Sevilla /
29 de mayo de 2020

Los bosques españoles hacen frente a las sequías extremas y siguen creciendo

Fotografía ilustrativa de la noticia

Según un estudio liderado por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y la Universidad Pablo de Olavide (UPO) centrado en la memoria ecológica de los ecosistemas, la mayoría de los bosques de España recuperaron las tasas de crecimiento frente al efecto acumulado de las sequías extremas en un plazo de dos años.

Un estudio liderado por investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y la Universidad Pablo de Olavide (UPO), en colaboración con 16 instituciones españolas, ha demostrado que los bosques españoles fueron capaces de recuperar rápidamente su crecimiento frente al aumento de sequías extremas durante los últimos 30 años. La mayoría de las 16 especies de árboles analizadas en 567 bosques españoles recuperaron las tasas de crecimiento tras una sequía extrema en un plazo medio de dos años. El trabajo liderado por Antonio Gazol, investigador del IPE-CSIC, ha sido publicado recientemente bajo el título ‘Drought legacies are short, prevail in dry conifer forests and depend on growth variability’ en la revista Journal of Ecology.

Pinos resineros muertos tras sequías recientes en el Sistema Ibérico (Zaragoza). Foto: Michele Colangelo.

El estudio centra su atención en la memoria ecológica de los ecosistemas forestales frente al efecto acumulado de fenómenos climáticos extremos y recurrentes como las sequías. Los investigadores han mostrado cómo las consecuencias negativas de las sequías pueden prolongarse durante años, influyendo estos legados climáticos en la respuesta a largo plazo de la dinámica de muchos de los bosques de la Península Ibérica. Para ello se analizaron datos de crecimiento radial de los árboles, a partir de la datación y medida de anchura de los anillos anuales del tronco mediante dendrocronología y datos de actividad vegetal o productividad obtenidos de imágenes de satélites tomadas durante las tres últimas décadas.

Julio Camarero (izq.) y Raúl Sánchez-Salguero (der.) durante la extracción de testigos de madera para análisis dendrocronológicos. Foto: Michele Colangelo.

Los legados de las sequías que afectaron a España durante este periodo se manifestaron tanto en reducciones de crecimiento como de productividad de los bosques en función de la especie dominante y de su capacidad de adaptación. El crecimiento siempre fue más sensible a la falta de agua que la productividad primaria. Sin embargo, los resultados muestran que los legados climáticos son en general cortos en muchas especies de árboles, que muestran una capacidad de recuperar tasas elevadas de crecimiento entre uno y dos años después de una sequía extrema.

De las 16 especies analizadas, 9 coníferas -abeto, pinsapo, pino carrasco, pino negro, pino resinero, pino laricio o salgareño, pino piñonero, pino albar o silvestre y sabina albar- y 7 frondosas -haya, castaño, encina, quejigo, roble albar, roble común o carballo y rebollo-, las mejor adaptadas a las sequías han sido los pinos mediterráneos como los pinos carrasco y resinero. Estas especies muestran marcados impactos y por tanto mayores legados de las sequías, pero tienen una rápida capacidad de recuperación debido a su mayor plasticidad y adaptación al déficit hídrico. Por otro lado, en especies que habitan zonas más húmedas y templadas de la Península Ibérica, por ejemplo, robles o castaños, el efecto acumulado de las sequías es menor, a excepción de los hayedos o encinares de sitios húmedos, que sí se ven más afectados.

En palabras de J. Julio Camarero, investigador del IPE-CSIC, “los bosques españoles son ecosistemas vulnerables frente al aumento en la frecuencia y duración de las sequías, pero los resultados muestran una alta capacidad de adaptación a la recurrencia de sequías, sobre todo en las especies mediterráneas de pino, dado que sus estrategias de adaptación les permiten hacer frente a los legados climáticos”.

Abetos muertos tras sequías recientes en el Paco Ezpela (Ansó, Huesca). Foto: Raúl Sánchez-Salguero.

Según Raúl Sánchez-Salguero, investigador y profesor de la Universidad Pablo de Olavide, “evaluar y entender las diferentes estrategias de adaptación frente al aumento de fenómenos extremos considerando la amplia diversidad de especies de árboles presentes en la Península Ibérica es fundamental para identificar bosques críticos, es decir, altamente vulnerables, y así poder establecer las medidas de gestión forestal adecuadas que podrían amortiguar estos efectos, sobre todo en los límites de distribución más secos o en el caso de bosques relictos”. En este sentido, los investigadores señalan que algunos bosques de abeto pirenaicos o pinares de zonas continentales y secas, así como bosques relictos de pinsapo podrían ver comprometida su viabilidad futura ante la recurrencia de sequía extremas, ya que son las especies que muestran mayores legados de las sequías acumuladas, lo que, según los investigadores, concuerda con los marcados episodios de decaimiento forestal y mortalidad observados en las últimas décadas.

Por lo tanto, como señala Juan Carlos Linares “analizar la respuesta de estas especies frente al aumento de sequías extremas en una amplia diversidad de ambientes nos puede ayudar a mejorar las herramientas para evaluar su vulnerabilidad o adaptación ante fenómenos extremos futuros y tomar medidas de conservación”.

Este grupo de científicos españoles asegura que esta aproximación permitiría pronosticar futuros procesos de decaimiento forestal inducidos por el aumento en la frecuencia, duración e intensidad de sequías extremas en la Península Ibérica. La colaboración entre grupos y la disponibilidad de fondos públicos para investigación en temas medioambientales ha sido fundamental y ha permitido crear y analizar esta base de datos única a nivel europeo, hecho que ha convertido a este trabajo en un buen ejemplo de colaboración científica a nivel nacional.


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