Docentes y familias de España celebran el logro sanitario y pedagógico que ha supuesto mantener la enseñanza presencial todo el curso hasta segundo de Secundaria. Los investigadores, mientras, estudian qué medidas han sido las más eficaces. Tener aulas menos pobladas es una de las principales claves.
Este fin de curso los niños han lucido sonrisas y narices blancas. La marca de la mascarilla en los rostros infantiles es una buena noticia: los coles no han cerrado. La apuesta por la enseñanza presencial hasta los 14 años ha salido bien. “Ninguna semana ha habido más de 45 centros educativos cerrados en toda España, que no suponen ni el 0,2 % del total”, señala el ministerio de Educación.
¿Cuál ha sido el secreto del éxito? Todo apunta a que una de las medidas más eficaces ha sido el mantener una mayor distancia interpersonal, algo que será más difícil de cumplir si se vuelve a las ratios prepandemia.
El confinamiento hizo que muchos constataran algo en lo que tal vez no habían necesitado pensar hasta entonces: los colegios e institutos, además de esenciales para el futuro de los niños, vertebran la organización social. No en vano, “que no cierre el cole fue este principio de curso el mantra cotidiano de muchos padres y madres”.
Muchos profesores, por su parte, “empezaron el curso con miedo al contagio”, dice Rafael Páez, de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras. Y también “con muchísimo trabajo y estrés”, afirma José, director de un colegio público de Madrid que recuerda con agobio los preparativos el pasado verano: crear grupos con menos alumnos, entradas y salidas escalonadas, desdoblar turnos de comedor, convertir la biblioteca en aula…
Ventajas de ir a clase
En España se apostó por la enseñanza presencial hasta el primer ciclo de secundaria, y por la semipresencialidad en los cursos superiores. Y “la verdad es que el curso ha ido mejor de lo esperado”, comenta Diana, profesora de Primaria en Madrid y madre de niñas escolarizadas en otro centro. “En nuestro cole hemos tenido muy pocas clases confinadas”.
La percepción de las etapas con presencialidad es positiva también desde el punto de vista pedagógico: “Se ha podido atender a los alumnos mucho más, los profesores han apreciado las grandes ventajas de trabajar con grupos más pequeños”, dice Páez.
Teresa, enfermera, responsable covid de otro colegio, coincide: “Solo en dos ocasiones ha hecho cuarentena toda la clase; el resto, solo los contactos directos de los positivos. Y han sido pocos”. Cada incidencia debía ser comunicada en el día a la Administración, además de un informe semanal.
Según los datos de Educación [ver PDF], “ninguna semana desde el inicio de curso se ha superado el 2 % de aulas cerradas”. Las cifras son especialmente buenas a partir del segundo trimestre, en coincidencia temporal con la vacunación del profesorado.
Entre el 28 de octubre y el 4 de noviembre había un 1,5 % de aulas/grupos en cuarentena en España, el porcentaje más alto; a finales de mayo eran 0,3%. “El segundo trimestre concluyó con el 99,6 % de aulas abiertas (0,4 % en cuarentena)”, informa el ministerio.
Los colegios no han amplificado la transmisión
Todo apunta a que los contagios han ido de las familias al cole, y no al revés: “Los padres nos avisaban del positivo del alumno, contagiado por alguien de la familia; los compañeros que tenían que hacer cuarentena la hacían, pero esos casos no se contagiaban”, afirma Teresa. La percepción de Páez es la misma: “Cuando llegaban las olas de la pandemia los contagios venían de las casas y entonces se producían las cuarentenas, pero no los contagios”.
Lo corrobora el informe del pasado mayo de los ministerios de Sanidad y Educación: “La vigilancia epidemiológica en el curso 2020-2021 (…) ha evidenciado que los centros educativos no ejercen un papel de ampliación de la transmisión. (…) Los brotes en centros educativos han sido reflejo de la transmisión comunitaria”.
Han sido brotes pequeños y más frecuentes en educación secundaria. “España ha sido un modelo internacional gracias a la capacidad de mantener la apertura de los centros educativos”, añade el informe.
La Asociación Española de Pediatría también ha celebrado la constante presencialidad: “La decisión valiente [de mantener los colegios abiertos], que no temeraria, ya que estuvo basada en sólidas hipótesis científicas, ha permitido garantizar la escolaridad presencial para los 8millones de alumnos españoles (…), con un evidente beneficio en su salud física, psicosocial y mental, así como en su aprendizaje. Esta es una de las grandes historias de éxito en nuestro país, y de ella tenemos que aprender”.
Estudios con datos del mundo real
Datos de la UNESCO, en efecto, sitúan a España entre los países que menos días han cerrado los colegios. Y de hecho, la experiencia española está en la línea de lo que estudios de distinto tipo y en varios países han ido confirmando: con las medidas adecuadas, los coles pueden seguir abiertos sin convertirse en foco de contagio.
