba que ha habido personajes ilustres en las diversas ramas del saber a lo largo de toda la historia.
En medio de ese debate, la Real Academia de Ciencias española organizó un concurso sobre matemáticos españoles anteriores al siglo XVIII. Al certamen se presentó el catedrático de Matemáticas José Augusto Sánchez Pérez, quien consiguió un accésit con su trabajo Biografías de matemáticos árabes que florecieron en España (1921), donde cita a casi 200.
Por supuesto, la historia de Fátima no aparece en esta obra, pero sí la de Maslama, y en ella se menciona que su Tratado del Astrolabio está en el fondo árabe de la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. En concreto, en el manuscrito 967.
Actualmente el códice con esa numeración corresponde a un texto con escritura oriental (no andalusí ni magrebí) que nada tiene que ver con Maslama. ¿Dónde está entonces el manuscrito con su Tratado del Astrolabio que había en los años 20, en las mismas fechas que alguien escribió la biografía de su supuesta hija, indicando, además, que había ayudado a su padre a redactar esa obra?
Lo encontramos: el manuscrito 972 de la Biblioteca de El Escorial
Los padres agustinos que custodian la real biblioteca aclaran el misterio a SINC: “El manuscrito o ms. 967 hace referencia a la numeración de un antiguo catálogo denominado de Casiri, pero corresponde al ms. 972 del catálogo de Derenbourg (otro más moderno), que es el que ahora seguimos en la biblioteca”, explica su director, el padre José Luis del Valle Merino.
“Y según su ficha —prosigue—, el volumen que nos ocupa recoge varios textos, incluyendo un pequeño fragmento de Maslama al-Mayriti, pero no sobre el astrolabio como sugirió Casiri en su catálogo, sino sobre una figura matemática denominada secante”.
En principio, en este manuscrito no figura nada más de Maslama (sí en otros códices de la Real Biblioteca sobre temas distintos). Pero se da la circunstancia de que el ms. 972, con bordes afectados por la humedad y algunas partes ilegibles, aúna textos de diferentes épocas relacionados con astrolabios (incluyendo dos capítulos de un tratado sobre su construcción de Ibn al Samḥ), figuras matemáticas, tablas de estrellas y relojes solares; y varios de sus autores son anónimos.
Otro de los padres bibliotecarios, Jaime Sepulcre Samper, explica el contexto de la biblioteca y los avatares que han afectado a este y al resto de los manuscritos de su valioso fondo árabe: “Salvo unos pocos códices, la inmensa mayoría de las piezas están aquí desde 1614, muchos procedentes de un barco francés incautado dos años antes y donde un sultán de Marruecos trasladaba su biblioteca ante el temor de que fuese saqueada durante unas revueltas locales”.
“Este fondo llegó a contar con más de 4.000 códices árabes —recuerda—, pero el gran incendio de 1671 (aunque hubo otros como el de 1872) los redujo a la mitad, y hoy se conservan unos 2.000. Algunos incluso se tiraron por las ventanas para salvarlos, o se vieron afectados por el agua utilizada para apagar las llamas. Luego se recuperaban, y a veces se reunían en un solo volumen los manuscritos de una misma temática (quizá el caso del ms. 972)”.
“Y también es cierto que unos pocos códices han sido sustraídos por investigadores en ocasiones puntuales y han terminado muchas veces en otras bibliotecas, y en algún caso excepcional han sido regalados por reyes españoles a visitantes ilustres”, apunta el padre Sepulcre.
Respecto a que alguno de los textos del ms. 972 fuera el Tratado del Astrolabio perdido del astrónomo madrileño o incluso que su supuesta hija pudiera haber participado en cualquiera de ellos, Samsó lo rechaza: “Esa atribución a Maslama es una idea que ya ha sido descartada por varios expertos antes, y en cuanto a Fátima, carecería de sentido. ¿Tenemos que atribuir a este personaje fantástico los textos anónimos de la Biblioteca de El Escorial?”.
En cualquier caso, el veterano profesor y otros especialistas están revisando el manuscrito ms. 972 por si pudiera contener información que hubiera pasado desapercibida hasta ahora. De momento ha encontrado dentro un tratado sobre los rarísimos astrolabios esféricos, como el que tuvo el emir Muḥammad b. al-Ŷahm, aunque eso ya es otra historia. Quizá en el futuro se descubran los científicos o científicas anónimos que se esconden detrás de este y otros códices árabes olvidados.
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