La evidencia es lo bastante sólida como para que se hable de “consenso” en “una de las cuestiones más controvertidas de la pandemia”, escribían a principios de junio en Science los autores de una investigación del papel de los colegios en la pandemia que ha empleado datos de más de medio millón de estadounidenses. Este análisis sí halla un riesgo de contagio algo mayor en las familias con niños con clases presenciales, pero solo cuando no se toman medidas preventivas.
Meses antes, en diciembre, una investigación en Reino Unido ya insistía en que los contagios en los coles reflejan lo que ocurre fuera, sin amplificarlo: “La estrecha asociación entre la incidencia de covid-19 en los colegios y en la comunidad enfatiza la importancia de controlar la transmisión comunitaria para proteger los centros educativos. Las intervenciones deberían centrarse en el personal”.
En Italia, un estudio de seguimiento de contactos también concluyó que la pandemia se mueve al margen de los coles: “Este análisis no apoya la conclusión de que la apertura de los colegios impulsó la segunda ola en Italia”, escriben los autores.
Otro trabajo en Finlandia también encontró que “aunque las escuelas infantiles y colegios son importantes en la transmisión de la gripe, en la pandemia de covid-19 su impacto es mucho menor”.
Un día tras otro los niños y niñas han estado mínimo ocho horas con mascarilla, se han tomado la temperatura y puesto gel varias veces al día y —quizás lo más difícil— han jugado mucho menos con los amigos de otras burbujas. Como todos los profesores consultados, Diana les elogia: “Los niños lo han hecho muy bien y las familias también se han esforzado, eso ha sido muy importante”.
Pero lo que cuesta más esfuerzo no tiene por qué ser lo más efectivo. El trabajo en Science se basaba en respuestas a una encuesta que permitía relacionar estadísticamente los contagios en las familias con acciones preventivas concretas. “Aunque hay consenso respecto a que debería ser posible abrir los colegios de manera segura con medidas de mitigación adecuadas, hay pocos datos, y aún menos acuerdo, sobre qué grado de mitigación se requiere”, escriben los autores.
¿Qué medidas han funcionado?
Un informe del Centro de Control de Enfermedades de EE UU destaca, sobre todo, la distancia interpersonal de como mínimo un metro. Menciona ejemplos en los que esta medida por sí sola ha bastado para evitar brotes, pero siempre en grupos de alumnos reducidos.
El documento recuerda la importancia de poner varias barreras por si una falla, como las mascarillas. Cita uno de los casos que más alarma creó en su momento: un brote masivo en un colegio de Israel con clases de más de 35 estudiantes a quienes se permitió prescindir de la mascarilla por el calor.
El trabajo de junio en Science concede especial peso al cribado diario de síntomas —toma de temperatura—, el uso de mascarillas sobre todo por parte de los profesores, la reducción de los grupos y el seguimiento estrecho de los contactos.
Son resultados que aprovechan el “experimento natural” que se produjo en EE UU, donde variaron mucho las decisiones respecto a los colegios. Algunos estados suspendieron completamente las clases presenciales mientras que otros abrieron los colegios sin tomar ninguna medida. “Esta diversidad de abordajes nos permite aprender qué ha funcionado y qué no”, añaden los investigadores.
Los cambios para el curso que viene
Para el próximo curso en España, las medidas de prevención consideran tanto los buenos resultados del curso pasado como la previsión de que la vacunación tendrá “un impacto positivo en la morbimortalidad y en el control de la pandemia, que aumentará según se aumente la cobertura de la población”, se afirma en el documento.
Uno de los cambios es flexibilizar la distancia por debajo de los 1,5 metros para todos los grupos de edad cuando la transmisión comunitaria sea baja, pero volver a 1,5 metros para los adolescentes en un escenario de mucha transmisión. Pero también hay otro cambio muy criticado por los profesores: la vuelta a las ratios precovid: de 20 a 25 en primaria y de 23 a 35 en bachillerato.
Presencialidad y salud mental
Para Páez es un retroceso tanto en la calidad de la enseñanza como en la prevención de los contagios: “No entendemos que las medidas no se mantengan, la pandemia no ha terminado. Lograremos lo que hemos conseguido este año si mantenemos las ratios bajas, si los grupos se desdoblan… si se mantienen las plantillas. Si este año ha funcionado, si los centros no han sido foco de contagio, lo suyo es que se mantengan las medidas”.
Los pediatras de la AEP defienden de manera absoluta la presencialidad también en los niveles superiores, tras detectar un importante aumento de los problemas de salud mental en adolescentes. Piden “garantizar la escolarización completa para todas las edades de niños en el país, evitando el modelo semipresencial, siendo una necesidad además de educativa y social, de salud mental”.
Y recuerdan: “Es imprescindible mantener una ratio de alumnos por profesor adecuada, no solo para la prevención de contagios, sino para adaptarla a la capacidad educativa que tiene un profesor”.
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